Los loros son unos animales listísimos donde los haya y suelen expresarse a través de los sonidos que aprenden de su alrededor. Recuerdo que una vez conocí a uno que le llamaba maricón al novio de su dueña porque no le caía bien. Era divertido de ver pero resultaba un tanto perturbador.
El caso es que a veces aprenden las palabras que uno menos esperan y suelen ser motivo de innumerables anécdotas y chistes que hemos oído a muchos cómicos. Tal vez uno de los mejores sea este de las bombonas contado por el impertérrito Eugenio.
El caso es que hace un par de días en un pequeño pueblo de Oregón, en los EE.UU., un repartidor de UPS se encontraba a punto de acabar su jornada cuando, en una de las últimas entregas, escuchó a alguien pedir ayuda desde el interior de una vivienda.
Al ver que el grito de socorro era continuado e inequívoco decidió hacer lo que hacen todos los hombres antes de tomar una decisión importante en su vida: llamar a su mujer. Ella puso un poco de cordura en el ansioso repartidor y juntos acordaron llamar a las autoridades para que fuesen a echar un ojo. Él se quedó en la casa para comprobar cómo acababa la historia.
Al rato, se acercaba al lugar de los hechos el sheriff Hayden Sanders que comprobó el perímetro y, junto con el repartidor, certificó que las llamadas de ayuda no provenían de una persona sino de un loro. Diego, que así se llama el animal, estaba sano y salvo, tan sólo repetía la palabra porque "él es así".