Encorvada por los años pero enérgica, vestida de riguroso negro pero con un deslumbrante reloj de pulsera rojigüalda asomando en la muñeca, la anfitriona recibe en la puerta a los comensales: "¿Vosotros qué sois, de los buenos o de los malos?". Lorenzo V. no lo sospecha todavía, pero están pasando el primer test ideológico de Casa Olga. Afortunadamente para sus planes gastronómicos su tío, instigador de la excursión familiar, tiene prevista la prueba: "De los buenos, doña Olga, de los buenos". Y la dueña, satisfecha, concede la mesa.
¿Qué significa ser "de los buenos" en Casa Olga? La pregunta, aparentemente inocua, se preña de significado al pasar al comedor. Los retratos de Francisco Franco Bahamonde atiborran las paredes. Franco con uniforme de capitán general, Franco sentado en su despacho de El Pardo, Franco en familia con una estampita de la Falange enganchada al marco: como prueban las fotografías subidas por los clientes a TripAdvisor, nadie escapa a la mirada del Caudillo.
"En realidad preguntaba si éramos de derechas" - nos explica Lorenzo. El mestizaje ideológico en Casa Olga se da por satisfecho con esa vasta categoría: entre los símbolos franquistas, según los comentarios subidos a la red, conviven sin tapujos fotografías y eslóganes de miembros del PP. En su visita, Lorenzo no recuerda haberlos visto. Lo cierto es que dar la respuesta equivocada no significa que doña Olga te cierre la puerta. Pero tiene su forma de imponer su ley. Una anécdota cuenta que la noche en la que miembros de la agrupación socialista local fueron a cenar, la propietaria los sentó bajo el retrato a tamaño natural de Franco. En versiones de la historia, Doña Olga sacó la bandera con el águila franquista y les cantó el Cara al Sol.
Porque en Casa Olga se canta y se celebra con consignas preconstitucionales, todo el mundo lo sabe. "No hubo nada de eso cuando fuimos a comer nosotros, estaba tranquilo" - relata este madrileño que ha veraneado toda la vida en Vigo y tiene familia en A Coruña, hasta donde llega la fama de esta marisquería de A Guardia, Pontevedra. "Necesita que le den un poco coba". El restaurante guarda celosamente lo que ocurre tras su muros, pero un vídeo ha convertido en viral en las últimas horas una de estas juergas. La pletórica octogenaria dirige la interpretación coral del himno franquista y enarbola la bandera con el pollo.
La marisquería abrió sus puertas en 1992. La fama de doña Olga se ha acrecentado en este último cuarto de siglo. "Muchos van porque disfrutan del show franquista" - considera Lorenzo. "Queda mucho nostálgico en España, en Galicia no hay más ni menos. Pero otros muchos van a pesar de..." ¿Y por qué hay tantos que se exponen a una situación incómoda que sin duda arruinaría el disfrute culinario? Porque, según nos cuentan, la cocina de doña Olga es excepcional.
La especialidad de la marisquería es la langosta. "La he comido cuatro veces en mi vida, pero aquella fue sin duda la mejor" - considera Lorenzo. "Ni siquiera los otros restaurantes que nos recomendaron en A Guardia se le acercaban". Doña Olga sirve productos de las Rías Gallegas y de las aguas del Baixo Miño: zamburiñas, vieiras, croquetas de rape, percebes, centolla, rodaballo... Este último pescado formó parte del menú: "Fue excelente". Los postres gallegos caseros también fueron de excepción. El único pero, la mayonesa de bote. "Pero supongo que por motivos sanitarios no pueden servirla casera".
De Casa Olga a Casa Pepe
Lorenzo ha recorrido España en coche por imperativo profesional y por placer. Su experiencia es que Casa Olga no es una anomalía. Los bares y restaurantes congelados en el tiempo, en los que la Ley de la Memoria Histórica se queda en el dintel y la apología del franquismo se vive con fervor de anticuario salpican nuestra geografía.
"Lo de Casa Pepe es más cantoso" - afirma. Se refiere al bar de Despeñaperros que saltó a la fama televisiva por ser un reducto kitsch de parafernalia franquista. Lorenzo llegó a parar antes de que falleciera su dueño, Juan Navarro, nostálgico apasionado y encumbrado por programas de Cuatro y La Sexta. Pero al contrario que en Casa Olga, ahí la memorabilia es un negocio: botellas, dulces, llaveros, todo lleva la marca de Franco y todo está a la venta. Hasta las cajetillas de tabaco tenían su propio mensaje: "Fumar es malo pero ZP es peor".
Igual que en Casa Olga, el bar de Despeñaperros se llena por una mezcla de conformidad ideológica, curiosidad y buenos productos: el pepito de ternera que degustó Lorenzo estuvo por encima del aprobado. "No sé si significa algo, porque también es cierto que en la zona no hay muchos más locales" - añade. "Pero en la puerta había tres coches de la Guardia Civil aparcados".
Otro caso es de El Faro, en Santander, un faro marítimo que domina desde su privilegiada posición la bahía: "Repugnante nido de franquistas", lo define un comentario en Tripadvisor, molesto por la exhibición de símbología preconstitucional y legionaria. Lorenzo ya estaba prevenido cuando lo visitó: "El sitio es horrible, pero las vistas son espectaculares".
¿Hasta qué punto nuestros placeres gastronómicos y estéticos nos llevan a tragar con situaciones que ofenden nuestro sentido cívico? A la larga, con la digestión hecha, la conciencia de haber participado en una apología del régimen que durante cuarenta años cercenó las libertades fundamentales de los españoles disfrazada por la buena mesa termina por asentarse. "Comí muy bien" - concluye Lorenzo sobre la visita a Casa Olga. "Pero no volveré".