Sorprende ver que una persona tan erudita y tan brillante en una disciplina tan compleja como la neurobiología pueda al mismo tiempo convertirse en un torbellino cada vez que sube a un escenario con su grupo de rock. Pues así es Mara Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica (CRG).
Tu padre era neurocirujano, ¿eso significa que desde pequeña te acostumbraste a hacerte preguntas acerca de cómo funciona el cerebro?
Sí, y mi madre era pintora, así que en mi casa había una mezcla de ciencia y creatividad. Muchas veces hablaba con mi padre de su trabajo y eso me hizo pensar mucho en por qué somos como somos. De niña a veces me entusiasmaba con una idea que había tenido y luego mi padre me decía quién la había expresado antes que yo ¡y mucho mejor! Y eso me hacía pensar. ¿Qué tendrán nuestros cerebros para que, a pesar de ser tan diferentes, tengamos ideas tan similares?
¿Cuál es la capacidad del cerebro que más te sorprende?
La actividad mental en general me parece sorprendente: ¿cómo es posible que de una masa de células más o menos organizadas surjan las ideas, la emoción o la creatividad? Seguimos sin comprenderlo. Por ahora, sobre todo, encontramos correlaciones entre nuestras actividades o procesos mentales y la actividad bioeléctrica en determinadas regiones cerebrales, pero nos queda mucho para entender el proceso.
¿Qué prevalece: las capacidades de partida o cómo tratamos a nuestro cerebro a lo largo de los años?
El cerebro es una estructura dinámica. Evidentemente hay un componente genético, pero el entorno es muy importante. Incluso algunos procesos causados por el entorno se pueden heredar… Esa mezcla de elementos es la que nos permite ser tan versátiles y complejos. En el cerebro, la conectividad entre las neuronas se produce gracias a la interacción con el entorno y, como decía Ramón y Cajal, “el hombre es el escultor de su cerebro”.
¿Qué conclusiones obtenidas en el estudio del síndrome de Down se han podido extrapolar a las personas que no lo tienen?
Se han aprendido muchas cosas, ya que cuando mejor puedes entender el sistema es cuando tiene una perturbación, porque te permite no solo entender la patología sino también lanzar y comprobar hipótesis acerca del funcionamiento normal del cerebro. Una de las cosas que más nos interesan en el estudio es capitalizar ese conocimiento para establecer medidas para mejorar la vida de las personas con síndrome de Down y, con suerte, frenar el deterioro cognitivo causado por la edad. Desde el punto de vista terapéutico, el avance en el conocimiento neurocientífico está abriendo posibilidades que antes eran inimaginables. De hecho, hace unos años la gente me decía: “¡pero si eso no se cura!”. Y es que de lo que se trata es de mejorar las capacidades cognitivas de esas personas para que puedan ser más independientes.
¿Podemos hacer algo todos los ciudadanos?
En general, lo que es diferente no nos gusta porque nos da miedo. Creo que la mejora de la calidad de vida sobre todo depende de que la sociedad cambie sus actitudes. Valorar a estas personas, apreciar sus cualidades, que son interesantes para todos, y aprender de ellas es fundamental. Nosotros en el laboratorio intentamos amalgamar personas con capacidades y visiones diversas, porque la diversidad es lo que nos permite avanzar.
¿En qué medida el arte es el territorio ideal para este intercambio?
El arte es probablemente la disciplina que tiene menos corsés y donde más libertad creativa hay. Así que es un territorio muy adecuado para que la gente aprecie lo que la diversidad puede aportar.
Empezaste la carrera de piano y ahora tocas en un grupo de rock (From Lost To The River) que te permite también recaudar fondos para la investigación. ¿Por qué elegiste la música?
Mi madre era pintora ¡pero yo tuve que reconocer que mi capacidad con los pinceles era limitada! La música siempre me gustó. Además de tocar el piano cantaba en un coro de música barroca. Hay estudios que revelan que cuando cantas en grupo se produce una sincronización del ritmo cardiaco y de la actividad cerebral. Así que la música, además de emocionar, te obliga a escuchar a los demás y a sincronizarte con ellos. Además, la música es un buen vehículo para transmitir ciencia. En From Lost hacemos conciertos, llamados “des-conciertos”, donde vamos hablando de ciencia entre una canción y otra…
¿En qué consiste el proyecto “Realidades Paralelas”?
Es un proyecto musical en el que participan científicos y músicos. Las letras las escriben personas con diferentes capacidades y luego entre ellos y nosotros vamos creando la canción. Por ejemplo, para una letra que hablaba de la violencia, nos pedían una música fuerte, para una letra romántica, una canción que solo tuviera piano, etc.
En un artículo que publicaste en el blog de CaixaCiencia, afirmas que consumir arte es beneficioso para el cerebro, ¿cómo funciona este proceso?
La función biológica del arte es algo que todavía nos sorprende. Muchos estudios revelan que la música surge antes que el lenguaje como medio de comunicación, pero es difícil explicar por qué producimos y consumimos música y además de forma tan intercultural, porque está presente en todas las culturas. Sabemos que tiene efectos beneficiosos sobre el cerebro: actúa sobre los sistemas cognitivos facilitando, por ejemplo, la comprensión. También se sabe que repercute positivamente en las personas con enfermedades degenerativas y que es capaz de avivar un recuerdo o de favorecer la producción de dopamina, la hormona del placer. Quedan muchos misterios aún por resolver, pero cada vez vamos sabiendo más.
¿En qué se diferencia un cerebro creativo de uno que no lo es tanto?
Por desgracia, nuestra capacidad para ver diferencias a nivel microscópico en el cerebro humano es limitada. A nivel estructural solo se ven diferencias en los cerebros de los músicos en las áreas motoras y las del lenguaje. Y se ven cambios en la actividad cerebral, relacionados con funciones cognitivas como la atención. Pero por ahora son fundamentalmente correlatos.
Algunos artistas famosos tienen trastornos de percepción y de procesamiento mental, ¿qué relación podemos establecer entre patología mental y creatividad?
Lo cierto es que hay una relación entre psicopatología y creatividad: la gente con patologías tiene más tendencia a producir obras de arte, aunque no sabemos muy bien por qué. Recuerdo a un músico que decía que la gente compone mejor cuando está deprimida o tiene problemas… Hace un tiempo hicimos una exposición en la que pedíamos a diferentes hospitales obras realizadas fundamentalmente por personas con esquizofrenia, y eran trabajos impresionantes desde el punto de vista de la emoción que transmitían.
¿La discapacidad, o lo que entendemos como tal, conlleva otras capacidades?
Hay casos de personas autistas en las que la discapacidad en algunos aspectos, especialmente en cuanto a relaciones sociales, viene acompañada de capacidades especiales. Es el caso de Daniel Tammet, autor de Nacido en un día azul, porque para él “los miércoles son azules, como el número 9”. Me contó que, como tenía problemas en las relaciones sociales, a veces en las conversaciones repetía diálogos de libros y claro, nadie le contestaba (risas). En cambio, fue capaz de recitar 22.000 dígitos decimales del número pi. Lo hizo en el Museo de la Ciencia de Oxford y mucha gente se emocionó porque, como él mismo dice, tiene la belleza de “un poema épico”.
Si para esta nueva década que empieza pudieras pedir un deseo en cuanto a la comprensión del funcionamiento del cerebro, ¿cuál sería?
Me encantaría comprender los mecanismos neurobiológicos de la memoria. De hecho, estamos trabajando en una línea que me parece muy prometedora, que consiste en pensar basándonos en redes neuronales y no tanto a nivel molecular. ¿Qué sucede en el cerebro cuando recordamos y qué sucede cuando olvidamos? Yo creo que las nuevas tecnologías nos están abriendo posibilidades interesantísimas para jugar con el sistema y ver hacia dónde va la cosa.