Imagen de archivo de personas con discapacidad intelectual.

Imagen de archivo de personas con discapacidad intelectual. iStock

Sociedad

El programa malagueño que forma a jóvenes con discapacidad: "Queremos hacerlos responsables"

La asociación ADIPA organiza, gracias a la Fundación Mutua Madrileña, un programa para la inserción sociolaboral de personas con discapacidad intelectual.

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“El simple hecho de que una persona que no se planteara tener que trabajar, cambie de mentalidad tras hacer un taller, ya es un objetivo cumplido”. Así describe Patricia, técnica de la Asociación de Discapacitados Psíquicos de Antequera y de su Comarca (ADIPA), el Programa de Entrenamiento en Habilidades Sociolaborales para Personas con Discapacidad Intelectual y Orientación Laboral que se encargó de impartir entre febrero de 2022 y enero de 2023.

A través de una serie de talleres, dinámicas y asesoramiento, este servicio, financiado gracias a la X Convocatoria Anual de Ayudas a Proyectos Sociales de la Fundación Mutua Madrileña, ha conseguido que 132 personas con discapacidad intelectual se formasen para conseguir un empleo.

En una charla con EL ESPAÑOL, la técnica de ADIPA ha querido poner de manifiesto el trabajo llevado a cabo durante este año de iniciativa que viene a complementar el servicio de asesoramiento y orientación laboral del que ya dispone la organización.

Adquiriendo habilidades sociolaborales

“Lo que se hizo fue un entrenamiento de esas habilidades sociolaborales que necesitan las personas con discapacidad intelectual”, puntualiza Patricia. En una fase inicial, el centro ocupacional de ADIPA valoró “quién tenía una posibilidad de empleo o mejores aptitudes para el empleo”.

Tras seleccionar a los participantes, que no necesariamente tenían que pertenecer a la entidad, se crearon una serie de talleres. El proyecto arrancó con una serie de cursos de habilidades sociales: “En la primera fase se crearon grupos pequeños enfocados directamente al empleo”, explican desde ADIPA.

En la segunda fase, cuenta la técnica, “valoramos que era más importante que ellos mismos [los participantes] se fuesen nutriendo con las experiencias de sus compañeros”. Por ello, esos primeros grupos de trabajo de tamaño reducido se transformaron en grupos más grandes.

Así, “ellos mismos, con su experiencia y lo que iban más o menos aprendiendo, iban compartiendo. Resultó mucho más provechoso hacer estos grupitos más grandes”, reconoce Patricia. En esa fase fue en la que se empezaron a trabajar cosas como la independencia y la responsabilidad.

“Lo que se hacía en ese momento era enseñarles por qué se tienen que hacer un reconocimiento médico antes de que empiece el contrato, qué es la prevención de riesgo, la puntualidad… a través de estos talleres los hacía a ellos responsables como si fuera realmente un trabajo”, explica la técnica, que fue la encargada de guiar a los participantes.

Y matiza: “Si una persona tenía que faltar el lunes, porque tenía médico, me lo tenía que comunicar con antelación. Ese era ya el entrenamiento de lo que se espera en el mundo laboral: puntualidad, respeto hacia el compañero, etc.”.

La hora del CV

Tras todo este proceso de adquirir responsabilidad, el programa de ADIPA entraba en la fase ‘dura’: llegaron así los talleres sobre entrevistas de trabajo y creación de currículum. Esa parte que, muchas veces, es la que más dolores de cabeza nos da a la hora de buscar empleo. 

“Se les formaba en salario, cómo entender la nómina, en qué consistió la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) que facilitó el gobierno, el convenio de trabajo… eran unas formaciones más específicas para trabajadores, pero siempre con esa parte de ajuste personal y social”, indica la trabajadora de la entidad.

Todo esto se vio complementado con una orientación más individual y personalizada hacia todos los participantes. “Se le hizo a casi todo el mundo el currículum, y también hice mucho hincapié en algo muy importante: la renovación de la demanda de empleo”, explica Patricia. Todas ellas, partes básicas y esenciales del mundo laboral, aunque muchos de los beneficiarios de este proyecto no habían tenido que enfrentarse a ellas hasta entonces.

“Muchas veces lo hacen sus padres por ellos, y nosotros lo que queríamos era hacerlos a ellos responsables”, asegura. Y concluye: “Es decir, decirles: tú tienes que renovar la demanda de empleo, yo no te lo voy a recordar, tú tienes que ser responsable. Así les damos más independencia”.

Con todo esto, explica Patricia, lo que querían desde ADIPA era producir un “cambio de mentalidad” tanto en los participantes como en sus familias. Porque, insiste, “la sobreprotección que existe hacia las personas con discapacidad es muy grande”.

Por suerte, la entidad cuenta con otros servicios que les dieron apoyo, como la psicóloga o el trabajador social. Y es que, recuerda, “cuando tú trabajas con una persona con discapacidad, no solamente trabajas con ella, sino con todo su entorno”.

El resultado de todo este año de trabajo ha sido claro: participantes que han pasado por procesos de selección, donde la entidad ha estado siempre como punto de apoyo, o, incluso, “una gran contratación de una persona con discapacidad”. Además, se firmaron dos convenios de colaboración con la Asociación del Comercio de Antequera y con la Asociación de Comunidad de Propietarios del Polígono Industrial.