Incluso los que no soportamos la Navidad tenemos que reconocer que hubo una época, en la que los avatares de la vida aún no nos habían apaleado, en la que la disfrutábamos. Era una especie de condicionamiento de Pavlov, en el que ver las lucecitas por la calle significaba que en breve íbamos a poder nadar en juguetes nuevos.
El mundo de los adultos se divide entre quienes aman la Navidad y quienes la odian. Pero todos los niños la adoran. Por eso, cuando a la madre de Keith le dijeron que su hijo no llegaría a las fiestas de este año, todo su pueblo se rebeló contra ese destino.
El chico, de 12 años, sufre un cáncer que le afecta al cráneo, la médula espinal e hígado. Ante la fatalidad de lo que venía, la madre decidió adelantar la Navidad decorando su casa con antelación. En cuestión de días, todo el pueblo -situado en Ohio, EEUU- estaba en diciembre en pleno octubre. Luces, Papá Noel por las calles, villancicos, y una gran procesión de 100 coches completamente decorados de Navidad pasearon por el pueblo mientras Keith recibía una medalla al valor otorgada por el alcalde.
"Le encanta la Navidad. Su vida ha sido tomada por el cáncer y las medicinas, pero yo quería que mi hijo disfrutase de unas últimas navidades. A finales de septiembre, convertimos nuestra casa en una maravilla invernal", explicaba la madre a Unilad. "Pusimos luces, dulces, osos polares y a Papa Noel. Pusimos un cartel de 'Polo norte' y una pancarta que decía "Feliz Navidad, valiente Keith. Notamos que nuestros vecinos hicieron lo mismo, y de golpe todo el mundo lo hacía".
Sus amigos se presentaron en su casa vestidos de Papá Noel y de elfos y pudo pasearse por el pueblo en un camión de bomberos. "Fue el mejor momento, pude tocar la bocina", dijo el chaval. La pesadilla de Keith empezó, precisamente, la Navidad de 2010, cuando tuvo que ir al hospital y acabó en el quirófano después de que le encontrasen fluido en el corazón, aunque no le diagnosticarían cáncer hasta marzo de 2012.
Ni la cirugía ni las cuatro rondas de quimioterapia y radioterapia fueron suficientes, y el pasado mes de marzo el maldito cáncer volvió. "Es mi primer hijo. Es duro ver a tu hijo morir y saber que no vas a pasar otra Navidad con él. Ninguna madre debería sobrevivir a su hijo". Aunque al menos han podido pasar una última Navidad.