La indignación de una madre por la precariedad de los maestros: "¿En qué mierda de país vivimos?"
En La Jungla. La educadora de su hija se ha visto obligada a dejar la escuela e irse a trabajar a un supermercado porque cobraba 880 euros mensuales.
27 junio, 2019 03:33Noticias relacionadas
"Si yo fuera un verdadero socialista no gastaría ni un solo penique en educación superior, lo gastaría en educación infantil". Esta cita, del que fuera ministro laborista de Educación del Reino Unido, Charles Clarke, encabeza el trabajo que María Jesús Mancebón, Domingo P. Ximénez-de-Embún y Adriano Villar-Aldonza hicieron para la Universidad de Zaragoza sobre la Evaluación del efecto de la escolarización temprana sobre las habilidades cognitivas y no cognitivas de los niños de cinco/seis años.
Su estudio vino a demostrar que las inversiones públicas en educación infantil "constituyen un elemento que puede ser decisivo en la mejora del sistema educativo en su conjunto". Es decir, los pequeños que pasan por la etapa preescolar acceden en mejores condiciones a la enseñanza primaria y obtienen mejores resultados en las siguientes etapas. A todas luces, parece que la de educación infantil tendría que ser una de las profesiones más valoradas, pero en nuestro país un gran porcentaje de educadoras son pobres y algunas acaban renunciando a su profesión por ello.
El pasado mes de mayo, estas profesionales -hablamos en femenino porque un 95 % son mujeres- salieron a la calle para protestar por sus condiciones laborales en plena negociación de su nuevo convenio. Sus movilizaciones no sirvieron para mucho: verán aumentado su salario solamente en un 5 % tras siete años congelado. Un poco de dinero más que fija sus sueldos en 830 euros si trabajan en un centro privado y 900 euros si se trata de un centro público externalizado.
“Condenadas a la precariedad”
A estos números le ha puesto rostro la periodista Vanesa de Lucio, contando en Twitter la triste realidad que vive la profesora de su hija. Su hilo, con más de 10.800 retuits, ha servido para visibilizar la precariedad que están sufriendo estas profesionales:
Como ya no voy a coincidir con ella a final de mes, ayer me despedí de la profesora de la ESCUELA INFANTIL PÚBLICA de mi hija para desearle feliz verano. Mi sorpresa fue que resultó ser una despedida para siempre...
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
ABRO HILO :-(
Entre lágrimas y con un disgusto inconsolable, me confesó que no le queda más remedio que dejar el trabajo. Recibe un salario de 880 euros netos al mes (837€ base + 43€ de complemento). Para sobrevivir, lo complementa con varias horas cada tarde en una cadena de supermercados.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
El supermercado le ha ofrecido un puesto a jornada completa… y tras mucho pensarlo, lo ha aceptado. No seguirá el curso que viene. Allí le pagarán 1.320€. Renuncia a su vocación, a lo que le gusta y a lo que hace de maravilla porque, literalmente, no puede vivir de su trabajo.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Quien tenga hijos/nietos conoce de sobra la labor que hacen las Educadoras Infantiles. Quienes no, deben saber que no son “cuidadoras”. Que tienen una programación, que se dejan la piel. Que llevan hasta material desde casa. Que nos dan informes de todo lo que aprenden...
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
...que enseñan, imparten inglés, limpian, trabajan la motricidad, alimentan, fomentan su autonomía y su curiosidad, secan lágrimas, apoyan, cantan, consuelan… HACEN DE TODO
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
…y lo hacen desde que entran por la puerta a las 07:00 de la mañana para dar desayunos, y siguen con la misma sonrisa cuando llegas a las 17:00 y están con la merienda. La espalda molida de agacharte y coger todos los días varias veces a 14 críos. Se curran lo indecible.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Lleva todo el curso pensándolo. Lo decidía. Luego entraba al aula y la sonrisa de los niños posponía un mes más la decisión. “probé una excedencia de dos meses en el supermercado para ver si podía sobrevivir solo con el sueldo de la Escuela…” Imposible.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
“Si solo fuera un poquito más de dinero…” se lamentaba. Y no sé si me encogía más el corazón que se tenga que marchar o que hayamos llegado a semejante nivel de resignación.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Llevo desde ayer sin quitármelo de la cabeza. Sus lágrimas. Su inconsolable tristeza. Su decisión obligada. Mi hija perderá a una profesional preparada, que estudió y se formó para serlo. A la que los niños adoran. A la que el sistema no valora.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Una profesional frustrada que no pueden dedicarse a su trabajo. Porque con 880 euros no se puede llenar el depósito, comer y pagar el alquiler. No se puede ni sobrevivir. ¿Aspirar a comprarse un piso, irte de vacaciones…?
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Se me cae el puto alma a los pies. Se me ocurren pocas profesiones donde haya tanta responsabilidad y tan poco reconocimiento. Les dejamos a NUESTROS BEBÉS en una etapa crucial. Que te vayas a trabajar sabiendo que están en las mejores manos es impagable. Pero…
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
…el último convenio de Educación Infantil (firmado hace un mes pese al rechazo general del colectivo) ha subido un 5% un sueldo que llevaba 7 años congelado. El 80% de ellas seguirá sin llegar a los 1.000 euros en 2020. Siguen condenadas a la PRECARIEDAD.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Como no le he pedido permiso para contarlo, ni hablo por ella ni doy su nombre... Solo quiero denunciar una situación que me parece INTOLERABLE. Desahogarme. No puedo tener más rabia y más tristeza.
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
¿En qué país de mierda vivimos para que una persona que educa, alimenta e instruye a nuestros hijos merezca ese sueldo? ¿Qué sociedad tenemos para que se pague más al que repone los yogures que al que tiene la responsabilidad de cuidar a nuestros hijos…?
— Vanesa de Lucio (@vanesadelucio) 22 de junio de 2019
Aunque la escuela de su hija está en Madrid, De Lucio prefiere no dar más datos “porque no se trata de personalizarlo en nadie. Es una situación que afecta a todas las escuelas infantiles públicas de gestión privada, como por desgracia está sucediendo con tanta privatización de lo público”, explica a EL ESPAÑOL.
La periodista sí sabía de la precariedad de sus salarios “porque a lo largo del curso han hecho huelga cuando se negociaba el convenio y mi hija mayor también fue a la misma escuela”; pero desconoce si el resto de las familias saben lo que está sucediendo a pesar de haber salido en algunos medios. Eso sí, exculpa por completo a la dirección de los centros: “Son una parte más del sistema y de una gestión negociada a nivel estatal que compete a los políticos y dirigentes. La dirección no decide salarios ni condiciones”, observa.
Desde que se aprobó el nuevo salario mínimo interprofesional el pasado diciembre, los educadores infantiles de las privadas perciben un pequeño complemento para llegar a esos 12.600 euros anuales y, aunque las Administraciones pagan mejor a sus trabajadoras, según Comisiones Obreras “el 90 % de las trabajadoras pueden ser consideradas como pobres por la Carta Social Europea. Su retribución apenas supera el salario mínimo y no alcanza el 60 % del salario medio nacional”.
Un trabajo fundamental que no se valora
Vanesa de Lucio quiere dejar claro que con su hilo no ha pretendido “menospreciar al trabajador de un supermercado, a un ayudante de mecánico o a cualquier otra profesión. Me parece perfecto que cobren lo que cobran. Es más, deberían percibir más. Lo que pongo en valor es la miseria que cobran ellas, sobre todo, si tenemos en cuenta la responsabilidad de su trabajo”.
Está convencida de que “no se valora en absoluto la labor que realizan estas profesionales, fundamentales en una etapa esencial”. Recuerda, además, que “tienen una cargas increíbles, no son meras cuidadoras. Se les piden unidades programáticas, imparten inglés, fomentan la curiosidad y el desarrollo de los niños, educan, apoyan, cuidan, alimentan… y reciben un sueldo mísero que las condena a la precariedad y, en muchos casos, como este, a dejar la profesión para la que se formaron porque no pueden vivir de ello”.
Asegura que estos días se ha dado cuenta de la “ola de solidaridad y afecto que reciben las educadoras”, pero también cree que “si todos los padres supieran lo que cobran las profesoras de sus hijos se quedarían de piedra”. Para ella es “inconcebible” que paguemos mejor a “quien nos cuida el coche o quien nos hace la comida que a quien cuida de lo más valioso que tenemos: nuestros hijos”.
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