Si tu corazón no se ablanda aunque solo sea un poco cuando llega la Navidad es que no eres de este mundo. Las tradiciones que pasan de abuelos a nietos, los reencuentros con las personas a las que quieres, las luces, la música, las típicas pelis... La maquinaria comercial sabe que estamos especialmente vulnerables a los mensajes bonitos, así que nos lanzan dardos en forma de anuncios que nos dan justo en el centro de nuestro punto débil.
Por ahora hemos pasado por las teclas del piano de Elton John y también nos ha hecho llorar (y tener un pánico indescriptible) el de Ruavieja recordándonos el poco tiempo que nos queda con los nuestros, dos anuncios en los que las marcas no han escatimado recursos -sobre todo en el caso del primero, que ha costado 7.866.000 euros-, con el único objetivo de estar presentes en nuestras compras navideñas.
Pues bien, el siguiente anuncio tiene dos peculiaridades que no han influido a la hora de crear un relato conmovedor por Navidad. La primera es que ha costado solamente 50 libras (unos 56 euros) y, la segunda, es que no busca vender nada, sino decirnos que "el amor es un regalo" (love is a gift). Aunque se publicó en diciembre de 2014, su creador, el cineasta británico Phill Beastall, lo ha vuelto a publicar en su página de Facebook y no ha tardado en hacerse viral.
La última cinta
En el vídeo conocemos a Chris, un tipo solitario que tacha los días del calendario esperando con ansia la llegada de la Navidad. Sin embargo, no es una gran fiesta la que le espera ese 25 de diciembre. No hay nadie más con él, no hay un viaje programado, tan solo hay una caja con casetes. Coge la última, la mete en su walkman, se pone los cascos y empieza a llorar. Escuchamos entonces a su madre.
"Hola Chris, soy mamá. Feliz Navidad. Ha pasado otro año y me gustaría decirte algo que no te había dicho: gracias por tomarte tiempo para recordarme después de todos estos años. No me puedo creer que vayas a cumplir 30 pronto. Ojalá pudiese estar para ver cómo has crecido y el tipo de hombre en el que te has convertido. Sé que estaría muy orgullosa de ti. Así que esto es todo, mi última cinta. Ojalá pudiese seguir hablando contigo todas las Navidades, pero es hora de decir adiós. Recuerda lo mucho que te quiero, nunca lo olvides. Siempre seré tu mamá. Antes de irme, déjame contarte una historia sobre el día más feliz de mi vida: el día que naciste...".
Unos cuantos planos del hombre, del calendario, de las cintas apiladas desde 2005, una voz de fondo y un relato que nos recuerda que lo más grande que tenemos no se puede comprar. Toda una maravilla que a Beastall, según lo que ha contado en The Sun, se le ocurrió mientras corría. "Quería hacer algo que fuera emotivo y que cautivase a la gente. Algo con lo que, tal vez, irían a ver a sus esposas, esposos o hijos y les darían un abrazo para decirles 'te quiero'". El videógrafo afirma que "no siempre se necesita un gran presupuesto, sino un guión impactante y capaz de transmitir el mensaje".
De hecho, el recurso de las cintas, los vídeos o las cartas que dejan las personas que se van a morir para que sus seres queridos sigan recordándolos se utiliza a menudo en el cine y la literatura. Una de las películas españolas que lo ha hecho de una forma brillante ha sido Mi vida sin mí, de Isabel Coixet. La joven protagonista, Ann, no le cuenta a nadie su estado terminal y deja casetes grabados para su madre, su marido y, como en el anuncio navideño, también para sus hijas.