La perrita que se convirtió oficialmente en prisionera (y heroína) de guerra
En la Jungla. Judy, una Pointer inglés que ejercía de mascota a bordo de un barco inglés se convirtió en la prisionera de guerra 81A de Gloegoer-Medan, el único animal en recibir ese status durante la II Guerra Mundial. Su heroica actuación le valió la máxima condecoración que un animal puede recibir en el ejército británico.
28 agosto, 2018 17:471943, campo de prisioneros de Gloegoer en Medan, Indonesia. Unos guardias japoneses apalizan a un prisionero británico cuando una Pointer inglés se lanza sobre ellos. Ladrando, lanzando bocados, intentando interponerse entre él y los carceleros. Los guardias dejan tranquilo al guardia y golpearon con la culeta de sus armas al animal antes de volver a centrar su atención en el británico.
No era ni la primera ni la segunda vez que la perra trataba de defender a un prisionero británico y el piloto de la Royal Air Force Frank Williams sabía que era cuestión de tiempo que los japoneses decidieran poner punto y final a aquello matando al animal. Así que diseñó un plan. El comandante del campo solía emborracharse de sake, lo que le volvía extrañamente amistoso. Una de esas veces, le ofreció uno de los futuros cachorros a cambio de declararle, oficialmente, prisionera de guerra. El comandante aceptó, y así Judy se convirtió en la prisionera 81A de Gloegoer-Medan. Fue el único animal en tener tal estatus en el mayor conflicto armado de la historia de la humanidad.
7 años antes, en Shangai...
Judy nació algún día de febrero de 1936 en Shangai. En otoño de aquel año, la tripulación del cañonero británico Gnat, que realizaba patrullas por el Yangsé, decidió adquirir una mascota, igual que otros barcos de la armada británica. Sería, además, ideal para labores de caza cuando pisasen tierra. Sin embargo, la tripulación la trataba más como una mascota que como una perra de caza. A eso hay que sumar que pasaba más tiempo en las calles de Shangai que en el campo, por lo que las esperanzas de que tuviera un entrenamiento exitoso parecían escasas.
Pero la vida que esperaba a Judy fue muy distinta a lo que podía esperarse. Con el inicio de la II Guerra Mundial, buena parte de la tripulación del Gnat se transfirió al Grasshopper, un navío mucho más moderno que debía defender Singapur. Tras la batalla en la que los nipones tomaron la ciudad en febrero de 1942, el Grasshopper se dirigió hacia las Indias Orientales Neerlandesas, pero un torpedo evitó que llegasen a puerto, hundiendo el barco y dando comienzo a las heroicas aventuras de Judy.
Comida y agua en una isla desierta
Tras ser torpedeados, la tripulación abandonó el barco y buena parte de ellos acabaron en una isla cercana. Entonces se dieron cuenta de que Judy no estaba con ellos. Tras montar el campamento en cerca de la playa, el contramaestre George White fue enviado de vuelta a los restos todavía flotantes del barco para rescatar cualquier objeto que pudiera ser de utilidad. Y entre unas taquillas encontró a Judy.
Y suerte que la encontró. La falta de agua potable sería un grave problema para el grupo, pero Judy encontró pronto una corriente de agua subterránea que ella misma desenterró. Durante los siguientes cinco días del grupo en la isla, Judy los protegió de las serpientes que se acercaban al campamento.
Judy contra el cocodrilo
A los cinco días, fueron rescatados por un barco que los trasladó a una isla cercana donde dejaron a los heridos. Los demás, incluida Judy, viajaron en un junco hasta Sumatra, donde debían unirse a la evacuación británica de la zona. No sin antes una travesía de 200 kilómetros por la selva. La perra avisó de la presencia de depredadores, incluyendo un agrio enfrentamiento con un cocodrilo que le causó una herida de 15 centímetros que costó al grupo buena parte de sus provisiones médicas.
Por desgracia, llegaron nueve días después de la salida del último barco británico, entrando directamente en una aldea controlada por los japoneses y siendo capturados. Los soldados se negaron a abandonar a Judy, por lo que la colaron en el campamento, al que llegarían el 18 de marzo de 1942, escondida entre sacos de arroz.
Prisionera de guerra
Las condiciones en el campo de prisioneros eran muy duras. Inicialmente fue cuidada por un soldado llamado Cousens encargado de fabricar elementos de cuero para los japoneses y que le daba restos de carne de cerdo. Sin embargo, Cousens murió pronto de malaria. Fue entonces cuando conoció a Frank Williams, quien se convertiría en su compañero para el resto de su vida.
Durante semanas, Judy se alimentaba de restos de raciones de días atrás. Williams pasó días observándola hasta que un día le ofreció todo el arroz de su ración. La prisionera 81A fue capaz de hacer varias excursiones fuera del campamento, volviendo con serpientes, ratas y otras piezas de caza que servían de alimento extra, además de avisar si los guardias se acercaban. En su estancia en Mendan tuvo, además, cinco cachorros, uno de los cuales fue entregado al comandante del campo, como se había prometido a cambio de su status de prisionera de guerra.
Segundo naufragio y de nuevo prisionera de guerra
En junio de 1944 parte de los prisioneros del campo fueron enviados a Singapur a bordo del Harukiku Maru. Sin embargo, un submarino británico, el Truculent, torpedeó el barco. Williams y Judy se vieron obligados a separarse. Mientras huían del barco que se hundía, Williams coló a la perra por una pequeña apertura hacia el exterior, él tuvo que buscar otra salida. Cuando la encontró y se vio en el agua, no vio rastro de ella a pesar de buscarla durante cerca de una hora.
Mientras él la buscaba, Judy estuvo nadando junto a otros supervivientes del naufragio, ayudando a muchos a mantenerse a flote. Entre ellos se encontraba el soldado Les Searle, quien ya había colado a Judy en el campo de prisioneros entre bolsas de arroz. Al ser recapturados, trató de hacer la misma jugada, pero no funcionó. Un capitán japonés amenazó con matarla, pero un comandante que acababa de llegar del campo de Gloegoer y conocía el status de prisionera de guerra de Judy lo evitó.
La selva de Sumatra y después de la guerra
Williams también fue de nuevo capturado sin saber qué había sido de Judy. Su sorpresa fue mayúscula cuando a la llegada al campamento de Sumatra, una perra saltó sobre él, tirándolo al suelo. Las condiciones en ese campo eran aún más duras. Los prisioneros eran los encargados de abrir un sendero en la jungla para construir una vía de tren. Judy avisaba de la presencia de animales que podían ser peligrosos como ya había hecho anteriormente, pero en esta ocasión era todavía más agresiva con los guardias.
Tras varios encontronazos con los guardias -y una huida por la selva en la que una bala le rozó causándole una pequeña herida- una plaga de piojos fue la excusa perfecta para condenarla a muerte. Williams hizo que huyera a la selva. Cuando los japoneses se retiraron del campamento con el final de la guerra, Judy reapareció, reuniéndose con Williams.
Judy vivió el resto de su vida con Williams -no sin antes tener que volver a colarse, con ayuda de Les Searle a bordo del barco que les tenía que llevar de nuevo a Inglaterra-. A su llegada, pasó seis meses en cuarentena. Por todo sus actos, recibió la Medalla Dickin, la máxima condecoración que puede recibir un animal y que solo sesenta y tres animales han recibido.
Vivió en Europa, Asia y África junto a Williams. Finalmente, fue sacrificada el 17 de febrero de 1950, a los 13 años de edad, debido a un cáncer de mama. Está enterrada en Tanzania.