No son imaginaciones tuyas: la Navidad se adelanta un poquito cada año para que así los consumidores nos vayamos habituando al desembolso que supone quedar bien con todo el mundo. Recuerdo los tiempos en los que yo mismo planeaba este tipo de campañas: estábamos a pleno julio y en el departamento de marketing ya se hablaba de los regalos de Reyes y también de los de Navidad. Sí, resulta exagerado adelantar tanto una fecha clave del año, pero también hay que ponerse en el lado de los comerciantes: muchos salvan su negocio gracias a unas pocas semanas de compras febriles.
Vuelvo del lado del consumidor, de esa parte de la ciudadanía hastiada por toparse con anuncios navideños cuando aún va en camiseta. Por ejemplo, la Lotería de Navidad se anuncia en pleno agosto recordándonos lo rápido que pasan los últimos meses del año. Y conforme avancemos en el mes de octubre más y más villancicos irán apareciendo a nuestro alrededor; por más que cantarlos mientras nos bañamos en la playa inspire una escena más surrealista que una película de Buñuel.
Pongámonos en situación. Vamos con nuestro carrito por el supermercado fijándonos en las ofertas, pasamos por la zona de las patatas fritas llenando medio carro con bolsas de todos los sabores con la excusa de "Son para cuando vengan las visitas", cargamos con latas de cerveza por lo mismo a sabiendas de que cuando nos visiten ya no tendremos ninguna y pasamos "por casualidad" por el pasillo de los dulces. Allí están, atrayendo nuestra atención como la casa de Hansel y Gretel: turrones, polvorones, peladillas y toda la variedad navideña con la que atiborramos de azúcar las sobremesas de diciembre. "¡Pero si aún voy en manga corta!".
La Navidad se ha adelantado mucho este año por más que aún no ejerza la presión de finales de noviembre. ¡Incluso hemos tenido el discurso del Rey! No solo eso, los catálogos (o más bien enciclopedias) de juguetes ya están en todas las jugueterías. Y muchos ya hemos recibido en el buzón las ofertas prenavideñas para aprovisionarnos de langostinos ahora que están bien de precio. Ya se sabe, nunca hay suficiente marisco como para alimentar a una horda familiar hambrienta, tampoco jamón. Con los turrones no hay tanto problema: suelen "desaparecer" antes de Navidad. El turrón duro no.
Parques temáticos anunciando las estancias navideñas, webs de recetas anticipando las preparaciones que triunfarán en nuestras sobremesas, hipermercados que llenan sus pasillos con todo lo necesario para "sorprender por Navidad"... Solo falta que veamos las luces colgadas en las calles y que un Papá Noel nos dé unos caramelos mientras entona el "¡Ho,ho,ho...!" asándose bajo las capas de tela roja brillando al sol. Que no hace falta tanto para esto, un par de semanas más y los Santa Claus brotarán como setas. Junto al anuncio en la tele de la Lotería de Navidad, que este año lo dirige Alejandro Amenábar.
En fin, que poco importa que nos resistamos: la maquinaria navideña ha echado a andar después de haberse engrasado bien a fondo (los kilos acumulados después de Reyes lo demuestran). Así que dejémonos llevar por la alegría y pongamos un poquito de ilusión: solo es Navidad una vez al año por más que la fecha dure tres meses. Y eso sí: vayamos escondiendo las tarjetas de crédito. Aunque cada año aseguremos que gastaremos lo menos posible, al final terminamos comprando regalos por encima de nuestras posibilidades. ¿Por qué no sorprendemos por Navidad montando un "amigo invisible" con límite de 10 euros? El que se gaste más se queda sin langostinos.