Azafatas, deporte y sexismo: ¿está en tus manos que deje de existir?
En la Jungla. El debate sobre la necesidad de repensar la imagen cosificada que se ofrece de la mujer ha cobrado fuerza en las últimas semanas.
9 mayo, 2017 16:12Noticias relacionadas
Parece que algo está cambiando en el modo en que la sociedad percibe la proyección que el mundo del deporte hace de la imagen de la mujer. Un ejemplo: las voces, cada vez más habituales, que se alzan en contra del uso de azafatas 'florero' en los eventos deportivos.
La última polémica ha llegado tras la celebración del Gran Premio de Motociclismo en Jerez y la solicitud del Ayuntamiento de eliminar el papel de las paragüeras -las jóvenes que protegen del sol o la lluvia a los pilotos antes de tomar la salida- al considerar que se hacía un "uso sexista" del cuerpo femenino. Pero no ha sido la única.
En la pasada edición del torneo de tenis Conde de Godó -celebrada en Barcelona- una de las azafatas, Raquel Muñoz, denunció que, a pesar de las inclemencia del tiempo, no permitieron a las chicas cubrirse el cuerpo para que la marca no perdiese visibilidad. "Éramos meras mujeres floreros", explicó la joven en declaraciones a varios medios. Un situación que puede hacerse extensiva a otros deportes como el ciclismo, donde el papel de las chicas que besan al ganador de la etapa en el podio ha sido cuestionado por los propios ciclistas.
Teniendo en cuenta que los organizadores de algunos eventos como la Vuelta Ciclista al País Vasco han decidido prescindir de esta figura cabe preguntarse si realmente tiene sentido seguir manteniendo un comportamiento que, en cualquier otro ámbito profesional, difícilmente sería tolerado.
Un cuerpo pasivo y cosificado
"Utilizar a la mujer única y exclusivamente como reclamo visual no solo afecta a las azafatas, sino que está presente en muchos otros sectores de la sociedad como la publicidad o los programas de televisión", explica a EL ESPAÑOL por teléfono la artista y activista Yolanda Domínguez. "Es algo que, lamentablemente, va implícito en la representación pública que se hace de la mujer: quedar reducida a un cuerpo bonito y pasivo para ser mirado".
Domínguez ya había denunciado este asunto en 2012 a través de una de sus performances, Azafatas, con la que se sacó a la calle a unas supuestas mujeres-anuncio. Al contrario de lo que cabría esperar en estos casos, entregaban a los transeúntes folletos vacíos y no ofrecían información alguna al respecto. Su objetivo era "responder a la sociedad dándole exactamente lo que nos ofrece: reducirnos a un reclamo visual. ¿La única función que me atribuyes es la de ser un objeto? Pues me comporto como tal".
Desde su experiencia, la activista señala que lo más grave de este tipo de comportamiento es que "al fijar la atención solo en el aspecto físico de la mujer, se la invalida socialmente para que se tengan en cuenta otras cualidades", explica. "Se la desprecia, se la reduce a un objeto y se ocultan otras dimensiones fundamentales: su profesionalidad, su inteligencia, su creatividad, su personalidad…".
¿Y por qué ocurre? ¿Es solo un empeño de las agencias que contratan a los modelos, de las marcas, de los organizadores, de la propia sociedad que lo demanda? "Es una cuestión de tradición", responde Domínguez. "Siempre ha sido la mujer a la que se ha representado solo a través de su aspecto físico -no hay más que echar un vistazo a la historia de la pintura- y hoy en día seguimos repitiendo esos patrones y estereotipos".
¿Una cuestión de elección personal o de gestos colectivos?
El debate surgido en las últimas semanas también ha llevado a que algunas azafatas se hayan quejado públicamente por lo que consideran "una agresión a su trabajo". Quienes trabajan con ellas, como Ignacio Sagnier -responsable de comunicación de Dorna, la empresa que organiza el mundial de motociclismo-, explican que "su imagen es absolutamente necesaria para las marcas y las chicas son consideradas trabajadoras del Gran Premio igual que los mecánicos, el personal de seguridad o cualquier otro".
La realidad, sin embargo, como apuntaba la bloguera y escritora Barbijaputa en este artículo, es que a esos otros trabajadores no se los cosifica: no importa si son más o menos altos, si acuden a su puesto con una falda más o menos corta, si su rostro es más o menos bello... Simplemente se valora su profesionalidad.
"Lo interesante sería que estas mujeres pudieran optar a otros puestos de trabajo, pero en cualquier caso aquí la responsabilidad última es de las empresas que las contratan", señalan Domínguez. "Cuando ocurren este tipo de cosas -al igual que cuando se critica que una presentadora aparezca en Nochevieja en televisión con un determinado vestido- siempre se plantea si realmente esa mujer es libre o no es libre para decidir. O, si más allá de su libertad de elección, es necesario equilibrar con gesto conscientes la misma imagen de siempre. Así que la pregunta fundamental que deberíamos hacernos es: ¿si esa mujer no posase de esa forma o no tuviera que cumplir necesariamente ese rol, mantendría su puesto de trabajo?".
Al ser una cuestión de concepto tampoco ayudaría que se siguiese el mismo patrón al introducir, como ya se ha hecho en alguna ocasión, a hombres en ese mismo papel. "También hay que tener muy claro que esto no significa que la mujer no pueda mostrarse sexy", recuerda la artista y activista. "Si fuese una cosa puntual y no una práctica generalizada, no sería tan relevante. El problema llega cuando se hace un exceso de representación de la mujer de esta forma y no se ofrecen otras alternativas".
QUÉ SE PODRÍA HACER PARA CAMBIARLO
Cuando Raquel Muñoz, la joven que cuestionó el trato recibido en el Godó, contó lo ocurrido explicó que incluso los propios deportistas habían visto desproporcionadas ciertas situaciones. Por ejemplo, cuando tenían que seguir sujetando un paraguas en pista, a pesar de no estar lloviendo o ser molesto el sol. La única razón: que la marca que representaban siguiese estando presente. "Animo a los tenistas a que rechacen a las chicas objeto que les tapan el sol durante treinta segundos", señalaba la joven en una entrevista para la Cadena SER.
Deportistas como Mikel Landa sí que han mostrado su rechazo a estas prácticas. "Las azafatas en el podio sobran, es tratarlas como un objeto", ha declarado el ciclista en varias ocasiones. Gestos que llegan también desde instituciones públicas como el Gobierno de Australia que, a través de una prohibición, intentó en 2016 dignificar el estereotipo femenino en los eventos deportivos.
Que hablen los deportistas o figuras relevantes el sector también es algo que Yolanda Domínguez considera que podría contribuir a concienciar sobre el asunto. "Al igual que mostrar ejemplos de patrocinadores y organizadores que han cambiado sus prácticas y siguen teniendo éxito", señala. "Y, por supuesto, que la gente se manifieste a través de las redes sociales para que llegue a oídos de los patrocinadores o para que lleve a la reflexión de quienes aún no lo ven tan claro".