Forajidos de la ciudad: fabrican una isla y viven mejor que tú
En la jungla. Esta familia construyó su casa flotante y dejó atrás la ciudad para vivir rodeados de naturaleza, alejados de todo.
27 agosto, 2016 12:03Noticias relacionadas
¿Cuántas veces has dicho que huirías de la ciudad para desconectar? Una pareja canadiense fue mucho más allá: construyó una isla flotante durante más de dos décadas y un documental muestra este hogar autosuficiente y sostenible, en el que criaron a sus dos hijos en contacto con la naturaleza.
Wayne Adams, un escultor de 67 años, y Catherine King, una bailarina retirada de 59, decidieron en 1992 crear 'La cala de la libertad', un espacio en el que se conocen cada una de sus tablas al detalle. Las doce plataformas -todas ellas interconectadas- les dan cobijo, comida, energía e incluso cuentan con una pista de baile, una galería de arte y una habitación de invitados.
"El agua es nuestra carretera", explica Adams en el documental. "Todo lo que veis en nuestra casa está flotando", detalla su esposa, "estamos sujetos por cuerdas pero no anclados". 500 toneladas en tonos magenta y turquesa que albergan un estanque, permiten pescar sentado en el sofá y que hace "imposible" a la pareja imaginarse en cualquier otro lugar.
Off the Grid on a Homemade Island from Great Big Story on Vimeo.
Todo empezó de manera casual, cuando en 1991 una tormenta de invierno tumbó varios árboles. Wayne, que trabajaba de forestal, utilizó la madera de las plantas caídas como cimientos de su proyecto. Un año después, la creación se convirtió en un espacio habitable para toda la familia, incluidos sus dos hijos. 'La cala de la libertad' permitía además que este apasionado de la naturaleza se dedicara a la escultura, mientras que su mujer continuó explorando su interés por la música, la poesía y la medicina alternativa.
Esta bucólica manera de vivir a veces se ha visto amenazada por su mayor atractivo: la naturaleza. Las tormentas costeras hacían peligrar las cosechas, que nutren a la familia y son una fuente de ingresos con su venta. Para proteger su sustento, la pareja aísla las plantaciones con sábanas. Otro problema eran los roedores, que junto al deterioro progresivo de la madera, obligan a una renovación periódica de la construcción, explica 'Vanguard Divers'.
A pesar de contar con vegetales de sus cuatro huertos para poder alimentarse e incluso comerciar con ellos, Wayne y Catherine necesitan de ciertos ingresos para hacerse con los productos de los que carecen. Por ejemplo, la carne, ya que el acecho continuo de los depredadores hicieron inviable criar gallinas en los 2.000 metros cuadrados de su peculiar propiedad.
Vivir alejados pero sin aislarse
Sus más de 2.800 obras -Catherine también acabó por ser una fanática de la escultura- adquiridos a nivel local e internacional financian que cada dos semanas, Wayne vaya en barco al pueblo más próximo: Tofino, al este de Canadá.
Otro aspecto que sorprende a quienes no conocen a esta pareja es el aislamiento, el estar a cientos de kilómetros de cualquier otro ser humano. Wayne y Catherine, conscientes de que tanto su hogar como su estilo de vida chocan, siempre tienen abiertas sus puertas para compartir esta isla única por su concepto -un título que tiene garantizado durante mucho tiempo ya que el Gobierno prohibió estas construcciones, según informó France24-.
Sin neveras ni congeladores, las placas solares en los inicios -ahora sustituidas por generadores- les permiten tener luz, mientras que el agua potable la consiguen almacenando el agua de lluvia y recogiéndola cerca de la cascada.
Arquitectura ecológica
Estos canadienses han marcado una tendencia que el artista británico Richart Sowa aplicó en México, construyendo una isla artificial con 100.000 botellas de plástico. Su primera obra fue destruida en 2005, pero en 2008 logró culminar su tarea. La obra está en las aguas de Isla Mujeres, cerca de Cancún, y puede visitarse en tours. Cuenta con 22 metros de diámetro que se han ido ampliando hasta los 25.
Sowa, más conocido como 'Rishi', ha incluido tres playas, una casa, dos estanques, una cascada impulsada por energía solar y un río en este pequeño hogar construido gracias a la contribución de voluntarios. En este caso, sí hay una lavadora que funciona gracias a las olas, y recurre al sol como fuente de energía.