Los datos de la incidencia del coronavirus en España son preocupantes. Nuestro país ha vuelto a superar los 200 casos por cada 100.000 habitantes, una cifra que había conseguido rebajar hace algo más de una semana. A pocos días de que comiencen los festivos navideños y también de que lleguen las primeras vacunas, el virus ha querido manifestarse para recordarnos que estamos lejos de poder bajar la guardia.
Sin embargo, todavía hay quien sigue por la labor de salvar la Navidad a toda costa, un extremo que parece cuanto menos irrespondable visto lo visto. Y es que conviene aceptar, sin dramas, que este año todo será diferente y no por ello traumático. Estos mismos insensatos son los que han desescalado a su propio ritmo y se sienten cómodos en espacios cerrados, sin mascarillas, y a poca distancia de sus amigos porque "si está permitido, será por algo".
Pues bien, una escena muy parecida es la que se ha encontrado estos días el periodista y presentador de Horizonte: Informe Covid, Iker Jiménez, cuando estaba llevando a su perro al veterinario. Una sorpresa muy poco agradable para el comunicador, muy concienciado con la gravedad de la situación sanitaria, sobre todo después de que falleciese con el virus un conocido suyo.
"Me he quedado impactado"
Jiménez echó un vistazo al interior de los restaurantes y los vio repletos de gente, como si esto se hubiera acabado ya. Además, para empeorarlo, los comensales estaban sin mascarilla, un extremo que le ha parecido "inconcebible" y que presagia, según la versión más pesimista del presentador, que "no hay nada que hacer":
El tuit de Iker Jiménez no tardó en hacerse viral y encender la polémica. Muchos le han comentado lo más evidente: que es imposible comer con la mascarilla puesta. Otros apelan a la vuelta a una rutina necesaria y a contribuir a paliar la crisis económica; pero ciertamente una mayoría se ha mostrado igualmente indignada que él:
Y que, por supuesto, no se trata de dejar en la estacada a los restaurantes ni mucho menos, pero sí de tener sentido común. De procurar, por ejemplo, pedirles la comida para llevar o a domicilio, de escoger un lugar en la terraza aunque haga frío o de intentar, especialmente si no hay más remedio que comer en el interior del local, que la mascarilla solamente se baje cuando demos un bocado o un sorbo.
Lo preocupante son las personas que se quitan la mascarilla en cuanto ocupan su mesa y no se la vuelven a poner hasta que acaban de comer y se disponen a levantarse. Durante todo ese tiempo no han estado comiendo y bebiendo, pero sí hablando, riéndose y poniendo en riesgo, en definitiva, a sus acompañantes y a los trabajadores del restaurante. De hecho, la queja de un establecimiento hostelero de Valladolid que denuncia esta situación tan común se ha hecho viral en Twitter:
Estamos hartos, sí, pero lo más sensato es seguir teniendo paciencia. Algún día todo esto acabará y, si cumplimos, ese día llegará antes.