Después de épocas de altibajos, desde 2013 el turismo rural no ha dejado de crecer en nuestro país. Según los datos del INE, los establecimientos de este tipo registraron un aumento de un 2,3 % en agosto de 2018. Unos 613.097 turistas optaron por huir de las ciudades y refugiarse del estrés en los pueblos de España durante ese mismo mes, todo un hito.
Lo cierto es que se supone que este tipo de viajeros, que cada vez más llegan desde fuera de nuestras fronteras, saben lo que quieren cuando eligen un hotel rural: tranquilidad, naturaleza, sostenibilidad, tradición y, a lo mejor, no todas las comodidades y el silencio que ofrecen los establecimientos urbanos. Pero no siempre es así. De hecho, los juzgados vienen de darle la razón al dueño de un alojamiento en Cangas de Onís (Asturias) que denunció a un vecino porque sus huéspedes se quejaban del ruido que hacían las pites, gallinas en asturiano.
Este hecho no ha pasado desapercibido para Nel Cañedo, un pastor asturiano que aglutina miles de seguidores en las redes sociales y se dedica a reivindicar las necesidades de los que, como él, viven en el entorno rural. "Chucho, estamos llegando al pueblo y estamos en temporada vacacional. Así que ya sabéis: os tiráis todos los pedos aquí que, en cuanto entremos al pueblo, no se pueden tirar pedos que molestamos a los turistas", comienza el vídeo que ha publicado el pasado 1 de mayo y que no ha tardado en hacerse viral con más de 642.000 visitas solo en Facebook.
"¿Para qué venís al pueblo a hacer turismo rural?"
"Así vamos a acabar, gente del pueblo", advertía Nel antes de empezar a desgranar el caso de las gallinas que molestaban a los turistas en plenos Picos de Europa, alegando que cantaban en horas "intempestivas". "¿Horas intempestivas qué son, majos? Porque, para mí, son las 3 de la mañana, cuando los inquilinos de la casa rural están con la música en el jardincito: chunda, chunda, chunda... Y nunca nadie protestó en mi pueblo", recriminaba el pastor en su alegato de Facebook.
"Pero, que un pollo cante a las 7 de la mañana o a las 6, cuando empieza a salir el sol, pues es lo normal", sentenció antes de añadir: "¿Para qué venís a un pueblo a hacer turismo rural? Resulta que el pollo molesta, pero ¿el chunda-chunda no? Después, que pase el tractor a las 4 de la tarde por delante de casa molesta, porque como estuvimos de comedia hasta las 7 de la mañana hay que dormir la siesta".
"La culpa es del juez"
Nel concluye su alegato lanzando varias reflexiones al aire. La primera, un tirón de orejas a la prensa que contó la noticia "como si fuese un éxito", acompañándola de una foto del dueño del hotel rural "todo gayasperu (presumido)": "La noticia tenía que haber sido que un juez obliga a cerrar un gallinero porque molesta a los inquilinos", zanjó.
Continuó cebándose con el dueño del hotel: "Vamos a ver, majo, tú tienes un hotel rural. Lo rural, en contraposición con lo urbano, tiene unas características determinadas y, entre ellas, está que en los pueblos hay gallinas, vacas, tractores...". Y tampoco se olvidó de repartir estopa entre los turistas protestones: "Cuando vas a un hotel a Madrid, a Gijón o a Oviedo no se te ocurre protestar por el ruido de los coches o del camión de la basura".
"Lo que puedes hacer es poner en las opiniones que el hotel estaba mal aislado de los ruidos", aconseja Mel instando al dueño del establecimiento asturiano que denunció a "invertir y poner ventanas aislantes y entonces ya no habrá ningún problema". "Pero claro, es mucho más fácil denunciar al vecino", insistía antes de señalar al que, según él, es el verdadero culpable de todo esto.
"La culpa de todo esto no la tienen ni los carapijos que protestan cuando vienen a un hotel rural ni el carapijo del dueño del hotel, ni las gallinas, ni la prensa. La culpa la tiene el juez porque a nadie se le ocurre admitir a trámite ese tipo de denuncias. Que venga un tipo y denuncie unas gallinas en un pueblo porque canten es que al juez, o a la jueza, le falta una patata para el kilo, o dos", espetó ante la cámara tocándose la cabeza.
De la asesoría al monte
Nel Cañedo tiene 30 años y es todo un fenómeno del mundo rural. Un tipo sin pelos en la lengua que tira de ironía para denunciar las situaciones hilarantes que se dan a su alrededor. Desde 2015 vive elaborando queso después de pasar por la Escuela de Pastores de Picos de Europa. Antes, había acabado la carrera de Historia. Como las salidas tampoco eran muchas, empezó a trabajar en una asesoría como auxiliar administrativo, pero pronto se dio cuenta de que no era lo suyo.
Su primer éxito en las redes llegó hace tres años, cuando lamentaba la actitud de los viajeros que subían a Picos de Europa en coche y protestaban porque se encontraban con ganado por las carreteras. Él pedía, con mucho sarcasmo, que el Gobierno diese "cursillos de educación animal" porque "miles de turistas no pueden subir porque les cierran el paso":
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