Pocas herramientas las carga tan malévolamente el diablo como WhatsApp. No porque la aplicación sea un problema, tampoco los móviles, sí porque la inmediatez y facilidad para acceder a la mayor parte de personas ha hecho que WhatsApp se convierta casi en una religión. Felicitamos por WhatsApp, nos informamos por lo que comparten nuestros amigos por WhatsApp, nos mantenemos en contacto con los familiares utilizando los grupos... Y claro, esa facilidad para comunicarse allana el terreno a cualquier asociación, como la de los padres.
Mi hijo ahora está en primero de secundaria, pero llevaba arrastrando un grupo de WhatsApp de padres desde primaria. Seguro que todos los padres saben a lo que me refiero cuando digo que esos grupos pueden convertirse en un campo de batalla tan peligroso que ni Rambo se atrevería a adentrarse metralleta en mano. Lo que comienza como un soporte para los niños, con la idea de que todos los padres sepan qué ocurre en el colegio y puedan ayudarse unos a otros, termina en un desfase de tal calibre que lo último de lo que se habla es de los pequeños. En mi grupo de padres hasta se organizaban juergas de sábado. Y cuando preguntabas por los deberes del lunes...
Mi desafección con el grupo de WhatsApp de mi hijo llegó a tal nivel que al final terminé por abandonarlo sin que el resto de padres me preguntara jamás los motivos ni me instara a regresar al redil. Al principio creía que mi caso era una excepción y que el resto de grupos de padres servía para lo que estaban planteados: ofrecer apoyo a los niños de cara a no perderse las tareas de clase. Pero no, he podido constatar que muchos de esos grupos se convierten en una especie de lugar de encuentro para las aficiones de los progenitores. Fue leer el hilo de Eugenio d'Ors y sentirme plenamente identificado.
Eugenio contó en un divertido hilo de Twitter su experiencia con el grupo de padres de su hija, que actualmente cursa P3. Lo que en un principio servía para poner en contacto a los padres de cara a servir de apoyo para los niños terminó degenerando en un despropósito tal que Eugenio se vio obligado a que le expulsasen del grupo.
Los grupos de WhatsApp de padres son como las cenas de empresa: comienzan formales y van desvariando hasta que lo mejor que puedes hacer es escaparte sin mirar atrás. Yo lo hice así y no tuve que arrepentirme por ello. Aunque prefiero la metodología de Eugenio: que te expulsen de un grupo es mucho mejor que abandonarlo.