Habrá que empezar a preguntarse cuántas veces se tiene que repetir un experimento para que deje de ser un experimento. Gran Hermano prepara su decimoctava edición y las colas de personas que se apuntan con la esperanza de dar un pasito hacia esa fama peculiar que recorre los pasillos televisivos de ciertas cadenas de nuestro país siguen siendo más largas de lo que los padres de la Ilustración desearían. Tanto que el casting convocado en Valencia acabó requiriendo de la intervención policial.
El éxito de la convocatoria, que tuvo lugar en el Hotel Abba Acteón, desbordó a los responsables. Desde un principio hubo problemas con el reparto de acreditaciones. Gente que intentó colarse y distintas tretas sucias para que otras personas abandonaran la espera y se fueran a su casa. Todo por la fama.
Guerra sucia en la cola
Esto causó cierta desesperación entre algunos participantes, pero lo que causó la explosión final fue cuando, tras siete horas y 350 participantes atendidos, la organización dio por terminado el proceso. A algunos de los que esperaban, el ritmo de 50 prueba les pareció del todo insuficiente.
¿No querían revolución? ¡Pues toma revolución¡
Este año la edición de Gran Hermano llega con el subtítulo "Revolution" -sí, como Matrix- y algunos de los candidatos quisieron aferrarse a él y organizar una pequeña resistencia a la opresión de la productora, que aparentemente tenía preferencias. Ante la situación, la Policía Nacional se vio obligada a intervenir y desalojar a los aspirantes a hermanitos, que se fueron con el drama a su casa (y a Twitter):
La pregunta que queda es... ¿por qué hay gente que quiere participar en Gran Hermano cuando basta con hacerse youtuber?