En silencio, esperan que el reloj marque las seis y media. Una fila de casi treinta. Cuando quedan un par de minutos, una cantante prologa su actuación y repite en el estribillo: "He dejado atrás mis miedos, he empezado a avanzar en todos mis sueños". La música los enciende y, respetando el orden en el que sus monitores les han colocado, estallan: bailan "pachangueo" de sábado noche. Esta tarde son el centro, el objetivo del flash y las caras maquilladas que sonríen frente al espejo. Son modelos por un día. Su día.
La alfombra roja se estira unos diez metros en el centro comercial de Islazul (Madrid). Envera, organización sin ánimo de lucro, ha organizado una jornada de moda inclusiva. Virginia Ródenas, responsable de Comunicación, corriendo de un lado para otro, explica: "Les acogemos desde que son muy pequeños hasta el último día de su vida. Ofrecemos trabajo, les ayudamos a buscarlo, damos formación...". Contenta, asaltada cada dos por tres, celebra el desfile con una reflexión: "Hace cuarenta años la gente hablaba de 'subnormales', ahora los empezamos a considerar influyentes, con una capacidad brutal para cambiar las cosas".
"Hay que sonreír todo el rato"
Y eso han venido a hacer. "No es tan difícil. Hay que sonreír, sonreír todo el rato. Así seguro que sale bien, aunque tengamos nervios", repite Rosana media hora antes de lucir un vestido morado y una pamela de David Christian.
El backstage es una fiesta, una especie de desorden vestido de orden. Los modelos corretean por todos lados. Al fondo, la cola para el maquillaje. En una esquina, el probador. A la entrada, los ya preparados bromean y pegan un grito cuando alguien les señala el reloj. Un encierro a punto de empezar. David, con el flequillo engominado, torea su síndrome de Down con una chaqueta vaquera: "¡Oleeeeeeee!". Agarra las barbas de un periodista y dice: "Oye, esto no, esto no, hay que pasar maquinilla". Mientras, se acaricia el rostro, recién afeitado. Con media sonrisa y un susurro descubre su secreto: enseña la etiqueta de su pantalón. Estrena ropa para el desfile.
"Pregunté a la reina por su vestido"
Mario actúa a modo de emisario. Eleva la voz por encima del jolgorio: "Hemos comido todos en un italiano". Justo después, repite: "¡En un italiani!". Ahora rasga la voz y mueve la mano como Marlon Brando en El Padrino. Frente a la cámara, de pronto serio, reconoce que es la segunda vez que desfila: "¡Vamos a ir a por todas!". "Esta camiseta es de color oro oxidado", apunta ante la sorpresa de varios compañeros. "¿Oxidado?".
Lorena, vestida por Sandra Ibarra, acumula experiencia como modelo. Tablas. Modula la voz cuando le colocan el micrófono. Una vez conoció a la reina Letizia. "Como me encanta la moda, le pregunté por su vestido de novia. Me dijo que el diseño lo había inspirado su madre".
Objetos perdidos de un avión
Envera, entidad organizadora que cumple cuarenta años, dispone de un local en Islazul. Se lo compró un fondo de inversión y lo mantienen vendiendo objetos perdidos en los aviones, que les cede Iberia. En el escaparate luce incluso un yelmo.
La hora se acerca. El camerino es ya un cuello de botella. La puerta del probador es un río en el que se cruzan los que vienen con los que van. En medio, los que esperan. Al lado, los que se maquillan a última hora.
María Roca, Ceo y diseñadora de David Christian, le calza los zapatos a Nerea poco antes de empezar. Luego le ajusta el sombrero. "Así, un poquito hacia delante. Estás preciosa". Resalta que lo de modelos por un día no es un tópico. "Vinieron a la tienda y se les hizo un fitting, se probaron varias cosas. Al final, elegimos éstas. Van, por así decirlo, de invitadas de boda".
"Pueden hacer felices a tantos..."
Es la hora. En un escenario al fondo del pasillo, la presentadora del evento nombra a los modelos, que caminan sonrientes de dos en dos, al ritmo de la música, cada uno ensayando una pose distinta. Sara se lleva las manos a la cintura, para ante las cámaras y se echa a reír. En el último instante, se quita la chaqueta roja que lleva y contonea los hombros. Rosana da vueltas en círculo para que vuele su vestido. También desfilan los que van en silla de ruedas, ayudados por sus propios compañeros.
Una multitud envuelve la alfombra roja por ambos lados. La ovación es continua. "Sólo por ver ese momento, esa sonrisa...", dice uno que pasa por allí y se detiene a contemplar el espectáculo. "Se les ve tan felices, pueden hacer felices a tantos...".