Los entierros y los funerales son, por definición, momentos profundamente dramáticos. Es ese momento en el que te despides para siempre de una persona que ha sido importante para ti -de lo contrario es que estás en el funeral por compromiso y eso lo hace doblemente dramático-.
Y es precisamente ese drama inherente en un funeral lo que hace que cualquier elemento que se salga de lo esperado sea especialmente gracioso. En medio de un ambiente trágico, lo inesperado es, a la fuerza, cómico.
Solo hay que imaginar los nervios con los que reaccionaría una persona a la que le empieza a sonar 'Viva la vida' con la abuela a medio enterrar. Los teléfonos móviles dan mucho juego, pero más delirante todavía es si en vez de uno de los vivos, el teléfono que no para de sonar viene desde el ataúd.
Eso es lo que pasó en este entierro que para mayor gloria fue relatado por la nieta del fallecido en un fabuloso hilo de Twitter que podría ser adaptado a película por Muchachada Nui:
Un muerto con un teléfono que no es suyo. Stephen King ha empezado novelas de 2000 páginas con menos.