7 homicidios en lo que llevamos de verano, 5 de ellos en julio (el mes que ha batido el récord anual de crímenes en la ciudad). 2 en agosto y todavía no hemos llegado a la mitad del mes. 14 asesinatos en lo que llevamos de año. 635 delitos diarios. 26,4 cada hora. No es Sinaloa ni San Pedro Sula. Es Barcelona, la ciudad más insegura de España y también de las grandes capitales europeas.
La ciudad condal está fuera de control. La afirmación sale del seno de los mismos cuerpos policiales, que bien sobreviven en precario, o bien son víctimas de la deficiente gestión del gobierno de Ada Colau en esta área. Barcelona se ha convertido en una ciudad sin ley donde el incremento de delitos ha sido mucho más alto que en cualquier otra ciudad española.
El último crimen, si se confirman las sospechas de los Mossos d’Esquadra, es el registrado en Can Tunis el lunes 12 por la mañana. El cadáver de una mujer de 46 años y nacionalidad sueca apareció bajo un remolque aparcado en un polígono industrial. Tenía signos de violencia y estaba desnuda de cintura para abajo.
Sería el séptimo homicidio en lo que llevamos de verano.
Y no son ocho por un par de calles. El domingo por la noche murió apuñalado un georgiano de 30 años en una pelea en un narcopiso de la calle Venus, en La Mina. Administrativamente es el municipio de Sant Adrià de Besòs, pero se encuentra a sólo unos metros de Barcelona. La bajada del precio de la heroína en la zona ha provocado que cada vez vengan más toxicómanos a comprar, lo que ha multiplicado las peleas diarias.
Pero la inseguridad de Barcelona no es exclusiva de los barrios bajos. Precisamente el primero de los crímenes perpetrados este verano se produjo en la zona alta, en los barrios ricos. Un español de 47 años fue ejecutado de 5 tiros la noche del 6 de julio en el barrio de Sarrià. Lo mataron en su propio negocio. Regentaba una peluquería en la calle Manuel Girona. Estaba haciendo caja con su mujer a las 9 de la noche, entró un sicario encapuchado y le descerrajó 5 disparos, 2 de ellos letales. Todavía no se ha practicado ninguna detención.
Cada vez más delitos
Hombres, mujeres, pobres, ricos… nadie se escapa de la sensación de inseguridad en Barcelona. Y es que, más allá de los homicidios, hay delitos menores que han proliferado de forma descontrolada. Son los que han fijado esa cifra de 635 delitos diarios este año, que han supuesto un repunte del 9% frente al año anterior. Especialmente comunes son los hurtos a turistas (que también son los delitos menos penados) y los robos con fuerza. Hay peleas a puñaladas casi cada noche en el Raval, y los Manteros de Plaza Cataluña ya han protagonizado numerosos incidentes, además de tener literalmente tomada la estación subterránea.
“El robo del reloj de lujo, por ejemplo, era una práctica que hacía tiempo que no se veía con tanta frecuencia como ahora por Barcelona”, revela José Antonio Núñez, portavoz del sindicato policial SPL-CME. Sobre la raíz del incremento de delitos, apunta que el gobierno de Ada Colau, “ha querido sustituir la seguridad tradicional, la que de verdad funciona, por una especie de experimento sociológico: ha quitado policía de las calles y se ha inventado la figura del agente cívico, que no puede detener ni identificar. Como mucho pueden llamar la atención. El objetivo es, a priori, dar la imagen de que no es necesaria la ‘policía represiva’ como ellos lo llaman en las calles. Pero esa especie de experimento les ha explotado en las manos”.
Guardia Urbana relegada
¿Cuáles son las claves de este despropósito organizativo? Núñez lo ilustra. “A la Guardia Urbana la han relegado al tráfico y a hacer cumplir las ordenanzas municipales: controlar las terrazas en verano, el ruido de las fiestas, etc. Lo que es la seguridad ciudadana pasa todo a Mossos. Si alguien tiene una urgencia y llama al 112, la llamada se deriva directamente a Mossos d’Esquadra, no a Guardia urbana”. Y aquí está el quid de la otra cuestión: Mossos están en cuadro. Se estima que faltan 1.800 agentes para cumplir los ratios. No llegan a todo, pero la Guardia Urbana sigue relegada a otras funciones.
De hecho, hay una unidad de Guardia Urbana de Barcelona llamada USP. Sería la equivalente a los antidisturbios. Sus agentes tienen esa formación y podrían realizar funciones de apoyo a Mossos en las operaciones más violentas. Una unidad que existe (con varios cambios de nombre) desde mediados de los 90. Pero la alcaldesa Ada Colau les ha declarado la guerra y lleva queriéndosela cargar desde que tomó posesión: “Desde que llegó al gobierno puso de manifiesto su voluntad de diluirla. No es que lo dijera, es que lo llevaba en el programa. Fue uno de los puntos en aquel primer acuerdo con las CUP”, recuerda Núñez. Estas medidas de arrinconamiento de la unidad de choque más potente de la Guardia Urbana coinciden con la implantación de los Agentes Cívicos, que a la hora de afrontar un delito. “no tienen capacidad punitiva".
Patrullas ciudadanas
Esta sensación de inseguridad ha llevado a asociaciones de comerciantes se organicen entre sí, contratando a un sereno o cualquier otro elemento de seguridad privada. También a que grupos ciudadanos funden una especie de patrullas de seguridad que, o bien actúan por los barrios, o bien en la red. Cuentas como Helpers BCN o Salvalona, que persiguen por las calles y el metro a delincuentes habituales, difunden imágenes de hurtos, robos o agresiones o advierten d cuáles son las zonas más peligrosas de la ciudad. Unos grupos que han suscitado polémica porque se mueven al filo de la ley. “La alcaldesa persigue a esas patrullas, pero lo que pueden hacer tampoco dista mucho de lo que hacen los agentes cívicos”, resume Núñez.
Una de las caras visibles de estas plataformas es Tito Álvarez. El taxista más mediático de España junto al Peseto Loco. Es el fundador de Elite Taxi y ahora se ha embarcado en el proyecto Salvalona, al que define como “una plataforma vecinal transversal de gente de Barcelona que ya está harta de la inseguridad. Al final es lo natural, que si las personas no tiene cubiertas sus necesidades en este sentido se acaben organizando entre ellos”. Bajan al metro a señalar a los carteristas, marcan las zonas rojas de Barcelona e informan de los límites a los que puede llegar un ciudadano en este ámbito tan peliagudo que es la seguridad privada.
Según las estadísticas, en el tiempo que ha invertido usted en leer este texto se han producido 5 y 6 delitos en Barcelona. En este verano negro, los que más están proliferando son los homicidios. Entretanto, Ada Colau acaba de ser investida como alcaldesa para un nuevo mandato. Barcelona espera otros cuatro años calientes en materia de delincuencia.