Hemos perdido el decoro, y cada día nos cuesta más recordar dónde lo extraviamos. A menudo olvidamos hacernos cargo del ‘honor, respeto y reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad’. Dignidad, o más bien el robo de la misma, es precisamente uno de los adjetivos más acertados para describir a las víctimas del Holocausto. Aquellos más de 15 millones de personas que murieron o estuvieron internados en campos de concentración, guetos, fábricas de trabajos forzados y otros tantos lugares de detención que se expandieron por toda Europa, desde Francia hasta Rusia, durante la Segunda Guerra Mundial.
Con el objetivo de que el mundo no olvide lo que ocurrió, el viejo continente está lleno de monumentos y museos que recopilan parte de la historia de aquellos oscuros años. Pero son demasiados quienes, estando allí con su cámara réflex o móvil de última generación preparado para inmortalizar su estancia en tan conocidas construcciones, olvidan en memoria de quiénes están levantadas: las víctimas. En su mayoría judíos, pero también integrantes de los otros grupos perseguidos por el nazismo, como gitanos y homosexuales, así como ciudadanos de otras zonas de Polonia, países bálticos o la URSS, obras como el monumento de Peter Eisenman de la ciudad de Berlín se ha convertido en uno de los puntos más visitados para homenajearles. Pero no. Hacerlo retratándote en posturas burlescas e incluso obscenas o ‘poniendo morritos’ a cámara, no es la mejor manera de hacerlo.
Este es el mensaje que el artista Shahak Shapira está tratando de enviar a los miles de turistas que cada día se fotografían en el monumento del Holocausto berlinés en poses de lo más inapropiadas e irrespetuosas. Huyendo de la idea de aleccionarles o humillarles, este artista judío selecciona a los protagonistas de estas ‘simpáticas’ instantáneas reubicándoles en imágenes reales del Holocausto para que se visualicen en los siniestros acontecimientos históricos que ese montón de piedras laberínticas están homenajeando. Objetivo: hacerles pensar.
Amante del hummus, del Death Metal y de Markus Söder, Shapira es israelí y tiene “un pene de tamaño medio”, como bromea en su biografía de Twitter, lleva viviendo en Berlín desde los 14 años. Pese a lo irónico y ácido de su último trabajo, al que ha llamado Yolocausto uniendo las iniciales de la frase ‘You Only Live Once’ –‘solo se vive una vez’, recuerda y respeta–, la historia de su familia está directamente ligada con la tragedia del genocidio judío. De hecho, solo su abuelo sobrevivió a los campos de exterminio.
Legado familiar que se ha convertido en el tema principal de las obras de Shapira que, siempre desde un humor negro, como vemos en esta, procuran hacer que el espectador medite sobre el verdadero significado de aquella barbarie y sus víctimas a través de impactantes imágenes y montajes.
Tan sencillo como realizar búsquedas de palabras clave y etiquetas en distintas redes sociales como Facebook o Instagram, y a diario encuentra decenas de estas ridículas fotografías de turistas que aparecen sonriendo, abrazándose amorosamente, tumbados, apoyando los pies en las paredes del monumento, haciendo equilibrismos, malabarismo e incluso el pino; en honor al Holocausto. A todos ellos se los lleva hasta las imágenes reales que se conservan de aquel brutal exterminio colocándoles sobre montañas de cadáveres, en los hacinados barracones de los campos de concentración, junto a grupos de personas desnutridas y enfermas o en la cima de una fosa común.
En la página web del proyecto ofrece a los seleccionados para sus montajes fotográficos la posibilidad de retirar las imágenes si lo desean. Shapira no pretende convertirles en hazmerreíres de la red sino mostrar lo ridículo de sus posados en un monumento con semejante carga histórica por el que pasan una media de 10.000 turistas al día.
Poniendo morritos en Auschwitz
Si por el de Berlín podemos ver pasar y posar a decenas de miles de visitantes al mes, algunos de los campos de concentración reconvertidos en museos como Auschwitz, Dachau o puntos como el Memorial de Mauthausen, no se quedan atrás. Y sí, las numerosas fotos banales e irrespetuosas también se repiten allí cada día.
No hace falta que haya un Shapira detrás de tus fotografías para evidenciarte que acabas de hacer el ridículo más abismal. El simple hecho de compartir estas ofensivas –o, cuando menos, poco recapacitadas– instantáneas en las redes sociales puede jugarnos una mala pasada como le ocurrió hace unos meses al ‘especialista en moda’, tal y como se define en su cuenta de Instagram, Rubén Domínguez tras posar cual ‘top model’.
El aluvión de críticas, memes y reproches recibidos a través de todo tipo de redes tras compartir aquella inadecuada estampa, llevó al joven a retirar aquellas imágenes que, para más inri, había etiquetado como ‘Auschwitz Day’ o ‘Street style in Auschwitz’, narrando como estaba pasando el día y posando con sus estilismos en un lugar como el campo de concentración de Auschwitz, donde se calcula que asesinaron a más de un millón de personas
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