La selva amazónica lleva ardiendo desde el pasado mes de enero y en el llamado primer mundo nos hemos enterado esta semana. Seguramente habría personas que ya lo sabían, pero seamos francos, aquí hasta que algo se convierte en trending topic es como si no existiese. Así, al ver Amazonia en tendencias, el mundo ha empezado a llorar por los pulmones del planeta que habían ignorado hasta ahora.
El Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil tiene contabilizados 71.497 focos de fuego en el país desde que comenzó el año y más de la mitad se han registrado en la selva, que sigue ardiendo hoy. La NASA ha constatado que los incendios en la región amazónica han crecido un 83 % en comparación con 2018, afectando a 68 reservas protegidas.
La vegetación de la selva amazónica absorbe millones de toneladas del dióxido de carbono que está en la atmósfera, reduciendo el llamado efecto invernadero y, por lo tanto, frenando el cambio climático. Además, es fundamental en la regulación del clima, la conservación de especies vegetales y en la producción del agua dulce. Su desaparición, aunque ya solo sería una tragedia en sí misma por amenazar la vida de las comunidades indígenas que viven allí, sería algo nefasto para todo el planeta.
La comparación con Notre-Dame
En las redes sociales no solamente empezó a correr como la pólvora el #PrayForAmazonia, las fotos de la catástrofe medioambiental y los dibujos apelando a la Madre Tierra, sino que se popularizó una corriente de opinión que comparaba la ingente movilización de medios para sofocar el incendio en Notre-Dame y restaurar cuanto antes el templo que ardió en abril, con la escasez de respuesta en este caso:
Y, mientras la selva sigue ardiendo y los políticos echan balones fuera, solo unos pocos mantienen la sensatez:
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