Y al octavo día Dios creó Internet. Como vio que todo estaba muy vacío, lo llenó de Internautas. Al principio todos se llevaban bien, charlaban, se daban likes y se enviaban corazoncitos por Instagram. Pero entonces a uno de ellos vio que aquello era demasiado aburrido, demasiado bucólico y pastoril. Y entonces comenzó a dejar mensajes injuriosos. Y todo el mundo entró al trapo.
Y se hizo el caos.
Podemos criticarlos, decir que son un coñazo, que son lo peor, desear que con un chasquido de los dedos de Thanos todos se convirtiesen en polvo y dejasen nuestros timelines, pero hay que admitir que en el fondo los queremos. Los sufrimos, pero a veces también nos reímos con ellos. Nos dan temas de conversación y trollear al troll puede ser un buen divertimento de domingo. Algunos trolls hasta llegan al congreso, mirad a Gabriel Rufián. Y vamos a reconocerlo, todos hemos trolleado alguna vez.
Fijáos si los queremos que hasta tienen un día dedicado a ellos, como los retretes (19 de noviembre) o la pereza (19 de agosto) . El 19 de octubre es el día del troll, así, tal y como lo oyes, se ve que el 19 de cada mes es el reservado para una temática absurda o algo así.
Pero es que sin ellos Internet no sería lo que es. No sabemos si sería un lugar mejor o peor, pero sería, seguro, más aburrido.
Trolls: una historia de origen
Cosas que no sepas sobre los trolls: su nombre no se debe directamente al monstruo mitológico. En realidad viene del verbo to troll, que en inglés se refiere a pescar con caña. Se comenzó a usar para hacer referencia a los usuarios que buscaban irrumpir en una conversación constructiva en un foro y arrastrarla al fango. Comenzó a popularizarse de principios de los 90, de un grupo de Usenet llamado AFU (alt.folklore.urban), aunque ya había sido usado en otros grupos a lo largo de los años 80.
Su coincidencia con la criatura fue bastante afortunada -y de hecho es posiblemente lo que hizo que su uso se extendiese tanto- hasta el punto que ahora que escribo trollear el diccionario del ordenador no me lo marca como erróneo.
El primer caso de trolleo documentado -aunque sin demasiada información- data de 1982 y 1983, cuando Alex, un psiquiatra, se hizo pasar en los foros de CompuServe por Joan, una fanática religiosa muda y discapacitada, necesitando silla de ruedas por un accidente de coche. Aunque explicó que lo hacía para relacionarse mejor con sus pacientes femeninas, la farsa se destapó cuando Joan trató de convencer a una ciberamiga de que tuviera sexo con Alex (él mismo).
Cómo matar a un troll
Cuando el saque-hobbit Bilbo Bolsón y la compañía de Thorin Escudo de Roble fueron capturados por los trolls Guille, Tom y Berto, el truco de Gandalf para vencerlos fue entretenerlos hasta el amanecer y que el sol los convirtiese en piedra. En la vida real -o lo que sea Internet- el truco para deshacerte de uno es el contrario: matarlo de aburrimiento.
Las razones por las que una persona que tal vez es agradabilísima en el cara a cara se convierte en un troll cuando está tras una pantalla son inescrutables. Quizá sea el aburrimiento, quizá es que en el fondo sea mala persona, o quizá responde a motivos más oscuros -políticos, por ejemplo- y simplemente quiere aniquilar o tomar el control de una conversación que no le interesa. Pero en general los trolls quieren todos una cosa: tu atención, la atención de todos.
Por eso la mejor estrategia para torearles es, básicamente, ignorarles. A veces es difícil, muchas veces son adorables, como esos perritos que te miran y no puedes evitar abrazarles y achucharles. No les contestes, no les des coba. Deja que se aburran y acabarán yéndose a otro lado. Pero cuando decimos que no los ignores, nos referimos a ignorar totalmente. Ni siquiera borres sus comentarios, eso les hará que sientan que sus comentarios han tenido efecto. Si necesitas deshacerte de ellos de tu página o blog, trata de bloquear su IP, o será capaz de hacerse otra cuenta para seguir trolleando.
Tu primer troll es como tu primer beso
Crecer en Internet a veces no es fácil, hay mucha gente ahí fuera y con mucho talento (o con mucha pasta para pagar anuncios), por eso cuando aparece tu primer troll en tu blog, canal de YouTube o en tu Twitter es un pequeño hito. Es una señal de que ahí fuera hay gente que te está escuchando.
El primer troll es como tu primer beso, no se olvida. En mi caso fue un argentino que me acusaba de ser “madridista con careta culé” solo por decir que Puyol recién recuperado de una lesión de rodilla era mejor que no jugase. Estuvo un par de semanas dando por saco, pero tal y como vino se fue. No sé qué fue de él.
Pero yo no le olvidaré.