Susana Díaz es una cerda; Teófila Martínez, una corvina; y Kichi, el alcalde ‘podemita’, se debate entre la vida y la muerte a escasos metros de las fauces de un tiburón. Que nadie se levante en armas, esto es Cádiz y la sátira está permitida en una de sus fiestas más genuinas: los Tosantos. Cada 31 de octubre, en los prolegómenos del Día de Todos los Santos, los mercados de abastos de la capital gaditana dan rienda suelta al chiste y sacan punta a la ironía. Nadie se libra, ni la presidenta de la Junta ni el defenestrado Sánchez. Cádiz, cuna de la libertad.
Amanece temprano en el mercado central de Cádiz. Es un atípico lunes. De madrugada no salieron los barcos, pero hay pescado en los mostradores. Doradas, peces espada, lubinas… Todos se convierten en improvisados protagonistas de decenas de escenas cómicas, que los placeros van fraguando desde hace días, incluso meses. Ese es, en esencia, el objeto de esta fiesta en la que los puestos son adornados satirizando gráficamente los últimos acontecimientos políticos y sociales, a guisa de carnaval gráfico y en un solo cuadro.
Lola va y viene, andando rauda entre varios puestos del mercado central. Lleva un par de pelucas que coloca a dos cabezas de corvina ataviadas con trajes, collares y fular. Hay varias cartas en lo que parece ser una sesión de videncia. “¿A qué no sabes qué significa?”, pregunta la pescadera al reportero, que contesta dando nones con la cabeza. “Es que para entender el humor de Cádiz hay que ser de Cádiz”, responde. “Ahí está Teófila [Martínez, la ex alcaldesa] delante de una pitonisa preguntándole si va a volver a San Juan de Dios [término por el que en Cádiz se conoce al Ayuntamiento] o si Rajoy la va a poner de ministra”, detalla Lola, hija, nieta y biznieta de pescaderos.
Presume de ser la más veterana del mercado central, el mayor y el más antiguo de los que surten de habíos las alacenas gaditanas. “Llevo guardando cabezas [de pescado] desde hace más de un mes”, confiesa delante de un ejército de figuritas con aletas y cola. Este año, como otros tantos anteriormente, sus compañeros le han encomendado decorar ocho puestos, un ejercicio de ingenio en el que también colabora su hijo y varios de sus hermanos, los Porquichos o los hijos de Juan de Micaela, como los conocen en Cádiz.
Lleva desde los doce años exornando los puestos para los Tosantos y se queja amargamente de lo difícil que es darle vida a las cabezas de pescado. “No es lo mismo que un pollo o una cabeza de cerdo, que le pones unas gafas y una peluca y ya es gracioso”, explica a sus 60 años Lola. Lejos de amedrentarse, ha dado con una técnica infalible, usa botellines de cerveza como cuerpos que completa con las cabezas de pescado, las aletas y las colas. Y los convierte en guardias civiles, políticos o comparsistas.
“Siempre digo que yendo a un mercado, tratando con sus placeros, conoces a los habitantes de una ciudad; y en Cádiz, por este ejercicio de sátira, puedo confirmar lo que ya sabe toda España, aquí somos ingeniosísimos”, argumenta Lola. “Tenemos mucho arte”, completa.
Muchos sitúan su origen en 1876
Nadie sabe con exactitud de qué época data esta tradición gaditana, que en los últimos años se está extendiendo a otros pueblos de la provincia. Sí se sabe que hay constatación de su existencia en legajos, en la prensa de finales del siglo XIX y en algunas letras del carnaval. Y muchos son quienes justifican su origen en la necesidad de avituallarse teniendo en cuenta que el día 1 de noviembre cerraban los mercados. La festividad también coincidía con el cambio de temporada, de verano a otoño, y sus productos típicos de temporada: las naranjas, las castañas, los piñones… “De ahí que, hace décadas, los niños fuésemos a la plaza con unos canastos de mimbre para llenarlos de frutos secos”, asegura el experto de tradiciones gaditanas Julio Molina Font. “De eso solo se conserva la venta de frutos secos, algo típico de esta tradición”, añade quien fuera pregonero de los Tosantos hace escasos años.
Muchos sitúan el origen de la fiesta en 1876, cuando se adornaron con profusión los puestos de la plaza de abastos y su entorno, utilizando un alumbrado de gas que resaltó la decoración del evento. “Antes había bandas de música tocando pasodobles, pero de eso nada queda”, confirma el experto. La fiesta, sin embargo, se ha mantenido casi invariable a lo largo de las décadas. “Solo se interrumpió en la Guerra Civil, cuando no había nada para comer. ¿Cómo íbamos a disfrazar la comida con la que estábamos pasando?”, apunta José Marchena a los 84 años, que mira los puestos con la ilusión de los primeros años.
Perdura imperturbable la socarronería de las escenas, que este año incluyen desde la crisis del PSOE, con Pedro Sánchez y Susana Díaz como protagonistas, a los rifirrafes entre Teófila Martínez y José María González, Kichi. O también la cruzada de los obispos españoles contra Halloween y su intento de disfrazar a los más chicos de la casa de santos en el Holywins.
Los Tosantos “es una fiesta de muchísima sátira, al igual que los carnavales, y se le pega a base de bien a los políticos”, asegura Molina Font. “También a los cantantes”, añade. “Todavía recuerdo cuando pusieron a la Pantoja y a Julián Muñoz entre unas rejas hechas con ristras de chorizos”, cuenta entre risas el experto.
"Nosotros tenemos más gracia"
Los responsables del ingenioso escaparate de la tonadillera entre rejas abogan este año por ‘La matanza del PSOE’, una escena en la que Sánchez claudica ante Díaz, ambos representados por dos cerdos con peluca. “Susana Díaz sí que da miedo y no Halloween”, dice el ex secretario general de los socialistas.
“Nosotros somos más picantes, más golfos, más de la gracia de Cádiz; no como otros compañeros que apuestan por trabajadas puestas en escena. Es como en el carnaval, en otros lados se canta mejor, pero nosotros tenemos más gracia”, añade Casado, placero desde hace 22 años. En los últimos diez se han llevado varios premios. “Esperamos ganar —sigue—, al menos la risa de la gente”.
Ambos se sienten orgullosos de atesorar esta tradición genuinamente gaditana y que, por la crisis, está viviendo sus horas más bajas. “Antes había más vida, la plaza tenía más encanto y más placeros se animaban a participar; nosotros lo hacemos porque no queremos que esto se pierda”, confirma Casado. En esta edición el Ayuntamiento ha inscrito 45 puestos, 16 en el mercado Virgen del Rosario y 29 en el Central.
Participantes y no de esta tradición se benefician del impacto que ésta tiene entre los gaditanos, que cada año acuden en masa a los mercados de la ciudad. A las siete de la tarde apenas se cabía en el Central y deambular, al compás de una charanga, entre los puestos se hacía complicado. Niños disfrazados de vampiros y abuelos de diablo, por mucho que se pretenda, Halloween se impone.
“Esto es una oportunidad única para promocionar nuestra actividad”, asegura el gerente de Asociación de detallistas del Mercado Asodemer, Francisco Álvarez, que recuerda puestas en escenas épicas. “Este año seguro que se hablará del ‘no’ a Rajoy, de Susana Díaz o de la inauguración del segundo puente de Cádiz”, enumera.
“Esto es Cádiz —zanja—, ya sea en el carnaval o en los Tosantos, nos gusta sacar a la calle nuestro sentido del humor”.