Ana, Ariadna y Maitane tienen vestido, pero no comunión: 200.000 celebraciones, en peligro
Los restaurantes, cerrados, tienen que reubicar las fechas sin saber cómo van a ser las ceremonias. Los padres, preocupados.
20 abril, 2020 02:32Noticias relacionadas
A la dulce Ariadna la pandemia le está amargando la vida: en primer lugar porque cuando empezaron los contagios en Wuhan algunos compañeros de colegio la hicieron llorar al llamarla cruelmente coronavirus por sus raíces chinas. Después tuvo que suspender la celebración de su cumpleaños debido a que el mismo 16 de marzo en el que había invitado a sus amigos al cine y al McDonald's entró en vigor el estado de alarma que obliga a la población a confinarse en sus casas. La última vez que el Covid-19 volvió a mandar al garete otro día especial para esta niña fue el 27 de marzo, cuando el Arzobispado de Valencia anunció que posponía todas las comuniones y confirmaciones.
“La pobre ha tenido mucha mala suerte”, se lamenta Mari Carmen, la madre de Ariadna, mientras cuenta que ella y su exmarido lo tenían todo preparado para que la primera comunión de su hija fuese un día inolvidable. “Le hacía mucha ilusión”. El anuncio del arzobispo de Valencia le ha pillado a estos padres de Bellreguard cuando ya habían desembolsado 1.100 euros de los 3.000 euros que presupuestaron para la celebración. El percance en la economía de esta familia es un buen ejemplo de lo que está sucediendo en miles de hogares españoles tras los aplazamientos anunciados por las diócesis de Mérida-Badajoz, Huelva, Cartagena, Zamora, los arzobispados de Oviedo, Sevilla...
Todas las comuniones y confirmaciones previstas entre los meses de abril y junio se han trasladado a julio, septiembre, octubre, incluso noviembre antes de que comience el adviento. El presidente de la Confederación de Empresarios de Hostelería de España (CEHE), José Luis Yzuel, prevé que el goteo de aplazamientos por parte de las autoridades eclesiásticas prosiga en otras autonomías mientras se mantenga en vigor el confinamiento domiciliario: “Estimamos que en toda España se aplazarán entre 200.000 y 250.000 comuniones”. Una de ellas es la de Ariadna, que estaba prevista el 7 de junio en la iglesia de San Miguel Arcángel de Bellreguard, una pequeña población próxima a Gandía.
“Para comulgar solo había un turno con 14 niños”, detalla Mari Carmen. “Había pagado ya tantas cosas que lo tenía todo metido en una carpeta”, comenta resignada por todos los inconvenientes que le genera la cancelación de la celebración justo cuando estaba ultimando los retoques de la invitación, presidida por una foto de una sonriente Ariadna. “Iba a ser una celebración muy familiar”.
Después de mirar varios establecimientos de restauración esta docente de Primaria optó por los Salones Flamingo por las actividades y los monitores que tienen para los niños y por las buenas referencias que le dieron los abuelos de la pequeña para agasajar a sus 50 invitados con un menú que incluía gamba mediterránea a la plancha, ibéricos, ensalada tropical, lubina, tarta de tres chocolates... “Iba a dejar 200 euros de señal en los salones cuando se montó el tinglao del confinamiento”, precisa aliviada Mari Carmen, aunque no llegó a depositar la fianza.
Estos días solo piensa en que todos sus familiares no sucumban al coronavirus, pero en ocasiones esa preocupación se ve disipada por el ‘piticlín’ del WhatsApp del grupo de padres cuyos hijos iban a comulgar y donde no se alcanza un consenso con el párroco sobre el mes al que se aplaza el acto sacramental: “Se habla de julio, septiembre y octubre”. Cuanto más se retrase la fecha, más riesgo de que Ariadna pegue un estirón y no le sirva su vestido por el que Mari Carmen entregó una señal de 100 euros. Esa suma solo es un botón de muestra de otros tantos pagos que realizó antes de la pandemia: “De mi vestido entregué 400 euros, di un adelanto de las flores, la pirotecnia...”.
Para esta madre lo primordial es que las autoridades sanitarias contengan el Covid-19 para que su familia y las de todo el país puedan retomar la normalidad de sus vidas. Sin embargo, Mari Carmen no puede evitar la inquietud que le genera no poder darle una alegría a Ariadna anunciándole que su comunión ha dejado de estar aplazada ‘sine die’: “La verdad es que todo esto es un trastorno, pero al final lo importante es celebrar el acto religioso cuando todo esto pase”.
El disgusto de Maitane
Tales reflexiones y preocupaciones son compartidas a casi 200 kilómetros de distancia por el matrimonio que componen Verónica y Pablo, afincados en la localidad murciana de Alcantarilla. “Ya lo teníamos todo preparado para la comunión: ¡Hasta le hicimos las fotos!”, clama la madre de Maitane -la princesita de la casa-. Los padres de la pequeña habían sido muy previsores para llegar sin estrés a los días previos a la celebración y el 13 de marzo acudieron al estudio fotográfico para hacerle la sesión de fotos a su hija: Maitane posó entusiasmada y feliz con su vestido de comunión.
Todo los esfuerzos realizados por la pareja durante el último año se convirtieron en papel mojado cuando ese mismo 13 de marzo el Gobierno central anunció que el estado de alarma comenzaba el lunes 16. “En casa nos temíamos que al final se aplazaría la comunión y mi hija ha entendido que se posponga, aunque se quedó triste”. Maitane está asumiendo con madurez el encierro domiciliario al que obliga esta crisis sanitaria, pero con nueve añitos no puede evitar lamentar que el próximo 2 de mayo no vaya a comulgar a la iglesia de Campoamor en Alcantarilla junto a otros dieciséis niños.
“Tenía mucha ilusión en ser ese día el centro de atención con su traje y se había involucrado mucho en todos los preparativos”. Esta familia presupuestó la celebración en 2.500 euros y había hecho un gran esfuerzo en su economía doméstica adelantando unos 1.200 euros. “Solo me faltaba buscar unos zapatos para mí”, apunta Verónica sin perder el buen humor a pesar de que en su parroquia todavía no han fijado nueva fecha para que comulgue el grupo de niños en el que está incluida su hija.
“Dentro de lo malo he tenido suerte con el restaurante porque entregué una fianza de 300 euros y me han dicho que el banquete lo podemos celebrar cuando sea, también he llegado a un acuerdo con la fotógrafa a la que adelanté 100 euros y el vestido de Maitane lo compré en una firma especializada de San Juan de Alicante donde dejaron unos centímetros de margen al largo por si crecía mi hija”, enumera Verónica sin perder de vista el calendario y la altura de la risueña Maitane.
Para compensar a su pequeña por lo bien que se está portando durante el confinamiento domiciliario y para paliar el disgusto de no comulgar el próximo 2 de mayo, su padre, Pablo, le ha regalado un gato. Entretanto, esta familia alcantarillera sigue pendiente de las deliberaciones del grupo de WhatsApp de comunión donde las familias se tienen que poner de acuerdo con el párroco para cerrar nueva fecha teniendo en cuenta las recomendacones de las autoridades sanitarias. El asunto pinta que irá para largo porque en la iglesia de Campoamor de Alcantarilla deben comulgar 203 niños.
“No quiero privar de ese día tan especial a mi hija”, zanja Verónica, dispuesta a todo con tal de lograr que su dulce niña luzca su vestido cuando se levante el estado de alarma y se ponga punto final a las restricciones sanitarias.
Días de incertidumbre
La misma incertidumbre que se vive en la Región de Murcia existe en la vecina comunidad andaluza donde en las provincias de Huelva, Sevilla o Almería, las comuniones siguen en el aire: no se pueden celebrar este tipo de oficios porque congregan a cientos de personas en las iglesias convirtiéndose en foco de riesgo de contagio del Covid-19 entre los feligreses. Al riesgo sanitario se suma que la entrada en vigor del estado de alarma ha impedido culminar el proceso de formación de los catecúmenos. No están listos para comulgar a ojos de Dios.
“Las comuniones se tienen que posponer y por eso nosotros ya hemos hablado con el Palacio de Congresos y Exposiciones de Agua Dulce donde íbamos a celebrar el catering”, sostiene con responsabilidad Carmen, funcionaria en el Ayuntamiento de Roquetas de Mar (Almería). Tanto ella como su marido, José, han sido diligentes para comenzar a valorar nuevas fechas porque no quieren que su querida hija Ana sufra más: “El 16 de marzo tenía la sesión de fotos con su vestido de brillos dorados y la tuvimos que suspender porque comenzó el estado de alarma”.
En aquel momento no le quisieron decir a su pequeña que la celebración se iba a posponer, pero conforme fue subiendo la cifra de positivos por coronavirus por toda España y después de que el Gobierno central anunciase que se prolongaba el confinamiento domiciliario, Carmen y José no tuvieron más remedio que darle la mala noticia a Ana: “Se desilusionó mucho”.
La celebración del sacramento de la comunión le iba a suponer a esta familia trabajadora un desembolso superior a los 4.000 euros para que el 1 de mayo fuese un día perfecto para Ana y para sus cuarenta invitados. Entre ellos se encontraba uno muy especial: Marcela, la bisabuela de la pequeña y que a sus 94 años estaba deseando ver a la niña de sus ojos luciendo un vestido de primera comunión de ensueño. “Llevámamos preparándolo todo desde octubre: habíamos hecho la prueba del menú, pagamos un 30% del catering, adelantamos 250 euros al fotógrafo...”.
En Roquetas de Mar hay 300 familias en la misma situación que Carmen y José. “Hay que adaptarse a las circunstancias para celebrar en otro momento este día de alegría: la comunión”, reflexiona, con las mismas dosis de coherencia y resignación esta funcionaria del Ayuntamiento.
Bodas, también
La comunión es una fiesta religiosa y social. Por ello para el gremio hostelero pasar el mes de mayo en blanco donde tradicionalmente se concentran el grueso de los convites de las comuniones solo contribuye a prolongar una crisis que empezó con la suspensión de la Semana Santa. “Este tipo de celebraciones son uno de los vectores de crecimiento del sector y con un cierre de un mes y medio vamos a perder 25.000 millones de euros de la facturación anual”, vaticina preocupado José Luis Yzuel, presidente de la Confederación de Empresarios de Hostelería de España (CEHE).
“Habrá un agujero gordo en la hostelería”, insiste Yzuel. Cuando comenzó la pandemia los primeros aplazamientos que se registraron en el sector fueron los banquetes de las bodas que comenzaron a posponerse de los meses de primavera a verano, incluso otoño. De forma que ahora está colapsado el calendario de celebraciones en el gremio de la restauración: faltan fechas para alternar los fines de semana los convites de los recién casados y las celebraciones de los comulgantes.
A todo ello, Yzuel suma otros dos factores que generan todavía más incertidumbre sobre la viabilidad de encontrar hueco en el calendario para tanta celebración aplazada: “No sabemos cuándo acabarán las restricciones a las reuniones masivas de gente y el hostelero aquí pinta poco porque son las parroquias las que ponen las nuevas fechas de las comuniones”.
De media, según estimaciones de la CEHE, en España el presupuesto del menú de comunión oscila de 45 a 60 euros y el número de invitados de 30 a 60. Esas cifras extrapoladas a las más de 200.000 comuniones aplazadas en todo el país arrojan unos 270 millones de euros en ingresos que están en el aire para el sector hostelero. Para capear la situación la mayoría de salones de celebraciones están renegociando con las familias nuevas fechas con el objetivo de no perder los ingresos por los convites puesto que ya contaban con ellos: habían cobrado una fianza antes de que estallase la pandemia y perder esos convites mandaría al garete la contabilidad anual de sus negocios.
Salones Murano
“Estamos negociando con las familias y si no llegamos a un acuerdo les devolvemos la señal de 200 euros que nos habían entregado”, tal y como corrobora Francisco Vicente, gerente de los Salones Murano, de Badajoz, que cuentan con tres décadas de experiencia organizando por todo lo alto bodas y comuniones, entre otro tipo de celebraciones. “Nosotros teníamos previstas 60 comuniones desde el 18 de abril hasta el 6 de junio”, precisa este hostelero, que trata de alcanzar un acuerdo con los padres de los comulgantes porque estas celebraciones generan en su negocio 50 empleos y suponen el 30% de su facturación anual.
El problema de la negociación, según Francisco Vicente, “es hacer encaje de bolillos” para que las nuevas fechas dadas por los párrocos a los futuros recién casados y comulgantes cuadren con un hueco en los Salones Murano. “Pedimos a las parroquias que sean flexibles con el calendario porque se trata de una situación excepcional y esto le supone al gremio de la restauración un perjuicio muy grande”, subraya este reputado hostelero después de que la diócesis de Mérida-Badajoz decidiese que los niños comulguen entre la segunda quincena de septiembre y octubre.
“En esas fechas hay bodas que se han aplazado”, advierte. La mayoría de los enlaces matrimoniales se celebran en las iglesias los sábados y hosteleros de todo el país reclaman que la ceremonia religiosa de las comuniones se retrase a los domingos para poder garantizar un hueco en los restaurantes. “Para nosotros es un follón muy gordo encajar en el calendario tantas celebraciones y si se mantienen las comuniones los sábados, eso obligaría al hostelero a echar a los invitados cuando termina el convite para preparar durante la tarde el establecimiento para recibir cualquier boda porque la mayoría de sus banquetes se celebran por la noche”, ejemplifica de forma didáctica Francisco Vicente.
“Nunca hemos vivido una situación así: este será un año malo para el negocio”. Ese pensamiento también le ronda la cabeza a muchos profesionales de la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo de Murcia (Hostemur) que esta semana ha advertido de las posibles dificultades para satisfacer las peticiones de todos clientes. “Las comuniones previstas para mayo están cambiando sus fechas para después del periodo estival: se están intentando colocar esas celebraciones los sábados de septiembre y octubre, pero para esos días ya hay otras reservas de numerosas bodas”, señala el presidente de Hostemur, Jesús Jiménez.
El presidente de Hostemur detalla que ya le han hecho llegar al Obispado de Cartagena una solicitud para descongestionar el calendario murciano de celebraciones: “Pedimos encarecidamente que las comuniones se pongan los domingos de septiembre y octubre, y los sábados de noviembre; así lograremos dos objetivos: por un lado, dar servicio a todos nuestros clientes y, por otro, lograr ese empujón que vamos a necesitar sí o sí”.
En la reubicación de las comuniones las autoridades eclesiásticas deben tener en cuenta que esta celebración religiosa está rodeada de una logística que cada primavera genera empleo y actividad económica en restaurantes, tiendas especializadas en trajes, zapaterías, floristerías, fotógrafos, animadores para niños, peluquerías, empresas gráficas que diseñan las tarjetas de invitación...