El 9 de abril de 1941 Alemania invadía Salónica y recogía de la imprenta una guía turística de la ciudad para regalar a sus soldados. Los chicos no iban de vacaciones pero en sus ratos libres podían y debían pasarlo bien. En los márgenes de la guerra, exposición del Museo de Cultura Bizantina de la capital macedónica, se pueden ver esos ratos de ocio: fotos en blanco y negro, luminosas, que muestran a jóvenes jugando a balonmano o uniformados paseando junto al mar, pintando un cuadro o de visita en una iglesia ortodoxa.
A ratos, la exposición parece una colección de postales tomadas entre 1941 y 1944, años en los que 46.000 judíos tesalonicenses fueron deportados a campos de concentración por los mismos chicos soldados que hicieron los fotos. “Al mirarlas, es como si no pasara nada más. Los reclutas juegan, ríen, se fotografían junto a los monumentos de la ciudad… Nadie diría que habían venido a Salónica a hacer algo terrible”, cuenta a EL ESPAÑOL Yannis Motzianos, curador de la muestra.
La exposición, que puede visitarse hasta el 6 de noviembre, muestra por primera vez una selección de 400 imágenes (hay 800) tomadas por fotógrafos amateur, todos soldados nazis destinados en la capital macedónica. Forman parte de un conjunto de 3.000 que hicieron por toda Grecia. “Las coleccionó un soldado del Servicio de Salud Alemán que sirvió en la ciudad. Cuando murió, su hija se las vendió al coleccionista Byron Metos, con la condición de que no desvelara el nombre de su familia”.
Los militares hacían fotos para enviarlas a sus casas. En el reverso apuntaban la fecha y el nombre del lugar, casi siempre la Torre Blanca, la plaza Aristóteles o el frente marítimo. En otro grupo de imágenes aparecen trabajando: reparando un coche, o desfilando, jamás amenazando o disparando. Sólo 3 tomas de las 800 muestran el gueto o el erial en el que los alemanes convirtieron el cementerio judío. Sólo 3 entre 800: eso es la propaganda.
Pistolas y Leicas
“Además de una pistola y una granada de mano, deben llevar otras armas: cámara de filmar, la Leica, un lápiz y un cuaderno de notas”. Eso decía en 1933 Joseph Goebbels a sus soldados, a quienes instruía desde el Departamento de Fotografía del Ministerio de Propaganda. A la población civil también la animaba a comprarse una cámara, lo que demuestra lo importante que era la imagen en la labor de difusión del Tercer Reich.
Para controlar las fotos enviadas a Alemania, los soldados sólo podían revelarlas en laboratorios escogidos, pero el Ejército apenas tenía que censurar a sus soldados porque antes de dejarlos disparar, los adiestraban. “En los cursos de fotografía no sólo les enseñaban la técnica, también lo que era apropiado o no retratar”, cuenta Motziano. Eso explica también que entre las 3.000 fotos de soldados nazis hechas en Grecia sólo haya una, enviada desde Creta, en la que un soldado le dice a su familia que las cosas en Europa no eran como Adolf Hitler y su Gobierno las estaban contando.
La instrucción era a veces menos sutil. En su libro Hitler’s Soldiers: The German Army in the Third Reich (Yale University Press, 2016), el experto en Historia militar Ben H. Shepherd explica que los oficiales alertaban a los soldados de que los griegos tenían “sangre semita”. También les hablaban de su escasa higiene, les aconsejaban no tener sexo con mujeres griegas y los asustaban diciendo que estaban “contaminadas”. La prueba de que el mensaje calaba está en una de las poquísimas fotos del gueto de Salónica, ubicado en el barrio de Baron Hirsch: “Maloliente”, reza en el reverso.
Dilemas morales
La “normalidad” que reflejan las fotografías planteó dilemas al Museo de Cultura Bizantina. Sus organizadores no querían que les ocurriera lo mismo que a la Biblioteca Histórica de París cuando en 2008 exhibió las fotos de André Zucca para la revista Signal. En París durante la ocupación también había tomas repletas de luz y de gente alegre paseando por las calles. Que no hubiera ni una frase en todo el museo que hiciera referencia a la invasión generó polémica.
Tras la guerra, el Estado griego mostró poco interés en recordar a los judíos y su sufrimiento
“Zucca era profesional y cumplía un encargo de una revista nazi. No es el caso de estas fotos hechas por amateurs, pero también corríamos el riego de banalizar el asunto”, aclara Motsianos. Para evitarlo, la exposición se completa con mesas redondas, visitas guiadas gratuitas y un espacio dedicado a explicar cómo funcionaba la propaganda nazi.
El esmero que ha puesto el museo en contextualizar es comprensible. Salónica albergó a la mayor población de judíos de Grecia, que llegó 500 años antes tras ser expulsados de España por los Reyes Católicos, pero de los campos de Auschwitz-Birkenau solamente regresó el 5%. Hoy sólo viven un millar. “Tras la guerra, el Estado griego mostró poco interés en recordar a los judíos y su sufrimiento. No se debatió nunca sobre el antisemitismo, el colaboracionismo o la indiferencia cristiana durante el Holocausto a nivel nacional”, resume Maria Kavala, historiadora de la Universidad Aristóteles de Salónica.
“Indiferencia”, escribe Kavala y es la palabra clave de esta historia. Se ve en algunas fotos, donde soldados y griegos aparecen conviviendo en aparente armonía mientras los judíos eran confinados, deportados y asesinados. Aparece en la documentación de la muestra: “Alemania se congratula de que la deportación de judíos se haya producido con tanta calma por parte del resto de la población”. O en el hecho de que las universidades griegas no incluyeran este episodio como materia de estudio hasta 2007, ni se le dedicara un congreso hasta 2012.
Algunos griegos fueron algo más que indiferentes. “Nikos Fardis y Petros Orologas eran columnistas de los dos diarios nazis permitidos en Grecia pero antes de la ocupación habían sido directivos en los principales periódicos de Salónica y fueron los responsables de crear el clima antisemita del período de entreguerras”, explica Kavala. Y son sólo dos nombres entre las varias decenas de periodistas que la experta ha estudiado y que tuvieron un papel fundamental en contagiar su odio hacia los judíos.
Un alcalde que habla del tema
En abril, la comunidad judía de Salónica fue invitada por el Museo de Cultura Bizantina a una mesa redonda sobre la exposición. “Se mostraron satisfechos de que se abordara el tema y entendieron que se organizara la muestra aunque en ella no haya imágenes del horror por el que pasaron sus familias”, cuenta Motzianos. La exposición cuenta con el apoyo financiero del Consulado alemán, que quiere se hable del tema y se repare a las víctimas, algo en lo que también trabajan en los últimos años las autoridades locales.
El alcalde de Salónica, Yiannis Boutaris, es uno de ellos. En septiembre de 2014, cuando se presentó a tomar posesión de su cargo para revalidar su mandato, apareció con una estrella de David amarilla en la solapa y aunque no es judío, pidió que un rabino lo bendijera. Lo hizo porque el partido ultraderechista Aurora Dorada había obtenido dos representantes en el consistorio. “Su gesto envía un mensaje fuerte y claro a los nostálgicos del nazismo y el fascismo”, declararon desde la Junta Central de las Comunidades Judías en Grecia, país que la Liga Antidifamación de Estados Unidos sitúa como el más antisemita de Europa en su último informe.
Motzianos explica que la intención del museo es organizar una muestra que incluya imágenes de otras partes de Grecia. Él compara el contenido de estas fotos con las redes sociales. “Tú cuelgas algo, lo lee tu familia y tus amigos y lo más probable es que se crean lo que les cuentas de ese lugar en el que estás o lo que está pasando. Eso no es la realidad, pero no necesariamente hay mala intención en esa parcialidad.” Lo que ocurre en las fotos que componen “En los márgenes de la guerra” pasó de verdad. Los soldados iban de excursión, jugaban y más de una vez sonreirían. Pero como toda postal, sólo son instantes sin contexto. “Sus miradas estaban entrenadas: esas fotos son propaganda. Lo que pretende esta exposición es desmontarla, completar el puzle. Y asumir, por fin, un episodio muy oscuro de nuestra Historia”.