Doscientos años antes del nacimiento de Cristo, Eratóstenes fue capaz de medir la circunferencia de la Tierra con una sorprendente precisión -no acertó porque no sabía que el planeta es achatado por los polos-. Que Cristobal Colón fue el descubridor de que vivimos en una esfera y no en un disco es en realidad una falsedad, para entonces todos los estudiosos sabían ya que la Tierra es redonda. El riesgo que asumió Colón era navegar hacia lo desconocido, cuando en la época la mayoría de la navegación se había realizado sin alejarse en exceso de la costa -puertos en el camino como las Islas Faroe, Islandia o Groenlandia permitieron a los vikingos adelantarse en la llegada a América-. Y sin embargo, en pleno siglo XXI, a las puertas de la exploración espacial, el debate sobre la forma de la Tierra ha vuelto.
Desde hace unos meses, un youtuber español, Oliver Ibáñez, ha ganado una cierta relevancia con la publicación de un libro: Tierra Plana: la mayor conspiración de la historia. En su canal acumula 92 mil seguidores y el otro día tuvo a bien corregir al astronauta Pedro Duque su visión del asunto:
En España el movimiento tierraplanista puede sonar marciano, pero lo cierto es que en Estados Unidos tiene bastante seguimiento, y personalidades como Obama y científicos del nivel de Neil deGrasse Tyson han debatido con sus creyentes.
¿Cómo es posible? Lo cierto es que la magia de la red ha permitido a quienes creen en esta teoría unir fuerzas y crear una serie de explicaciones con las que rebatir cualquier evidencia sobre la esfericidad de la Tierra que les puedas lanzar. La primera de la cual es ya bastante atractiva para muchos: todo es una conspiración.
La gran conspiración
Según cuentan, la idea de la “Tierra bola”, como la llaman, es una conspiración de los gobiernos, la NASA (la gran enemiga aquí), los Iluminati o incluso grupos satanistas para ocultarnos la verdad. Las teorías de la conspiración funcionan en gran medida porque molan. En muchas ocasiones casi da pena no creer en ellas. Hacen del mundo un lugar más emocionante, con más misterios y te hace especial al ser de los pocos que conoce la verdad.
Estas ideas se hacen especialmente atractivas en una etapa histórica, tras la durísima crisis económica, en la que muchas personas han perdido la fe en los gobiernos, en los estados y estructuras sociales, el llamado statu quo, algo que ha permitido que florezcan movimientos como Trump, el Brexit o el independentismo catalán. Hoy, creer que el gobierno te engaña es más atractivo que nunca.
“Sal a la calle y observa”
Vamos a admitirlo: la idea de que vivimos en una gigantesca pelota no sería exactamente intuitivo. Si miras por la ventana, el suelo parece plano, el horizonte parece plano, el cielo parece una bóveda y parece que el Sol gira alrededor de la Tierra. En realidad, como dice Oliver a Pedro Duque, la idea de una Tierra redonda sí desafía la simple observación.
O de forma más precisa, debería decirse que desafía la observación simple, porque con un poco de atención se pueden ver signos de que la Tierra no es plana, como los usos horarios, o la longitud de las sombras a diferentes latitudes –exactamente lo que hizo que Erastótenes fuese capaz de medir la circunferencia de la Tierra hace 2100 años-. ¿O no? Y es que juegan con una ventaja: muchas de las consecuencias de vivir en un planeta redondo pueden ser explicados en un modelo plano. Defienden, por ejemplo, que el Sol es mucho más cercano a la Tierra de lo que dice la ciencia y mucho más pequeño, por lo que solo alumbra una parte, lo que explica que sea de día en una parte y de noche en otra. ¿Las estaciones? Durante la mitad del año el sol gira sobre el hemisferio norte y la otra mitad sobre el sur. Y lo que no les cuadra, lo descartan: la gravedad no existe, en realidad MundoDisco acelera hacia arriba a una velocidad de 9 metros por segundo; todas las fotos de la Tierra desde el espacio son falsas y no se ha descubierto el borde de la Tierra porque los acuerdos internacionales prohíben que la gente de a pie explore la Antártida (que según ellos no es una masa de tierra en el polo sur, sino un anillo que rodearía todo el disco, cerrando los océanos).
Pero los argumentos más peligrosos son sin duda los primeros. Cualquier persona que no sea una gran experta en física o que no conozca algunos fenómenos le puede costar explicar refutar el argumento de que en ocasiones se pueda ver a simple vista más allá de lo que la curvatura de la Tierra debería permitir. Sus argumentos se aprovechan de que al cerebro humano le cuesta pensar a gran escala y de lo que vemos en el día a día parece contradecir que vivamos en una esfera.
Un movimiento en alza
Lo cierto es que los tierraplanistas ganan adeptos cada día. Si hace unos meses vimos como el rapero BoB buscaba fondos para demostrar sus teorías, ahora hemos conocido la loca historia de Mark Huges, un hombre que ha construido un cohete casero en el que piensa lanzarse para demostrar que la Tierra es plana.
Qué será lo que consiga está por ver. Pero hay muchísima gente que está dispuesta a creer, no importa que uno de sus argumentos choque con otros (por ejemplo, que nadie ha percibido nunca la rotación terrestre con el que dice que la Tierra acelera hacia arriba). Probablemente los padres de la Ilustración estarán haciendo un facepalm en sus tumbas viendo como en el Siglo XXI esta discusión vuelve a ocupar un espacio en el debate público.
Y yo, como siga viendo vídeos de Oliver Ibáñez, voy a acabar creyendo hasta en dragones.