"El gran debate de Podemos, a riesgo de que se entienda mal o banalice, es si debemos seguir siendo populistas o no". La ponderación perifrástica a mitad de la frase indica que Pablo Iglesias comprendía perfectamente que iba a levantar polémica. En la presentación del libro Horizontes neoliberales en la subjetividad de Jorge Alemán en La Morada, la sede social y cultural del partido en Madrid, el líder de Podemos 'destapaba' que habían sido "populistas" hasta la fecha. Y su receta para la coyuntura política actual es seguir siéndolo.
Iglesias reivindica el "populismo de izquierdas" para mantener a Podemos con "un pie en la calle". La fase de"populismo", afirmará, no terminará hasta que el partido alcance el Gobierno, momento en el que entrarán en la etapa política de los pactos y las concesiones. "El populismo termina (...) cuando la política se convierte en decisiones administrativas que se toman desde dispositivos administrativos, el Estado, un Ayuntamiento, una comunidad autónoma o un partido".
"La clave, por lo tanto, del populismo es el afuera" - concluía su disertación. "La relación entre el afuera y el adentro es esencial para entender no solo el populismo, sino los debates que tenemos nosotros". La referencia al debate es un mensaje al secretario político del partido, Íñigo Errejón, partidario de institucionalizar la formación y apelar a una mayor base de votantes. Iglesias defiende una línea "purista" de izquierdas y reivindicativa para la que ya no rehuye el provocativo apelativo de "populista".
Para el profesor de Ciencias Políticas hay además una justificación académica, que es la cita a la obra del argentino Ernesto Laclau. "Me encantaría que entrase por la puerta y dijese: no tenéis ni puta idea de lo que decís sobre mí" - bromeaba Iglesias. Para este filósofo político, el populismo no tiene por qué asimilarse al dogmatismo. "Es una forma de pensar las identidades sociales, un modo de articular demandas dispersas, una manera de construir lo político", y, por lo tanto, "garantiza la democracia, evitando que se convierta en mera administración".
Sin embargo, Iglesias es perfectamente consciente que en la retórica política el término "populismo" tiene una acepción radicalmente peyorativa. Y por ese motivo, muchos seguidores y simpatizantes de izquierdas recibían la declaración como un jarro de agua fría. Algunos la interpretaban como una confesión de demagogia del líder de Podemos. Otros, aunque reconocían la línea de pensamiento, lamentaban que diera munición en bandeja a los rivales políticos.
Los militantes de la formación ha tenido que rebatir desde su creación las acusaciones de "populismo" y las asociaciones con los "regímenes populistas" como la Venezuela de Hugo Chávez; en ese contexto, las palabras de Iglesias causaron estupor. Uno de las reacciones más feroces ha sido la del activista ubicuo y ex de Podemos Lagarder Danciu.
El "populismo" siempre estuvo ahí
En el discurso de Pablo Iglesias el uso del término "populismo" con connotaciones positivas se encuentra desde sus primeras intervenciones. Pero, consciente de que podría ser una rémora electoral, lo abandonó en el momento que se formaba el partido y rompía vínculos de asesoramiento con los regímenes bolivarianos. Dentro de su estrategia de moderación, fue muy comentado su viraje a la "socialdemocracia" que pilotó el jefe de campaña, Íñigo Errejón. La vuelta al "populismo" puede leerse como una toma de posiciones en la guerra interna de Podemos.
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