Como se suele decir –y aún pudiendo no estar a la altura del debate dialéctico entre dos célebres académicos–, en todos los sitios cuecen habas, y parece que en la Real Academia Española también hay rifirrafes entre sus trabajadores. Sus labores de toma de decisiones, debatir y velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico, suelen repercutir más allá de sus sillones. Pero de vez en cuando sus disputas trascienden y hacen partícipes al resto de hispanohablantes de las tensiones y desacuerdos existentes entre sus académicos. Y ojo, que estamos hablando de auténticas broncas literarias entre quienes manejan el castellano como ningunos.
En la RAE hay de todo. Académicos hombres y mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún tonto del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla
Hace unos días Arturo Pérez Reverte dedicaba en un artículo publicado en la sección Patente de Corso del XL Semanal unas duras críticas a algunos miembros de la RAE por defender el uso de un lenguaje diferenciador entre géneros, tan demandado por gran parte de la sociedad desde hace algún tiempo. Entre otras perlas, el corresponsal de guerra y autor de El capitán Alatriste, hablaba de “acomplejados y timoratos” incapaces “de afrontar consecuencias en forma de etiqueta machista, o verse acosados por el matonismo ultrafeminista radical, que exige sumisión a sus delirios lingüísticos bajo pena de duras campañas por parte de palmeros y sicarios analfabetos en las redes sociales”.
“Se nos han enviado repetidas muestras de disparates lingüísticos vinculados a la política, al feminismo radical, a la incultura, a la demagogia políticamente correcta o a la simple estupidez”, apunta Reverte aludiendo al tema del último debate mantenido en la RAE derivado de una solicitud de funcionarios y profesores andaluces que pidieron amparo a los académicos ante la posibilidad de que las nuevas normas planteadas por la Junta de Andalucía obliguen a profesores a utilizar “el ridículo desdoblamiento de género que, excepto algunos políticos demagogos y algunos imbéciles, nadie utiliza en el habla real”.
Al parecer, algunos académicos plantearon la opción de escribir una carta a la Junta de Andalucía para señalar semejante “despropósito”. Pero esta iniciativa, como otras similares, no llegó a salir adelante por no contar con la unanimidad o mayoría necesarias en la RAE para la toma de decisiones. Cosa que a Reverte, no le pareció nada bien: “En la RAE hay de todo. Gente noble y valiente y gente que no lo es. Académicos hombres y mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún tonto del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla”.
El alatristemente célebre productor de best sellers, podía haber hablado de académicos tontos y talibanes, pero le parece preferible discriminar soezmente
Pero la cosa no quedó ahí. Acostumbrados a que sea solo él quien polemice con las decisiones tomadas o no en la Academia, esta vez el asunto no se quedó en un ataque unidireccional y varios compañeros quisieron hacer saber a Reverte que la RAE “no es el Constitucional” y no está para “dar amparo a nadie”. Entre ellos estaba el académico Francisco Rico, le ha dedicado otras ilustradas palabras en El País. En su artículo, Rico acusa al “alatristemente célebre productor de best sellers” de criticar y querer combatir la separación de género en el lenguaje siendo él mismo quien la utiliza como recursos.
Según plantea el especialista en Petrarca, El Lazarillo y El Quijote, parece que el propio Reverte cae en utilizar “la estupidez de género y génera” que tanto criticaba en su artículo.
Rico analiza al dedillo las palabras de Reverte acusándole de haber hecho distinciones sexistas entre las académicas y académicos, precisamente el título de su artículo, utilizando distintos adjetivos para unos u otras: “Con todo, le sigue otro aun más pintoresca y penosamente sexista. Podía haber hablado de académicos tontos y talibanes, pero le parece preferible discriminar soezmente”.
Puede que después de esta polémica las tensiones entre la T y la p, los sillones que ocupan en la RAE cada uno de los académicos, sean más que notables en próximas sesiones. A la espera de que el debate continúe, poco más que añadir señorías y señoríos.
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