La escena transcurre, como en el cine de terror, entre tinieblas. Un adulto entra adormilado en el cuarto de los niños; los juguetes yacen desordenados por el suelo, muñecos, cochecitos... y bloques de Lego. Entre las telarañas del sueño toma nota mental de echar una buena reprimenda a su prole por irse a dormir sin recoger. Pisa despreocupado, sin la protección de un triste calcetín, y de inmediato siente en sus carnes que ha cometido un terrible error: un dolor que los editores de Today I Found Out describen como "clavarse un cuchillo disparado por una pistola con la hoja untada de veneno de avispa".
No es una mala descripción para cualquiera que lo haya experimentado: pisar una piececita aparentemente inofensiva del juego de construcción sin una suela que nos proteja duele horrores. Después del parto o de una patada en los testículos, es la medida predilecta del dolor absoluto en las redes sociales. Es material de memes y argumento de foros entre padres y madres sufridores. También fue una de los primeros casos que el sitio de divulgación científica Today I Found Out tuvo que abordar por petición popular, y la explicación ha vuelto a ponerse de actualidad en formato Youtube.
Si tuviéramos que hacer un ranking de las zonas más sensibles a los estímulos táctiles del placer y el dolor de nuestro cuerpo, ¿cuáles las encabezarían? Manos, labios, genitales son las elecciones obvias. Pero las plantas de nuestros pies están al mismo nivel en cuanto a sensibilidad. En el pie se encuentran 7.000 terminaciones nerviosas (el rostro, en comparación, tiene unas 1.200), una red de sensores diseñada para un propósito que damos por sentado pero que es una obra maestra de la evolución: la capacidad de caminar erguidos.
En los grupos humanos que caminan descalzos, la sensibilidad de las plantas de las pies se atenúa desde temprana edad, curtiendo el cuero para no resulte insoportablemente doloroso y vulnerable a las heridas. La civilización y su magnífico catálogo de zapatos a nuestra disposición nos conserva sin embargo el pie tierno toda la vida. Las plantas de los pies son sufridas: la presión que aguantan cuando caminamos es equivalente al doble de nuestro peso; a la carrera, puede ser nueve veces mayor.
Piense en su peso, multiplíquelo por dos, y se hará una idea de la fuerza que ejerce su pie desnudo contra la pieza de Lego. Ahora, esa presión podría atenuarse si el material cediera. Pero parte del éxito de estos bloques de construcción radica en que son duros. Condenadamente duros. ¿Cuánto? Pueden aguantar hasta 432 kilos, reveló un experimento de la BBC. Para que uno de ellos fuera aplastado por el peso de la construcción deberíamos erigir una torre de 3,5 kilómetros de altura. "Más alta que la montaña más alta de España" - ejemplificaban los británicos con el Mulhacén - y no el Teide - en mente.
En el diseño de la pieza de Lego de 2x2 radica su fuerza; también su letalidad. La rectitud de sus esquinas, indispensable para que encajen en las construcciones, es el punzante remate a los cuatro dientes que se clavan contra nuestros nódulos nerviosos con la eficacia con la que se adhieren a las otras piezas. Su pequeño tamaño asegura además que la presión punzante se ejerza totalmente contra uno de los focos de dolor más vulnerables de nuestro cuerpo. "Si lo pisas en suelo de baldosas en lugar de moqueta - concluyen en Today I Found Out - que Dios se apiade de tu alma".
Todavía queda algo por dirimir: ¿Por qué las piezas de Lego son un peligro tan ubicuo, hasta el punto de convertirse en latiguillo, y no cualquier otro juguete u objeto doméstico de similares características? La culpa resulta ser nuestra: grandes o pequeños, Lego nos vuelve locos. Según la compañía danesa, cada habitante del planeta tocamos a 83 bloques por cabeza. No es de extrañar por lo tanto que alguno acabe extraviándose y cruzándose en nuestro incauto camino.
Lego no es ajena a la facilidad con la que sus juguetes pueden transformarse de juguete que alienta la fantasía y la creatividad a un campo de minas y lo ha aprovechado como campaña. La pasada primavera repartió 1.500 zapatillas especialmente acolchadas para proteger nuestros pies.