El cáncer sigue siendo una plaga que se lleva a millones de personas cada año. A pesar de los avances -lentos pero constantes- de la ciencia sigue siendo una de las peores noticias que se puede recibir, no solo por la gravedad de la enfermedad, también por la dureza del tratamiento.
Ante lo complicado del camino que tienen por delante, es normal que los enfermos puedan buscar alternativas que les alivien el sufrimiento, que les prometan una solución indolora. Eso es normal. El problema es cuando hay quien se lo ofrece sin ningún tipo de garantía de que vaya a solucionar. Existen dos opciones: que quien lo ofrece realmente crea que puede ayudar o que sepa que está engañando. Que cada uno decida cuál le parece peor.
La desesperación puede llevar a algunas personas a aceptar ayuda de cualquier lugar. Ricardo de Pascual, doctor en psicología clínica explicó en Twitter un caso que le pilló muy de cerca: el de un familiar que gastó mucho dinero en píldoras que -posiblemente- no servían para nada y que llegó incluso a animar al enfermo a dejar la quimioterapia para ocuparse él de curarle: