“Las urgencias están saturadas, hasta arriba de pacientes. Cada día hay situaciones límite, muertes… pacientes que te saturan. Los equipos de protección, contados, porque no hay mascarillas suficientes y las que llevas, de un solo uso, las tienes que usar varias veces. Ves que todos los días muere gente y no tan mayor como te esperabas. El último tenía 65 años”. La que habla se llama Sandra, una enfermera en uno de los hospitales de la Comunidad de Madrid que, durante estos días, está a pie de trinchera en la batalla contra el coronavirus.
Por su relato, cabría esperar que Sandra tenga su bagaje. Que al terminar la jornada piense que todo esto va con el oficio, que recuerde sus años libres de preocupaciones en la facultad y que, tras cenar, no le de un beso de buenas noches a sus hijos para evitar contagiarles. Cabría esperar que Sandra es una enfermera más. Pero no. Sandra tiene apenas 23 años y, en realidad, ni siquiera es enfermera aún. Ella es una de los cientos de estudiantes de cuarto curso que están arrimando el hombro en la primera línea asistencial de los hospitales, que aún no tienen el grado pero ya se están sacando un máster en realidad. Y todo esto lo hacen con contratos precarios, de 900 euros al mes la mayoría.
El pasado 15 de marzo, el Ministerio de Sanidad, capitaneado por Salvador Illa, publicaba una orden en la cual se especificaba que se podría empezar a contar con estudiantes de último año de carreras como Medicina y Enfermería para trabajar. La falta de recursos, generalizada, pero también humanos, obligaba a esta medida excepcional. Así, el día 19 Illa anunció que se incorporarían 50.000 sanitarios extra en los hospitales españoles. La labor de aquellos voluntarios en último curso, sin embargo, debía limitarse a “tareas asistenciales de ámbito general”, según explicó Fernando Simón.
Es decir, toda esta bolsa de estudiantes debía llevar a cabo una labor meramente asistencia ya que no se encuentran ni colegiados. Es como si fueran unas prácticas. Pero la realidad se aleja de ello. EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con varias estudiantes de Enfermería que ahora se encuentran en primera línea y confirman los temores: están realizando labores como cualquier otro enfermero, los sueldos van por debajo, no conocen ni qué seguro tienen, no les convalidan ninguna asignatura, no cuenta como prácticas y luchan esta guerra en las UCI, en Urgencias, en las UVI… mientras luego tienen que seguir volviendo a casa para sacarse las asignaturas pendientes y el Trabajo de Fin de Grado.
“Tenemos experiencia porque estamos trabajando pero, por dos asignaturas que me quedan, no puedo estar colegiada y reconocida. Es absurdo”, critica Sandra, que ha pedido que no se identifique el hospital en el que trabaja. “Luego, quizás, tampoco nos graduemos y no vamos a llegar a mayo o junio colegiadas. Incluso puede que se retrasen las titulaciones y me va a perjudicar porque no voy a estar titulada y me van a quitar el contrato. Creo que estamos demostrando que somos perfectamente capaces, ya somos personal sanitario”, añade.
Labores de enfermera
El día a día de Marta -nombre ficticio a petición- es como el de cualquier enfermera. A sus 25 años, es estudiante de cuarto de Medicina, no está colegiada y no tiene el título, sin embargo desempeña sus labores como una más en una UCI de un hospital de Madrid. Así, Marta administra medicación, tiene controladas las perfusiones -las vías-, toma nota de las constantes horarias y, cómo no, echa un vistazo a los numerosos pacientes intubados que hay en su UCI.
“¿Insegura? Un poco sí que me siento porque nunca había trabajado”, explica Marta a este diario. “He hecho prácticas, sí, pero no es lo mismo porque no había esa carga. Por lo menos, ahora van pasando los días y sí que noto que sé más cosas de las que pensaba. Pero ni en una situación normal creo que te sientas del todo preparado, porque no te pueden preparar para todo”, añade.
Unos días después de que Sanidad lanzara la orden ministerial para aceptar a estudiantes, alrededor de 2.000 universitarios en Madrid rellenaron la solicitud para echar una mano. A día de hoy es imposible saber cuántos hay y en qué centros ya que no hay datos oficiales y el servicio, como depende de cada universidad como intermediaria, no está centralizado. Todos estos estudiantes firmaron un contrato de auxilio sanitario y de apoyo al enfermero que, como su nombre indica, les impide realizar las labores de un enfermero normal y, por ende, cobran menos. Pero en muchos casos se lo saltan.
“Soy perfectamente consciente de que no debería desempeñar esas labores”, reconoce Marta. “Pero veo lo que está pasando dentro y es que no hay personal suficiente, tanto en mi UCI como en planta”, añade. “Soy como una enfermera más. La suerte es que al estar en la UCI estoy rodeada de enfermeros y no me siento sola. Soy estudiante y lo saben y pregunto todo lo que hago y me ayudan. No se pasan conmigo. Ahora más que nunca hay mucho sentimiento de compañerismo”, dice.
-Al no estar colegiada, ¿con qué seguro cuentas?
-Preguntamos por eso y nos dijeron que estuviéramos tranquilos. Pero no nos han explicado muy bien.
-¿Sabes al menos si es de responsabilidad civil, qué pasaría si, trabajando como enfermera, cometes un error?
-No. No sabemos a quién preguntar porque todo ha sido muy rápido. Hay compañeros de clase que han preguntado y les han dicho que estemos tranquilos porque tenemos un seguro por el hospital. Pero no sé de qué va ni cómo.
Marta, por lo menos, cobra bien. Su sueldo es el equiparable a 25.000 euros brutos al año en 14 pagas. Pero porque está en un hospital privado, en la pública los sueldos de estas personas rondan los 900 euros brutos al mes. Como son un mero apoyo, no cobran tanto como los enfermeros habituales, aunque ahora estén realizando sus labores como uno más. En España, de todas formas, un auxiliar de enfermería cobra relativamente poco: 23.000 euros anuales en la Comunidad de Madrid. Solucionado el tema económico para Marta, sin embargo, le queda una cuenta pendiente en esta aventura. La de sus estudios.
Sin convalidar nada
“Hombre, claro que me gustaría que nos convalidaran algo”, explica Marta. “Nos faltan horas de prácticas por hacer y como estamos trabajando en el hospital hay gente que el TFG ni lo tiene avanzado. No es culpa nuestra que haya pasado esto”, añade. “Aunque tengas tiempo libre, es mucho, porque del hospital sales con una carga psicológica… me gustaría que me dejaran colegiarme, que me den esa seguridad, por mucho que digan que estamos asegurados por el hospital”, apuntala.
Sandra, con la que abre este reportaje, se siente igual en ese sentido. Ella lleva una semana trabajando en un hospital público de la Comunidad de Madrid, trabajando de 8.00 a 15.00 de lunes a viernes por 900 euros. Aunque ella sí que hace labores asistenciales -es decir, lo que debe hacer- luego al llegar a casa por las tardes le queda lo de sacarse la carrera.
“Llegas a casa después de una jornada de trabajo y estás muy cansada. Y te tienes que mentalizar de estudiar toda la tarde porque los exámenes están ahí y no te queda otra. Es un poco agotador”, cuenta. “A mí me quedan dos asignaturas y ya me las podían convalidar. Es que ya somos enfermeros. ¿Qué nos queda? En mes y medio sería la graduación y tenemos experiencia porque estamos trabajando de ello. Que por dos asignaturas no me pueda colegiar, es absurdo”, añade.
Esta dinámica que se ha instaurado está perjudicando en dos tiempos a los estudiantes de enfermería que se han apuntado voluntariamente a echar una mano. En el plano laboral; desarrollan labores por encima de sus competencias pero cobran menos que si fueran enfermeros. En el plano educativo; pierden clase, la experiencia no les vale como prácticas ni como una asignatura, nadie convalida nada, seguirán pagando las tasas universitarias y les complica sacarse la carrera y colegiarse. Por ello, muchos sindicatos han puesto el grito en el cielo.
“El manejo de los recursos humanos en la Comunidad de Madrid está siendo un caos”, explica Alda Recas, presidenta de la Asociación Madrileña de Enfermería. “Están haciendo cosas que son ilegales. Quieren personal y por ello están poniendo en riesgo a los alumnos. No puedes poner a gente de cuarto a atender en una UCI. Por otro lado, tenemos a enfermeras colegiadas que han dado su currículum y que llevan dos semanas en casa sin que nadie las llame. Otras que se están yendo a trabajar a otras comunidades. Hemos perdido muchos profesionales por el descontrol”, añade.
Así, pasa lo que pasa con los alumnos. “Tenemos casos de estudiantes que les han puesto a trabajar sin firmar siquiera el contrato. Ponen a estudiantes a llevar plantas, les dan claves para meter los datos y acceder a las medicinas y les hacen responsables de plantas enteras”, critica Recas. “Hay universidades en Madrid que no están lanzando a sus alumnos porque no está claro qué está pasando”, añade. Y, mientras, ni siquiera hay datos oficiales de cuántos estudiantes están trabajando y dónde. “Es como si no hubiera nadie al mando”, dice Recas.