El pasado 13 de noviembre saltaba la noticia: el Frente Polisario desempolvaba las armas en el Sáhara Occidental 29 años después al romperse el alto el fuego de 1991 con las Fuerzas Armadas de Marruecos. Se declaraba el estado de guerra en la frontera con Mauritania y el Ejército saharaui asumía el control de la seguridad nacional, tal y como declaró el presidente de la República Árabe Democrática Saharaui (RASD), Bahim Ghali.
Frente al conflicto, España ha optado por la vía diplomática al mostrar su apoyo al Secretario General de Naciones Unidas para garantizar "el respeto del alto el fuego en el Sáhara Occidental acordado y supervisado por la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO)". El Gobierno ha estacado la importancia de mantener la estabilidad en la región e instó a las partes a retomar el proceso de negociación.
Pocos días después de que el Ejecutivo de Pedro Sánchez fijase esa postura oficial ante el conflicto para no enturbiar las relaciones con Marruecos, el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, instaba a sus socios de gobierno a que apoyasen la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental. "Desde Unidas Podemos queremos mostrar nuestra profunda preocupación porque estos incidentes puedan reabrir una guerra tan cruenta como la que durante años enfrentó al Ejército marroquí y el Polisario", apuntaron.
El cabreo de Exteriores
Tras el comunicado de la formación morada, el Ministerio de Exteriores se echó las manos a la cabeza porque la actitud del vicepresidente estaría complicando las relaciones diplomáticas con Marruecos. De hecho, Sánchez pretendía que Iglesias acudiese a la cumbre con el país norteafricano; pero finalmente el propio líder de Podemos renunció a acudir para no molestar al presidente ni a sus bases.
Mientras ocurría esto, Trump y Reino Unido daban el espaldarazo a Marruecos y la reunión con España se cancelaba a petición de Rabat, para que nuestro país reconsidere su postura respecto a la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental. Iglesias, mientras tanto, insistía en pedir "firmeza" a Sánchez después de la jugada de Estados Unidos.
El órdago de Rufián
Con Mohamed VI procurando aliados internacionales a cambio de una porción el pastel, este miércoles la cuestión volvió al Congreso de los Diputados de mano del PNV y ERC. No obstante, la cuestión planteada por el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián, ha sido la más destacada por su marcado carácter incisivo que supuso toda una provocación. Un dardo envenenado directo para Pablo Iglesias.
"Leo", dijo Rufián en la tribuna de oradores, "los saharauis no solo son nuestros vecinos del sur, son nuestros hermanos, y a los hermanos no se les abandona". Terminó la cita para aclarar que "esta frase no es mía, es del actual vicepresidente, el señor Pablo Iglesias, en 2014. ¿Qué ha pasado? Las violaciones, las desapariciones, el exilio, los encarcelamientos, la malnutrición, los abusos son los mismos que entonces".
La cara de Iglesias, en su escaño, era digna de enmarcar mientras concluía Rufián: "El Gobierno español, por responsabilidad, por legalidad y por moralidad tiene la obligación de no mirar hacia otro lado en cuanto al pueblo saharahui se refiere. Sobre todo ustedes, señorías de Unidas Podemos".
Fue Sánchez y no Iglesias el que contestó, asegurando que el Ejecutivo no se desentiende de la situación del pueblo saharaui y que apuesta por la mediación de Naciones Unidas. Afirmó que España está trabajando con el organismo internacional para un "pronto nombramiento del mediador, un puesto vacante desde hace tiempo, algo que entorpece el desarrollo de las negociaciones entre las partes".