Dicen que el aprendizaje es un tesoro que sigue a su propietario durante toda la vida. De hecho, es en los momentos más difíciles cuando se vuelve urgente contar con las herramientas adecuadas para hacer frente a la situación, superarla y hacernos más fuertes. Por eso, los profesionales del programa CaixaProinfancia que trabajan en la entidad Accem de Sevilla tuvieron claro que debían adaptarse para seguir ayudando a las familias más vulnerables durante el confinamiento. Hablamos con Verónica y Antonio, psicóloga y profesor de refuerzo de Accem, y con Mara, madre de Adrián y Alejandro y participante del programa.
Mara es una luchadora que ha aprendido a exprimir el zumo de los limones que le ha dado la vida. Salió adelante, con dos hijos pequeños, tras ser víctima de violencia de género. Sin embargo, hace dos años decidió pedir ayuda, a raíz de un toque de atención de la maestra de su hijo menor, Alejandro, que la llamó porque lo notaba decaído y triste, y porque incluso a veces lloraba en clase. “Fue por un conflicto violento del padre de mis hijos con su actual pareja mientras ellos estaban con él. Eso lo dejó tocado”, explica.
La docente los derivó al programa CaixaProinfancia, que en Sevilla se desarrolla a través de Accem. Allá, el apoyo se materializó en sesiones de refuerzo escolar individualizado para Alejandro, psicoterapia familiar y ayudas económicas puntuales que permitieron a la familia salir adelante. Entonces llegó la crisis del coronavirus, que pilló a Mara con un trabajo sin contrato. Se quedó sin empleo y sin derecho a recibir una prestación.
Cuando comenzó el estado de alarma, el equipo de Accem lo tenía claro: “No podemos dejar a las familias desatendidas en este momento”. Para garantizar la correcta alimentación de familias como la de Mara ante la crisis del coronavirus, la Fundación ”la Caixa” lanzó la semana pasada una ayuda extraordinaria de 3 millones de euros. Por su parte, Verónica, psicóloga de Accem, recuerda que se reunieron en fin de semana y realizaron “un trabajo ingente” para adaptarse al nuevo escenario, “gracias al fantástico trabajo en equipo de psicoterapeutas, profesores y trabajadores sociales, que tienen la capacidad de poner el alma y el corazón en todo lo que hacen”.
Verónica atiende alrededor de medio centenar de familias vulnerables de los barrios sevillanos de La Macarena y Distrito Norte. Para no estresar a los padres y madres, primero estableció el teléfono como canal de comunicación, que después se amplió a videollamada para los que lo desearan. “La adopción del método de comunicación depende del vínculo terapéutico que hayas establecido y de las habilidades de las personas con las que trabajas. A algunos niños no les gusta verse a través de la cámara, y las madres funcionan muy bien con el teléfono”, explica.
Después, adaptó los objetivos de la psicoterapia, que se centra ahora en mitigar los efectos de la crisis sanitaria y del confinamiento. “Es tremendo cómo la angustia y el aburrimiento están afectando a los niños. Lo llevan muy mal porque normalmente están muy estimulados”, dice. A ello se suma el impacto de la pandemia en la economía de las familias, que provoca miedo, incertidumbre y angustia. “Para reducirlo, les recomiendo que procuren no estar sobreinformadas, que eviten leer y propagar bulos, y que establezcan una rutina. Con la mente serena se pueden tomar decisiones más creativas para salir adelante”.
Si la labor de los psicólogos y psicólogas ha sido colosal, la del profesorado no se queda atrás. El equipo de docentes adaptó en un solo fin de semana los contenidos de los centros educativos y los hicieron accesibles para las familias. “Nos encontramos con un método disperso, con decenas de plataformas distintas para dar clases: que si Moodle, que si Classroom, que si impresoras, cartulinas…, ¡algunos profesores utilizaban hasta Instagram! No había un sistema unificado y no era accesible para todos los alumnos, porque las familias que atendemos no conocen estas plataformas. La mayoría no tiene ordenador ni wifi, se apañan con un solo teléfono por cada unidad familiar”, relata.
Así, en un tiempo récord, adaptaron los contenidos y prepararon sesiones de formación para que padres y madres fueran capaces de acceder a las plataformas con los medios de que disponían. “Hoy vemos cómo esas familias, que antes estaban distanciadas del trabajo de sus hijos en clase por sus interminables jornadas laborales, ahora conocen las plataformas educativas, se implican más, han creado un espacio de estudio para los niños y han comprobado que el teléfono móvil puede ser también una herramienta de trabajo. Y eso es un avance bastante grande… aunque echamos de menos el calor humano de las clases presenciales”, dice el profesor.
Mara y su familia también los echan de menos, aunque sienten que luchan todos juntos contra los efectos de la pandemia. “Tanto Accem como la Fundación ”la Caixa” están haciendo mucho para ayudar a las familias que lo necesitamos”, dice. Y esa sensación de abrigo le ayuda a mirar hacia delante con esperanza. “Hemos aprendido que se puede vivir confinado y que saldremos de esta”.