Las imágenes del hospital de campaña improvisado en los pabellones de IFEMA Madrid encuentran un evidente reflejo en otra fotografía capturada hace un siglo, en Kansas: decenas de personas confinadas y tumbadas sobre colchones finísimos en un espacio similar, todos enfermos de la llamada gripe española, cuya denominación geográfica no coincide con el lugar donde se gestó. El paralelismo gráfico y una similar incertidumbre es fácilmente apreciable cien años después: el mundo vuelve a enfrentarse a los imprevisibles efectos de una pandemia.
Por suerte, existe una abismo entre la gran enfermedad que arrasó el planeta al término de la Gran Guerra y la emergencia actual desatada por la propagación del coronavirus. Los avances y recursos médicos del siglo XXI nada tienen que ver con los mecanismos de contención utilizados en 1918, y eso se traslada en las cifras de afectados y fallecidos: la gripe española se cobró la vida de en torno a 50 millones de personas. El Covid-19, de momento, ha provocado, de momento, la muerte de 25.000.
Estos días se están recordando muchas plagas y enfermedades que han asolado a la humanidad a lo largo de toda la historia, desde las que hicieron tambalear al Imperio romano hasta la mortífera peste negra. En la Antigüedad y en la Edad Media los virus eran prácticamente incontrolables, pero en el siglo XX nuestros antepasados recurrieron a herramientas y medidas como las que seguimos empleando para evitar los contagios. Así se puede comprobar en un vídeo que resume visualmente la gripe española y está circulando por las redes sociales.
Al principio, la prensa —y la sociedad en general, como ha sucedido con la epidemia del coronavirus—, no le prestó mayor importancia a lo que llamaba la gripe "de moda". "Falsos rumores de alarma", titulaba el periódico El Sol el miércoles 29 de mayo de 1918. La gripe se bautizó irónicamente como Soldado de Nápoles, una composición que sonaba en la zarzuela La canción del olvido y que se convirtió en el hit del momento. Ambas eran muy pegadizas.
Pero resultó que sí, que la alarma era real. Y pronto toda la población mundial hizo acopio de mascarillas para protegerse y seguir desempeñando su trabajo.
Se improvisaron hospitales...
Se desplegó a la policía...
Y también se logró doblegar la curva:
No obstante, las medidas para tratar de combatir la propagación de la gripe española no fueron tan drásticas como las adoptadas ahora para frenar al coronavirus. Las barberías siguieron abiertas, aunque los servicios se trasladaron al aire libre:
En España, los centros educativos fueron cerrados, como ha sucedido en la coyuntura actual, pero en otros lugares del mundo muchas clases se impartieron fuera, en el exterior de las aulas:
La epidemia se extendió rápidamente por toda España. El diario ABC registraba en sus páginas los efectos de la enfermedad por provincia, que también asaltaba a los sanitarios: "En Valencia es el cura quien hace las visitas, puesto que el médico falleció a consecuencia de la epidemia".
El virus, como sucede ahora mismo, tampoco respetó jerarquías: cayeron infectados el rey Alfonso XIII y el presidente de Gobierno, Manuel García Prieto, entre otros muchos. Fallecerían personalidades ilustres como el pintor Egon Schiele, el poeta, ensayista y novelista francés Guillaume Apollinaire; Yakov Sverdlovn, la mano derecha de Lenin; el hijo de Arthur Conan Doyle o el abuelo de Donald Trump.
¿Cuál fue el cómputo de muertos en España? Un estudio publicado en 2008 y dirigido por Antoni Trilla, médico epidemiólogo del Hospital Clinic, asegura que la mortalidad pudo alcanzar la cifra de 260.000 personas, lo que supone prácticamente el 1,5% de la población total en 1918-1919. Dicha mortalidad se concentró (75% de casos) en el periodo septiembre-noviembre de 1918 y supuso que el saldo vegetativo de ese año fuese negativo, hecho solo repetido en el año 1936, cuando estalló la Guerra Civil.