Tal día como hoy de 1911 se producía uno de los robos más descabellados de la historia. Vicenzo Peruggia, trabajador del museo del Louvre, entraba por la puerta de servicio a las 7 de la mañana como cada día. Se dirigió a la sala donde se encuentra La Gioconda y, cuando esta estuvo desierta, se acercó al cuadro, lo descolgó y se lo llevó. En una escalera cercana, separó el lienzo del marco, lo cubrió con su bata blanca y salió por la misma puerta por la que había entrado. Lo llamaron el robo del siglo XX.
El museo estuvo cerrado durante una semana y, a su apertura, registró una avalancha de visitas para ver el hueco que había dejado robo en la pared. Todos los empleados del Louvre fueron interrogados, incluso Peruggia quien declaró que se encontraba en otra estancia diferente cuando sucedieron los hechos.
¿Por qué lo hizo?
La Gioconda estuvo guardada por dos años en el apartamento parisino de Peruggia hasta que un buen día decide llevársela a Italia con la idea de entregarla a un museo de Florencia. Su plan desde el principio era la de devolver a obra de arte a su patria, o al menos eso es lo que declaró a los policías que le detuvieron en lo que llamaron la teoría patriótica.
Sin embargo tampoco se descartó en la época la teoría del robo por dinero. Un tal Eduardo de Valfierno habría encargado el robo de una banda y para después poder hacer hasta seis copias y venderlas como la pieza desaparecida. Sin embargo esto nunca se llegó a probar.
Como punto final, y esto es lo mejor de la historia, es que Italia, antes de devolver el cuadro a su legítimo dueño, ya que Da Vinci se lo regaló a Francisco I cuando éste lo llamó a su corte, tuvo tiempo de mostrar el cuadro en tres ciudades italianas diferentes. Finalmente, eso sí, el cuadro volvió a su casa, el museo del Louvre.