Kingsley es un cachorro de retriever de Nueva Escocia de cinco meses que viajaba con su dueño, Matthew, desde Missouri hasta Canadá para participar en un concurso canino. Sin embargo, tuvo un viaje muy distinto al que todos esperaban. De camino, pararon unos días en Des Moines, Iowa, para que otro de sus perros, Merlin, un golden retriever, participaría en otro certamen. Allí se alojaron en uno de los muchos establecimientos de Days Inn, una cadena de moteles.
Al cabo de un rato, comenzó a ver cómo el animal se comportaba de forma muy extraña, moviendo la cabeza de un lado para otro de forma histérica. Evidentemente, su dueño decidió llevarlo de forma inmediata al veterinario. Allí le diagnosticaron rápido: Kingsley estaba colocado de una sustancia estimulante, posiblemente algún tipo de anfetamina o cocaína.
Al volver a su habitación, donde el dueño sospechaba que se había intoxicado el perro, por la hora, realizó una pequeña búsqueda y rápidamente encontró una pieza de metanfetamina "del tamaño de una magdalena" que se había quedado pegada a la alfombra. Estaba, además, muy cerca del lugar donde había puesto el comedero de Kingsley. El análisis de la policía confirmó que se trataba de la droga, aunque no en la variedad azul que distribuye Heisenberg.
El consumo de metanfetamina se ha disparado en la última década en algunas regiones de EEUU, y los animales tienen un cierto riesgo de consumirlas. Para los perros, una dosis pequeña puede ser letal. Por suerte, Kingsley apenas debió lamer el cristal. A pesar del serio colocón, tras pasar 24 horas en observación y con el tratamiento adecuado, estaba en perfectas condiciones y no sufrirá efectos a largo plazo. Todo se quedará en el vídeo de aquella vez que se agarró un viaje y hasta parecerá gracioso.
Aunque se plantearon irse a la mañana siguiente, cuando Matthew se despertó Kingley parecía feliz y estaba jugando con sus otros dos perros, así que decidió presentar al animal en el concurso, donde logró la tercera plaza a pesar de lo ajetreado del día anterior.