Son pocos los que aún hoy deciden sentarse a escribir a mano una carta o una postal. Pero más raro resulta aún que alguien decida enviar una misiva al nicho de un cementerio. Lo que podría parecer una broma de muy mal gusto es en realidad el gesto que un grupo de amigos decidió tener con una amiga fallecida a la que aún hoy siguen recordando.
Ocurrió hace unos días en Huesca. Hasta la delegación de Correos de la ciudad aragonesa llegó una curiosa postal procedente de Suecia. Tres empleadas se la encontraron mientras clasificaban decenas de cartas de forma manual en una de las oficinas. Así, en lugar del nombre de la calle o el código postal, alguien había apuntado de forma detallada que debía ser entregada en un nicho que se encontraba “al lado del antiguo cementerio civil”, tal y como detalla El Heraldo de Aragón.
Junto a estas instrucciones, además, se podía leer un emocionante mensaje dedicado a una joven que, de no haber fallecido, habría cumplido años esta misma semana. La sobrecogedora historia que leyeron en aquella postal hizo que, tras acabar su jornada laboral, decidiesen cumplir con aquella singular misión. “No fue por morbo ni mucho menos, sino porque nos pareció un gesto maravilloso, lleno de cariño y digno de ensalzar”, explica Begoña Lamarca al periódico aragonés.
Sin tiempo para quitarse el uniforme de trabajo, las tres empleadas se dirigieron hasta el camposanto oscense para hacer la entrega. Antes, pasaron por una floristería para comprar una flor que la dueña acabó regalándoles tras escuchar su relato.
Así, siguieron las instrucciones que se indicaban en la misiva y llegaron sin problemas hasta el lugar en un corto periodo de tiempo. Para su sorpresa, el nombre que se podía leer en la lápida coincidía con el de la destinataria. Acto seguido, cogieron un trozo de celo y pegaron la postal en ella, junto a la flor.
Según relata Lamarca en el diario aragonés, en los 20 años en los que lleva trabajando en Correos "nunca había visto algo así". Ni ella ni ninguno de sus compañeros. Sin el cuidado que estas empleadas pusieron en cumplir con las instrucciones, la carta podría no haber llegado nunca a su destinataria, ya que no contenía datos del remitente. Habría sido entregada al Ayuntamiento, propietario del cementerio, o almacenada en un depósito durante seis meses hasta que alguien la reclamase. Una vez finalizado ese intervalo de tiempo, habría sido destruida.