Aunque la crisis de los refugiados sea un problema global que de momento estamos lejos de enmendar, estos días ha vuelto a estar de rabiosa actualidad. Cuando esto sucede, las redes sociales vuelven a llenarse de comentarios poco afortunados que describen a esas personas que dejan sus países atrás para esquivar a la muerte como una especie de amenaza que pisará nuestra tierra para beneficiarse de ayudas y "robar nuestros empleos".
La historia de la familia Hadhad es un ejemplo de lucha y superación que nada tiene que ver con estos tópicos injustos. Fabricantes de chocolate en Siria, un ataque aéreo destrozó su factoría en 2013 y los empujó a buscar refugio en Libia. Llegaron en 2016 a un pequeño pueblo canadiense en la costa atlántica después de ser admitidos en el programa de refugiados del Gobierno de Canadá.
En septiembre de 2017 lograban abrir su fábrica de chocolate en su nuevo hogar y cumplir su sueño. Un periplo con final feliz y espacio para la reflexión que ha relatado con todo lujo de detalles Ernesto Filardi (@HacheFilardi) en un hilo de Twitter:
Los Hadhad siempre han asegurado que sin el apoyo de sus nuevos vecinos nada de esto habría sido posible. Así que nunca está de más plantearse si nosotros seríamos capaces de brindarles ese respaldo o, por el contrario, les daríamos las espalda. De hecho, ¿quién puede asegurar que no vayamos a estar en su piel alguna vez en la vida?