Los millenials somos peor que las drogas, que las siete plagas de Egipto y que la Alemania de Beckenbauer y Müller juntos. Según algunos, curiosamente la generación que nos precede, somos los culpables de todo lo malo que le sucede al mundo y de todo lo peor que está por venir. Su mayor queja es que, ¡oh, sorpresa!, no somos como ellos y nos comportamos de manera diferente.
A mí todo esto me resulta muy gracioso porque lo más sencillo en la historia de la humanidad ha sido, siempre, echar la culpa a los demás. Según un análisis realizado por Brandwatch.com durante la primera mitad de 2017, los millenials somos los culpables, aunque también nos llaman asesinos, de la desaparición de centros comerciales, restaurantes o negocios.
De hecho, y siempre según el análisis, muchas publicaciones coinciden en culpar a los millenials de acabar con la restauración: cadenas de restaurantes como Buffalo Wild Wings o Applebees son los más afectados. Sin embargo, un estudio publicado por The Atlantic, contradice esta afirmación y es que desde enero de 2017, al menos en EE.UU., la hostelería es la industria que más trabajos ha creado.
Las industrias, en general
Una de las cosas que más atención llama de los millenials es lo mucho que se les usa como cabeza de turco para culparles de todos los males macroeconómicos de los últimos años. Hemos acabado con las industrias de todo tipo: la alimentaria, la cervecera, la de la restauración, la del automóvil, la hotelera, etc. El cambio en nuestra manera de hacer las cosas supone un problema para mucha gente.
Se nos acusa de matar a las tiendas tradicionales de toda la vida, cuando a todos nos conviene tener un Zara, un H&M o un Mango cerca; se nos acusa de acabar con los centros comerciales, cuando el comercio online está ofreciendo productos similares a precios asequibles y se nos señala por abrazar la economía colaborativa y el freelancing cuando, para algunos, es la única manera de seguir adelante.
En EE.UU. se ha acusado a los millenials de acabar con todo lo imaginable, desde hábitos sociales hasta cualquier industria imaginable: las citas con cenas, los cruceros, las servilletas, correr, el golf, las pastillas de jabón, las relaciones, el matrimonio, comprar casas, los diamantes o tapones de corcho.
La historia se repite
La generación de nuestros padres vio cambios que nunca antes se habían visto, como la incorporación de la mujer al mercado laboral o la proliferación de la clase media. ¿Se imaginan lo absurdo de quejarse de que lasa mujeres trabajen o de que la gente prospere? Pues seguramente hubo quejas y, pasado un tiempo, todos se olvidaron. Como se olvidarán los cambios de ahora.
Los jóvenes de hoy en día no hacen nada diferente a lo que hacían los jóvenes de antes, tan sólo lo hacemos con las herramientas y de la manera en la que se puede hacer ahora. Yo lo cantaba Roger Daltrey en 1965:
People try to put us down La gente intenta criticarnos
Just because we get around solo porque estamos por ahí
Nada nuevo.