La Universidad es una etapa que marca una etapa. Haces grandes amigos, te pegas grandes fiestas, realizas actos inconfesables y, en general, te lo pasas como un enano. Excepto un par de meses al año en los que todo lo que quieres es sentarte en la ducha, vestido y con el agua cayendo mientras lloras desconsolado: la época de exámenes.
La Universidad de Utah parece consciente de la necesidad de desfogarse que tienen sus alumnos ante la certeza de que es imposible absorber los conocimientos de 500 folios en los tres días que faltan para el examen. Lo que horas antes parecía factible con mucho café y tres sobredosis de café ahora es una tarea imposible.
Y es que los alumnos se encontraron con la siguiente cabina: un espacio seguro donde el alumno angustiado por la enormidad del universo y de la eternidad, de la insoportable levedad del ser, por los exámenes y por todo lo demás puede encerrarse a llorar abrazado a un osito de peluche:
En realidad se trata de una obra de un alumno de artes visuales, Nemo Miller, a quien algunos de sus compañeros posiblemente lo acaben considerando un bromista pasivo-agresivo.
La cabina tiene sus reglas:
- Llamar antes de entrar (no hay que interrumpir llantos ajenos).
- Solo puede entrar una persona (que es para llorar, pecadores).
- Solo se puede usar durante diez minutos (que tienes que estudiar, llorica).
- Hay que apagar la luz y el temporizador al salir (hay que cuidar el planeta, que luego me lloráis).
- Si vas a publicar en redes sociales, usa #Cryclosetofu (los lloros con likes son menos lloros).
La instalación es una parodia de los llamados "espacios seguros" que llevan ya tiempo popularizándose en las universidades americanas y que ahora están comenzando a llegar a nuestro país. Espacios donde personas de un colectivo que se siente oprimido -como personas de raza negra, mujeres u homosexuales- pueden reunirse para discutir sus problemas sin interferencias de personas ajenas al colectivo. Unos espacios que han generado polémica, ya que para algunos es un sistema que sobreprotege a sus participantes de las -en muchas ocasiones tristes- realidades de la vida.