Son horas de inquietud, dudas y suspicacias en la capital de Alemania después de que el principal sospechoso del atentado que ha dejado 12 muertos y 45 heridos en un mercadillo navideño fuera liberado por falta de pruebas que le incriminasen. Mientras Angela Merkel y su Gabinete visitaban la Iglesia Memorial del Kaiser Guillermo, vecina al lugar de la tragedia, la tensión entre la Policía y la población era máxima al saber que el terrorista autor de la masacre seguía en libertad.
Alberto Fernández, corresponsal que colabora para diversos medios desde Bruselas y se encuentra cubriendo el atentado en Berlín, fue objeto de una retención y registro policial, un "desagradable incidente" que relató en su cuenta de Twitter. 14 agentes, contaba, le habían rodeado en una tensa situación en la que le advirtieron de no "meter las manos en los bolsillos" ni "hacer gestos bruscos". La situación duró diez minutos, según el periodista, mientras comprobaban su identidad.
El corresponsal se manifestaba molesto por el hecho de haber sido retenido sin que los agentes le ofrecieran explicación alguna antes de dejarle marchar. "Lo peor", añadía, "las miradas de los que pasaban por ahí". "Hasta me sacaban fotos" - señalaba, puesto en guardia ante el temor de que su imagen circule ahora como "sospechoso de no sé qué".
El relato, sin embargo, no ha impresionado a Arturo Pérez-Reverte cuando lo ha leído en la mañana del miércoles. El autor, que ha sido corresponsal de guerra en una docena de conflictos del siglo XX, se mofaba de la atribulación del corresponsal. "Dantesco. Menudo mal rato habrá pasado. Le recomiendo un psicólogo para superarlo".
Fernández replicaba herido al momento: "Qué mala costumbre tienen algunos de opinar de todo y nada sin conocimiento de causa. No esperaba de usted que se rebajara a ese nivel". En un tuit posterior, explicaba que había querido "explicar una situación puntual" sin "alardes" ni intención de hacerse la víctima. "El periodista no es la noticia", puntualizaba.
Los fans de Pérez-Reverte ya se preparaban para presenciar uno de las famosas polémicas cipotudas por las que el académico de la Lengua es temido en la Red. Pero sucedió lo inesperado : el novelista hacía ciaboga, plegaba velas y pedía disculpas reconociendo que se había sobrepasado. "El mundo es un lugar difícil y su profesión, también".
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