Después de que el excomisario Juan Manuel Villarejo relatase en la comisión Kitchen que a Juan Carlos I podrían haberle suministrado un tratamiento de hormonas femeninas e inhibidores de testosterona para bajarle la libido, el resto de titulares han quedado en un segundo plano, incluídos los que tienen que ver con el verdadero objeto de su comparecencia en el Congreso de los Diputados: la supuesta operación que se organizó para sustraer documentación sensible al extesorero del PP, Luis Bárcenas.
Villarejo logró desviar el foco de atención no solo con ese relato picarón del emérito, sino también con otro que nos lleva directos a una película de cine negro. Aseguró el comisario jubilado que durante su estancia en la cárcel de Estremera en 2018 intentaron asesinarlo, relatando que un día se levantó y se encontraba "terriblemente mal", insinuando que habían tratado de envenenarle. Este episodio ocurrido, presuntamente, en sus días de prisión preventiva le ha dado pie para sumergirse en un submundo en el que, de existir realmente, él se movería como pez en el agua.
"¿De quién sospecho? Pues mire, hay una Sección Pi, que se llama, que determina que, de pronto, las personas desaparecen", ha explicado ante un Rufián incrédulo que no ha dudado en calificar el relato como "la última de James Bond", tratando de reconducirlo. Mencionó el caso Pitiusa, una macrooperación contra el tráfico de datos, afirmando que "un señor que iba a declarar murió con un virus", pero sin aportar más datos concretos sobre el tema.
Casualidad, coincidencia, sabotaje
Mientras Rufián insistía en preguntar si lo que pretendía decir es que hay "una organización en este país que se dedica a hacer desaparecer, entiendo que es un eufemismo de asesinar, a aquellos que les interesa", Villarejo aportó un nombre: García Calvo. Sin precisar si se trataba del filósofo Agustín García Calvo que falleció a los 86 años en 2012 o al periodista Carlos García Calvo, que murió de un infarto, el excomisario siguió con su película deslizando que alguien había manipulado sus viagras.
Concluyó Villarejo de la forma más peliculera posible: citando a la CIA. Metido en su papel de intrigador, aseveró que los americanos tenían un dicho que quería hacer suyo. Decían que "una vez es casualidad, dos coincidencia y tres sabotaje". Desde luego, a juzgar también por este final, la industria cinematográfica no es muy consciente de lo que se ha perdido sin tener a este hombre firmándoles guiones viendo las reacciones que ha provocado su vídeo:
Parece que Villarejo está dispuesto a contar de todo menos aquello para lo que se le citó en el Congreso, la operación Kitchen.