El triunfo de CODA: Los sonidos del silencio en la pasada edición de los Premios Oscar, donde se hizo con las estatuillas a mejor película, guion adaptado y actor secundario supuso toda una toma de conciencia para millones de personas con respecto a las personas sordas. Sin embargo, lo que ha hecho ahora una chica vasca para seguir normalizando y ayudando a este colectivo seguramente no tendrá la repercusión que dan los Oscar ni reciba ningún premio, pero en corazón y humanidad está a la altura de ellos.
Se llama Belén Santo, es natural del País Vasco y tiene raíces uruguayas. Además de encantarle el arte y lucir orgullosa la bandera de Uruguay, la cual está en la pared de su habitación, es toda una influencer en TikTok e Instagram. En la primera tiene casi 170.000 seguidores y acumula más de dos millones y medio de 'me gusta'. En la segunda tiene 27.000 fanes.
Pero todos estos números no la han alterado como a tantos otros jóvenes a quienes se les ha subido rápido la sombra de la fama. Belén trabaja en una tienda de gominolas para sacarse un sueldo necesario. Es en su puesto de trabajo donde conoció a un niño de siete años que era sordo. Y, lo que hizo ella, ha sido toda una lección de humanismo y conciencia social: aprender el lenguaje de signos para poder comunicarse con él.
El vídeo de TikTok donde cuenta la historia va camino de los cuatro millones de visualizaciones y ha sido alabado por la inmensa mayoría de las redes sociales. Los tuits han corrido como la pólvora llenando internet de mensajes de agradecimiento. Entre estas personas han estado personalidades como Ana Pastor, que ha llegado a decir "¡Viva Belén Santo!", la actriz Candela Peña o la cantante Lola Indigo.
Belén lo cuenta todo con total normalidad. Al fin y al cabo, ella es una chica normal como demuestran sus publicaciones. El 4 de abril, por ejemplo, fecha de su cumpleaños, lo pasó con un buen número de amigos y con su pareja. Belén -o Belu, como la llaman sus amigos- parece una chica muy querido y no es difícil adivinar por qué.
Belén demostró su bondad aprendiendo cada día algo nuevo que decirle al chico. Ella cuenta cómo el niño lucía una cara de felicidad inmensa cada vez que ella, la persona que le da chuches todos los días, se comunicaba con él. Tiene que ser muy duro no poder comunicarte con la gente porque no te entienden y tú no tienes la capacidad de oírles para responderles. Por eso, es fácil imaginarse lo que supuso para este chico ver que alguien se tomaba el esfuerzo de hablar con él. Un esfuerzo que, como demuestra Belén, no es complicado y solo requiere de voluntad y empatía.