Durante casi un siglo, Altos Hornos de Vizcaya (AHV) fue una de las empresas más significativas y pujantes de España y, por supuesto, un motor económico para el País Vasco. La siderúrgica, nacida en 1902, tomó como sede Baracaldo para gestionar una industria que dio trabajo a miles de personas y que, hasta su disolución a mediados de los 90 del siglo pasado, fue uno de los referentes de la zona. El cierre de AHV supuso no solo el cese de su actividad industrial, sino también la clausura de sus oficinas centrales, lo que dejó casi al albor del olvido un edificio que pasó de la frenética actividad comercial de décadas al silencio y, casi, al abandono.
Hoy, camino de tres décadas del cierre, aquel vetusto edificio ha tomado recientemente un nuevo pulso al día a día de la ciudad y, remodelación mediante, ha dado un salto de calidad con el que se ha actualizado al siglo XXI, recuperando el esplendor de antaño y, lo que es igualmente importante, recuperando la utilidad de sus espacios sin variar su esencia. Quienes lo saben de primera mano son los usuarios de la residencia CleceVitam Altos Hornos, ubicada en las antiguas dependencias de la siderúrgica y en la que presta sus servicios a residentes que, en muchos casos, son extrabajadores de la compañía industrial o familiares de antiguos empleados, lo que remarca este vínculo sentimental.
Se trata, por tanto, de un lugar especial, lleno de historia y de significación para Baracaldo y su entorno y, en general, para toda la provincia. Pero su auge y posterior decadencia fue asimismo el relato de la margen izquierda de la ría de Bilbao, que pasó de ser un polo de atracción para trabajadores de todo el país –Baracaldo llegó a tener 150.000 habitantes- a sufrir un declive generalizado que se llevó por delante miles de empleos en esta y en otras empresas que compartían ubicación. Con ello, aquellos edificios industriales tan ligados a la zona quedaron relegados al olvido.
Esta margen izquierda del 'gran Bilbao' vivió a partir de entonces "años duros, con una tasa del paro rondando el 20% e imagen gris y de debacle", como señala el arquitecto Xabier Irurzun, cuyo estudio trabajó en la reconversión de la residencia. Aquel escenario sirvió para que las autoridades pusieran la zona en el foco de los distintos planes de regeneración que se trazaron años después. "Y Baracaldo, a otra escala más pequeña", apunta Irurzun, "hizo un poco lo mismo con estos edificios de Altos Hornos: alrededor se hicieron viviendas, un paseo nuevo… fue una reconversión también para el municipio".
Y si en Bilbao, y gracias a este impulso, nacieron hitos como el Guggenheim o el Palacio Euskalduna, en Baracaldo buena parte de la regeneración giró en torno a la sede de Altos Hornos. Este papel tan preeminente del edificio responde no solo a su ubicación sino a su simbolismo -"el pueblo era conocido por AHV, no por otra cosa", apunta Irurzun-.
Por eso, desde el año 2000, este emplazamiento capitalizó los esfuerzos de reconversión de la zona, que incluyeron parques en el barrio y una gran plaza delante del edificio que lo integra con el resto del municipio. Algunos de estos diseños merecieron premios de arquitectura, pero la estrella del proyecto de rehabilitación fue la antigua sede de Altos Hornos. El complejo tiene dos edificios, como explica Irurzun: "Hay un edificio matriz que se construyó en 1909, que eran las oficinas de AHV" y que, de cara al observador, es el más vistoso gracias a su "fachada de sillería de piedra, pintada en los colores rojo y gris, que eran los colores originales". "Luego tiene un edificio colindante construido en 1946 para los delineantes, técnicos, etc.", añade.
Ambas dependencias acogen actualmente la residencia CleceVitam Altos Hornos que, de alguna manera, ha ayudado a actualizar el edificio histórico al siglo XXI. Que la estructura esté considerada ‘protegida’ por parte del ayuntamiento, explica Irurzun, habría salvado el recinto de un destino más comprometido a largo plazo, pero la reconversión en residencia tampoco fue un camino fácil para el trabajo de reforma. Las obras debían respetar tanto la fachada principal como la estructura metálica, entre otros elementos ornamentales de interés, como la vidriera del patio central o el arco de entrada.
A juicio de Xabier Irurzun, uno de los principales retos que afrontó su estudio en la remodelación fue el de ajustarse a la legislación vigente en materia de seguridad, muy diferente a la que amparó la construcción original. Seguir las normas actuales exigió un esfuerzo adicional a la hora de 'encajar' las nuevas salidas de emergencia, por ejemplo: "La actuación no fue fácil, pero creo que es bonito el poder adecuar un nuevo uso en un edificio histórico. Las normativas te condicionan mucho porque cumplirla al 100% es muy difícil en un edificio histórico, es más fácil hacer un edificio de cero".
En el caso de la sede de Altos Hornos de Vizcaya en Baracaldo, describe el arquitecto, "se hace una reforma no integral pero bastante completa en torno al tema de normativa de incendios, sectorización, ascensores y el sistema de llamada usuario-enfermera, y se le da un cambio de imagen a toda la residencia pintando, cambiando elementos y haciendo una cocina totalmente nueva".
Al margen de los aspectos relativos a la seguridad, los usuarios de la residencia CleceVitam Altos Hornos también se benefician de unas instalaciones nuevas y modernas. "A día de hoy hay unas 70 plazas, la mayoría en el edificio de 1909. Donde había un atrio con patio central se ha puesto una zona de salones y alrededor de ese patio se disponen las habitaciones", describe. Este arquitecto destaca, además, que uno de los aspectos diferenciales de esta residencia es el espacio de las mismas: "Al ser un edificio histórico no tienen la altura normal de 2,50 metros; aquí estás hablando de alturas de más de tres metros, de 3,20 en algunos casos, así que la amplitud que presentan es para tenerla en cuenta".
Aprovechando este potencial también se generaron espacios comunes más amplios y que le aportan más calidez al conjunto. Asimismo, en materia de confort se abordaron aspectos que redundan en el bienestar de los residentes como la mejora del sistema de telecomunicaciones, climatización y ventilación forzada en las zonas comunes, entre otras actuaciones.
Para los residentes, este edificio también tiene un significado especial. Dado que muchos son del mismo Baracaldo o de alguna localidad próxima, los Altos Hornos de Vizcaya han sido un ente con el que han convivido durante buena parte de su vida. Irurzun estima que cerca de "un 80% de la población tenía una vinculación directa o indirecta con la acería", por lo que el cariño hacia el edificio es algo muy presente entre la gente mayor, alguna de la cual ha vuelto a traspasar las puertas del edificio como usuario de la residencia.
Es el caso, por ejemplo, de José Mari Pereiro, residente en CleceVitam Altos Hornos, que actualmente vive en este espacio remodelado pero que, cuando tenía "16 o 17 años", llegó desde su Santurce natal para formar parte de la compañía. Eran otros tiempos y, como reconoce, AHV era entonces "una gran empresa" y de las pocas opciones que había en aquellos momentos en la región para trabajar.
Un edificio ligado a la vida de muchos residentes
Los recuerdos de José Mari, como los de otros compañeros que han hecho este peculiar viaje en el tiempo, son un tema de conversación recurrente en la residencia. Ana Isabel Blázquez, jefa de servicio de CleceVitam Altos Hornos, cuenta cómo "mucha gente me dice que su padre trabajó aquí, o que se acuerdan y les resulta familiar, sobre todo por el exterior. Se ha mantenido un techo con una vidriera muy bonita, las columnas, un arco en la entrada… son elementos que le dan ese sello" que lo sigue haciendo reconocible.
Habitar un espacio tan importante para la historia de Baracaldo también es un argumento para facilitar la integración en el centro de los nuevos usuarios, especialmente si son de la zona y tienen cierta familiaridad con el edificio. Es un valor añadido al modelo de atención que rige las residencias CleceVitam, basado en la Metodología de Atención Integral Centrada en la Persona (AICP), una filosofía en la que se busca "atender a las personas pensando en cómo vivían ellos, qué gustos tienen, sus rutinas, a qué se han dedicado y orientar el servicio a que noten lo menos posible el cambio del domicilio a la residencia", explica Blázquez.
En paralelo se ofrecen también servicios que facilitan la integración sociocultural y que promueven el envejecimiento activo. Son actividades dirigidas por personal especializado y que se desarrollan en las instalaciones del centro que aprovechan los espacios del edificio adyacente de 1946: allí se ubican el gimnasio y las unidades de fisioterapia, atención médica y de enfermería. Además, se cuida la alimentación de los usuarios con una cocina exclusiva que ofrece dos menús para elegir en las comidas y en las cenas e incluso, una vez al mes, se ofrece un servicio religioso.
"Está mucho mejor ahora. Antes era pequeño y mal aprovechado, ahora no", cuenta José Mari. "Nunca me esperaba que esto fuera una residencia, desde luego. Pero entré para hacer un posoperatorio yo solo y entonces fue como mi casa, me trataron muy bien, y me quedé. El trato con las personas aquí es más familiar, más cercano", concluye.