La música lo dijo antes de empezar. Fue un choque de generaciones. Los ultracatólicos de HazteOír recibieron a los suyos con un megáfono que cantaba "Libertad sin ira", que lanzó a Jarcha al estrellato en la Transición. Los manifestantes universitarios combinaban cánticos, algunos nuevos, otros reciclados: "Los ángeles no tienen genitales", "una bomba a la heteronorma" y "Madrid será la tumba del fascismo".
Primero fue un cordón humano en la puerta de la facultad de Derecho, donde HazteOír iba a impartir una conferencia que el decanato canceló a última hora. "Iremos sí o sí", avisaban a los periodistas. Y allí se presentaron, encontrando una ristra de insultos, banderas del arcoíris y pancartas. La Policía municipal obligó a salir al autobús tras cuarenta minutos, cuando los empujones y agarrones empezaban a descontrolarse.
Acto prohibido
El presidente de HazteOir, Ignacio Arsuaga, tenía previsto participar en una mesa redonda sobre libertad de expresión, organizada por un solo estudiante. El decano Ricardo Alonso precisó que el acto fue prohibido porque este tipo de eventos solo pueden organizarse si lo solicita una asociación de estudiantes legalmente inscrita.
Ambos colectivos, el católico y el universitario, contaban con 'equipos de seguridad', encargados de que "la cosa no se fuera de madre". Los jóvenes que llevaban un brazalete de cinta aislante desempeñaban esta función, que iba complicándose con el paso de los minutos.
El decano de la facultad, traje oscuro y reconocible en una maraña de camisetas, pasamontañas y pancartas, se acercó al autobús para buscar calma, pero un hombre le confundió, le agarró por las solapas y le dejó el cuello enrojecido. "¡Ven aquí, mamarracho"; decía el profesor visiblemente encendido.
La Policía tomó declaración a ambos, justo antes de despachar al autobús. "De repente, me ha agarrado y mira... Dicen que la violencia viene de esta parte, pero esto ha sido ahí", señalaba en dirección a los católicos.
"Se ha puesto como un matón", se quejaba un militante de VOX, que intercambiaba insultos con algunos chavales. La explanada del parking de la facultad de Derecho fue un campo de fútbol, partido en dos mitades, casi con más empujones que en el campo de rugby que está justo enfrente. La estética sellaba los dos equipos, inconfundibles. La camisa y los zapatos contra las camisetas y las zapatillas.
"No grabes, hostia, no grabes", le decía uno con pasamontañas a otro que secundaba Hazte Oír. Varios de los que acordonaron el autobús fueron al choque armados de cámaras, como diciendo: "Si pasa algo, te tengo fichado". Más insultos, empujones. Algunos de los que tapaban su rostro también intentaron boicotear el trabajo de los periodistas, llegando a desenchufar los cables de las cámaras.
Con más recursos, los católicos elevaron su voz por encima de los gritos. Tenían megáfonos. Arsuaga, líder de los 'autobuseros', en tono casi bíblico, les llamaba: "Acercaros, queremos dialogar, hablar con vosotros, siempre defenderemos vuestro derecho a la libertad de expresión", lo que cabreaba más a los manifestantes.
Rodeado por varios políticos de VOX, Arsuaga intentaba dar su conferencia, la que le habían prohibido. Y ahí estaba, con la voz cascada, enarbolando su derecho a la libertad. Hasta que dos chicos comenzaron a morrearse junto al micrófono. Les empujaron, los quitaron de en medio, les insultaron, y ellos se fueron saludando con el dedo corazón.
Mientras tanto, el conductor del autobús se declaraba hombre impasible, de hielo. Manga corta y gafas de sol, contemplaba el choque de generaciones, entre catolicismo y progresismo, como quien disfruta de un amanecer.
La agresión errónea al decano por parte de un simpatizante de HazteOír trajo a la Policía municipal. Una agente, tras tomarles declaraciones, chaleco protector incluido, se acercó al vehículo naranja. Tras unos minutos de conversación, ordenó su desalojo.
HazteOír se marchó entre insultos, lanzamiento de papel higiénico, vítores y el ya clásico lema en las paredes de la Complutense: "Fuera fascistas de la Universidad".