Casi dos millones de personas mayores de 65 años viven sin pareja, sin hijos, completamente solas. A este grupo se le han sumado en estos días los mayores que, teniendo familia, ahora no pueden recibir la visita de un hijo o un nieto. Ni la visita, ni la ayuda que le prestaban.
En el mejor de los casos, los mayores se han quedado sin centro de día, sin partida de mus, sin gimnasia, sin mercado, sin ver a sus hijos, sin besar a sus nietos, sin la comida del domingo y sin paseíto al sol. Eso en el mejor de los casos, porque hay mayores que necesitan ayuda para determinadas tareas y el coronavirus les ha dejado sin ella.
La llegada del COVID-19 y las medidas de confinamiento y restricciones a la movilidad han agravado el problema del aislamiento. La soledad ya era una de las máximas preocupaciones para las Administraciones Públicas y las empresas que trabajan en el ámbito de los mayores, pero en este momento en el que los contactos sociales de este colectivo se han reducido o, simplemente, han desaparecido, pasa a ser un tema crítico.
Como confirma Ángel Mediavilla, Director del Servicios de Teleasistencia de Clece, “esta situación puede llegar a comprometer la subsistencia de muchas personas durante el confinamiento ante la imposibilidad de realizar la compra por sí mismas, hacer la comida, ir a la farmacia o acudir al médico. Por esto la teleasistencia es un recurso social esencial ya que permite pasar de un completo aislamiento a tener garantizada una atención inmediata y continuada las 24 horas. El cambio en cuanto a seguridad, atención y cuidado es enorme, con un coste y un tiempo de implantación mínimos”.
Los casos más vulnerables reciben hasta 2 o 3 llamadas diarias
Los Servicios de Teleasistencia que gestiona Clece atienden a 10.750 usuarios, de los que más de un 40% viven solos. La situación de alarma ha quebrado el frágil equilibrio de vida de estos mayores, colocándoles, en muchos casos, en una situación de exclusión social. “Nuestra tarea durante los primeros días de esta crisis ha sido identificar las personas que han perdido los apoyos sociales y ven comprometidas las tareas de la vida diaria vitales para su subsistencia. Una vez detectadas las carencias y necesidades, se han priorizado por urgencia, derivándose a los profesionales y departamentos oportunos. Además se ha implementado un seguimiento más intensivo, estableciendo perfiles de riesgo, que en los casos de mayor vulnerabilidad y aislamiento, reciben hasta 2 o 3 llamadas diarias” explica Mediavilla.
En los primeros días de la crisis la cantidad de llamadas que recibió el servicio fue enorme, llegándose a triplicar en los primeros 10 minutos tras la declaración del estado de alarma. Las llamadas eran principalmente para asegurarse de que el servicio iba a continuar funcionando durante el confinamiento, pero también se recibieron llamadas para informarse de la sintomatología del coronavirus. Según Mediavilla, “los usuarios tienen miedo porque sienten que es una enfermedad de la que son víctimas principales. Les llega mucha información, a veces compleja o contradictoria, y a veces directamente falsa. Todo este escenario facilita que síntomas de otras enfermedades comunes, incluso que ya se presentaban de forma crónica en el usuario, se contemplen como sintomatología asociada al COVID-19. En todos los casos se les escucha y se les deriva al teléfono específico habilitado para cada una de las zonas atendidas. Además, se les recuerdan las medidas básicas de autoprotección y se les insiste en que ahora, más que nunca, estamos a su disposición con solo apretar el botón”.
"Se sienten acompañados y seguros con nosotros"
Carmen Álvarez, trabajadora de Clece, técnico del Servicio de Teleasistencia, comenta que “cuando sienten miedo, ansiedad, o cualquier inquietud nos llaman. Y nosotros encantados de poder ayudarlos. Pueden llamarnos todas las veces que quieran ya que hemos reforzado el servicio para que no haya ni una sola persona desamparada. Si alguien nos dice que tiene algún síntoma relacionado con el coronavirus, aplicamos inmediatamente el protocolo de la Entidad Pública responsable, y aunque no tengan síntomas claros, les programamos una agenda de seguimiento preventivo para intentar evitarles la angustia de la incertidumbre”.
En estos momentos, en los que se ha impuesto el teletrabajo por razones de seguridad, la mayoría de las personas que trabajan en el servicio tiene su puesto de atención en su domicilio. Solo se mantienen en las oficinas las mínimas personas imprescindibles para que funcione el servicio a distancia. Según Alvarez, "este es un equipo fantástico, que está respondiendo a la situación con máxima profesionalidad. Durante el servicio no te planteas nada más que en estar concentrada para resolver las necesidades de los mayores que dependen de ti y lograr que estén tranquilos. Por eso se sienten acompañados y seguros con nosotros y nos agradecen continuamente nuestro trabajo, eres mi ángel, nos dicen. Cuando terminas tu turno es cuando te llega el cansancio”.
Ángel Mediavilla, como responsable del servicio, destaca cómo la eficacia y la formación profesional del equipo se refuerzan aún más con su sensibilidad y calidad humana. “Hay un componente vocacional imprescindible en cada uno de nuestros trabajadores que facilita algo esencial en este servicio, la empatía. Al conocer de primera mano los casos de mayor vulnerabilidad con necesidades inmediatas como compras de comida o suministros de medicinas se plantearon incluso realizarlas mediante voluntariado. Mi aplauso de las 8 de la tarde, lógicamente, también va para ellos cada día. Están manteniendo la calma y contribuyendo a dar un poco más de tranquilidad a usuarios y familias".