Camboya es un país con heridas que siguen sin curar. Casi medio siglo después del final del régimen de los jemeres rojos dirigido por Pol Pot, las cicatrices continúan en la mayoría de los camboyanos. Durante el breve lapso de tiempo comprendido entre 1975 y 1979, los jemeres rojos llevaron a cabo un genocidio que ha entrado en los anales de la historia por su brutalidad.
Según las estimaciones, entre 1,5 y 3 millones de personas —aproximadamente un cuarto de la población nacional— perecieron bajo el desquiciado plan de reingeniería social concebido por los jemeres rojos. Casi nadie quedó indemne de esta devastadora tragedia. El dolor había llegado a cada recoveco de la histórica tierra del imperio de Angkor.
Para aliviar tan profundo dolor, el jesuista asturiano Kike Figaredo ha dedicado casi cuatro décadas de su vida trabajando incansablemente en esta labor. Hoy en día, dirige la ONG SAUCE con el apoyo económico de la Fundación Mutua Madrileña a través de su Convocatoria Anual de Ayudas a Proyectos Sociales, una organización que se dedica a trabajar para brindar a los jóvenes camboyanos un futuro mejor que el que tuvieron sus antepasados.
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Lleva una vida ayudando a los más necesitados en Camboya, ¿por qué eligió este país?
En el año 1979, ingresé al noviciado de los jesuitas. Al concluir mi formación en Filosofía en verano de 1985, decidí ofrecerme como voluntario al Servicio de Jesuitas a Refugiados, con el propósito de dedicar tiempo a quienes más lo necesitaban en los campos de refugiados donde los jesuitas tenían presencia.
Inicialmente, imaginaba que, en caso de aceptar mi ofrecimiento y tener suerte, me enviarían a algún país afectado por conflictos en América o África. Sin embargo, para mi sorpresa, mi destino eran los campos de refugiados de camboyanos en Tailandia, cerca de la frontera con Camboya. Cuando recibí la noticia, tuve que recurrir al mapa para ubicar exactamente dónde se encontraba.
Pasé varios años en los campos de refugiados, intercalando períodos en España para completar mis estudios y ser ordenado como sacerdote. En 1992, me destinaron definitivamente a Camboya, donde la reconstrucción del país estaba dando sus primeros pasos. A los jesuitas nos encomendaron la tarea de trabajar con personas discapacitadas, la mayoría de ellas víctimas de minas antipersona.
En 2001 creó SAUCE ONG, ¿qué objetivo tiene? ¿Cuáles son las funciones de esta organización?
Sí, en 2001, un grupo de amigos y familiares cercanos que viven en España deciden crear la ONG SAUCE como una vía para canalizar las ayudas que ya venían realizando de manera informal a lo largo de varios años para nuestros proyectos en Camboya. En esencia, la creación de SAUCE representó la formalización de un apoyo constante que ya recibíamos.
El principal objetivo de SAUCE es proporcionar a nuestros amigos en España una vía fácil y directa para colaborar con nosotros. Además, cuando venimos a España acompañados por personas camboyanas para dar a conocer sus historias, SAUCE facilita que estos viajes y experiencias sean posibles, nos acogen y nos ayudan con toda la logística que esto implica.
SAUCE también desempeña un papel fundamental en la búsqueda de financiación para diversos proyectos. Esta financiación se obtiene tanto de los socios que colaboran periódicamente como de las convocatorias de instituciones y empresas. SAUCE se encarga de gestionar toda la documentación y administración necesarias para obtener estas ayudas y, por supuesto, justificar su uso adecuado. En esos más de 20 años ya tienen mucha experiencia en estos procesos y han conseguido que muchas instituciones y empresas se hayan convertido en buenos amigos.
¿Por qué eligió la provincia de Battambang para establecerse?
Cuando los jesuitas llegamos a Camboya, nos establecimos en la capital, Phnom Penh. El gobierno nos asignó un terreno donde, con esfuerzo, establecimos un centro de formación para personas discapacitadas, principalmente víctimas de minas antipersona. También creamos un taller para la fabricación de sillas de ruedas, siendo yo el encargado de su distribución. Recorrí todo el país para entregarlas, lo que me permitió conocer a fondo todas las provincias del noroeste de Camboya, que limitan con Tailandia, incluida Battambang.
En el año 2000, desde el Vaticano, se tomó la decisión de restablecer a los responsables de la iglesia en cada una de las Prefecturas Apostólicas. Mi antecesor, Monseñor Tep Im, había sido asesinado durante la guerra en 1975, y durante 25 años no hubo Prefecto Apostólico, un equivalente a obispo en zonas de misión como Camboya. Entiendo que basándose en mi experiencia viajando por toda esta región y en el trabajo que veníamos realizando durante 15 años, desde Roma determinaron que sería el nuevo Prefecto Apostólico.
El 1 de abril de 2000, fui nombrado Prefecto Apostólico de Battambang, y desde entonces he estado aquí.
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Ha pasado casi medio siglo del fin del gobierno de Pol Pot, ¿se siguen notando las consecuencias de la matanza?
Sí, desafortunadamente, todavía se notan las consecuencias, aunque en menor medida que en el pasado. Ha habido un descenso en el número de accidentes de mina antipersona, pero aún persiste un goteo. Se ha logrado un progreso considerable en todas las tareas de desminado; hemos pasado de tener más de un accidente al día en esta zona de Camboya a contar con pocos accidentes a lo largo del año.
Además, persiste una herencia de la guerra en la forma de gobernar. Nuestros gobernadores mantienen formas que podríamos describir como poco transparentes, y la corrupción es una realidad constante. Aunque se están realizando esfuerzos para abordar esta problemática, aún queda mucho por hacer.
Dos décadas después de la creación de la ONG, ¿se siente satisfecho con el trabajo que se ha hecho hasta ahora?
Claro que sí, SAUCE ha estado a nuestro lado en Camboya durante estos 20 años, siempre apoyando a los camboyanos que más lo necesitan a través de los proyectos que nos ayudan a financiar. Nuestra manera de trabajar va más allá de los proyectos. Somos la Iglesia Católica, nos centramos en las personas. Ayudamos a familias a través de proyectos, que son un medio para llegar a las personas a las que dedicamos nuestro tiempo, conociendo sus nombres, entendiendo sus necesidades y haciendo un seguimiento constante.
Tenemos muchas historias de éxito, como la de niños a los que ayudamos a estudiar hace dos décadas y que ahora son profesionales comprometidos con nuestros proyectos. También hay historias menos afortunadas, donde hemos hecho esfuerzos pero no hemos logrado los resultados deseados. Pero lo que está claro es que aquí seguiremos, respaldados por SAUCE, y dando todas las oportunidades necesarias a las personas para que se desarrollen.
¿Qué le queda a SAUCEpor hacer en el futuro?
Para el futuro, no le pido más a SAUCE que seguir a nuestro lado como lo han hecho hasta ahora, brindando apoyo y aliento. Su compañía ha sido crucial para llegar a donde estamos. Espero que continúen construyendo conexiones de amistad con organizaciones en España que sean tan generosas como lo han sido hasta ahora. Necesitamos que piensen en nosotros al destinar fondos a proyectos sociales, ya que estamos muy lejos y poca gente conoce Camboya. SAUCE es nuestra voz en los lugares adecuados en España y nuestro puente para hacer más amigos. ¡Que sigan siendo esa conexión tan valiosa para nosotros!