Antes de leer el artículo, deténgase, mire la fotografía que lo ilustra y trate de adivinar si lo que ve es una mermelada, una confitura o un preparado de fruta; qué producto ha sido elaborado por artesanos o industrialmente; y, por último, cuánto cuesta el tarro. ¿Difícil, no? Pues imagínese ahora la estantería del supermercado, donde coinciden hasta 30 referencias distintas con mensajes dispares (Bio, Diet, con frutas de temporada, sin azúcares añadidos…).
Todas, eso sí, con un patrón común: su precio varía en función de si parecen más caseras, más sanas o más naturales –y no siempre cumplen los tres requisitos–. “Nutricionalmente, al menos, no está justificada esa subida de precio”, apostilla Beatriz Robles, profesora de dietética de la Universidad Isabel I y autora de Come seguro comiendo de todo. “Cuando hablamos de los alimentos tendemos a pensar que si tienen menos ingredientes o son más caseros tienden a ser mejores, pero la diferencia, desde el punto de vista de la salud, no es significativa ni relevante. La composición es básicamente la misma”, prosigue.
Sin embargo, ese aspecto sí repercute en el precio. De hecho, hay una diferencia de hasta cuatro euros entre la mermelada más barata de cuantas hemos analizado para este artículo, la de albaricoque de marca blanca de Alcampo (0,97 euros), y la más cara, la de la tienda ‘gourmet’ Levadura Madre (4,95€). ¿La razón? “La publicidad, la mercadotecnia, el envase… Hay mermeladas que se presentan en botes distintos o que parecen exclusivas y luego sus ingredientes pueden ser hasta de peor calidad”, afirma Robles.
Para corroborar la hipótesis, en EL ESPAÑOL hemos comprado 17 mermeladas (15 del supermercado, una en el herbolario y otra última en una tienda ‘gourmet’). Pero no nos hemos quedado en la superficie, sino que hemos mirado con detenimiento cada una de las etiquetas traseras de los botes para corroborar cómo nos suben el precio a cambio, nutricionalmente, de nada.
¿Saludable?
La mermelada, en apariencia, es sana. ¿O no? “La realidad es que no. Más o menos la mitad de lo que contienen los tarros son azúcares añadidos. El resto sí que es generalmente fruta. Pero, desde luego, es un dulce, algo de consumo ocasional. Si nos apetece una pequeña cantidad, bien; pero no es algo para todos los días y, desde luego, no suple a una fruta fresca”, precisa la nutricionista.
Esta composición viene marcada así por ley. En concreto, por el Real Decreto 670/1990, que define la mermelada como un “producto preparado en su cocción con frutas enteras, troceadas y trituradas” a las que se les incorpora azúcar hasta obtener un producto semilíquido o espeso. ¿En qué proporción? La norma establece que la cantidad de fruta utilizada para su fabricación no puede ser nunca inferior a 300 gramos por cada 1.000 gramos (500 gr. en el caso de la extra). Y, a su vez, el azúcar debe ser entre un 40 y un 60% del producto final.
Esta cantidad es aún mayor en la confitura, que contiene una mayor proporción de azúcares (pueden superar el 60% del contenido total). La ley también establece que debe tener una textura gelificada, así como pulpa y/o puré de frutas. El resto de productos que encuentren en los supermercados no podrán ser etiquetados como ‘mermeladas’ o ‘confituras’, sino que tendrán que recoger alguna otra denominación. Por ejemplo, preparado de melocotón, de albaricoque... –lo que no quiere decir que sean peores–.
¿Más naturales?
A la hora de ir al supermercado, sin embargo, lo normal es que usted no diferencie entre unos u otros. Y lo normal, también, es que compre atraído por el diseño del tarro, por la aparente calidad de la marca, por los reclamos saludables del producto o por el precio. “En los envases te dicen que son frutas de temporada, o que llevan trocitos, o evocan algún eslogan para que parezcan caseros… Tratan de darle valor y diferenciación a su producto, pero la realidad es que ese incremento de precio no se justifica en un producto industrial”, explica Beatriz Robles.
Por eso, en este particular experimento, lo que hacemos es comprar las 17 mermeladas a ciegas. Acudimos primero a tres supermercados y nos llevamos 15 tarros con mensajes de todo tipo. En Lidl, por ejemplo, compramos tres: una mermelada con cero azúcares añadidos; una confitura con frutas silvestres y un preparado de fresa Morango con un 75% de fruta. Es decir, íbamos a por mermelada y nos hemos llevado tres productos diferentes.
El resto de ‘mermeladas’ –entrecomillamos porque no todas lo son– las compramos en Alcampo y Carrefour. Algunas, de marca blanca; y otras, con promesas de lo más dispares. Helios, por ejemplo, vende una confitura “natural”, con “azúcar moreno de caña integral” y “fruta troceada”. Hero, a su vez, recalca en su frontal que sus frutas son “de temporada”, “seleccionadas en la última campaña” y con “calidad extra”; y Ligeresa añade que su fruta es “de agricultura sostenible”. ¿Y es mentira? No. “Pero no se justifica nutricionalmente”, repite la nutricionista.
Desmontando tópicos
La clave está, sin duda, en mirar la parte trasera de los productos. Es decir, las etiquetas. Ahí nos encontramos con la cruda realidad: las mermeladas, en lo nutricional, se parecen entre sí. ¿O no? Preguntamos a Beatriz Robles para desmontar algunos tópicos:
— ¿Es nutricionalmente mejor una mermelada ecológica que una convencional?
— No hay diferencias. La única diferencia es que los productos con que está hecha esa mermelada tienen que cumplir con una forma determinada de producción. En el caso de los animales, por ejemplo, de bienestar. O en el caso de las frutas, los productos fitosanitarios. Pero eso no es un problema. Yo no pagaría la diferencia.
— ¿Y si lleva azúcar de caña, lo compro antes?
— El azúcar de caña parece más exótico (…) Parece que si pones azúcar moreno, o jarabe de arce, u otra cosa, es más natural y que puede ser nutricionalmente mejor que el azúcar. Pero no hay diferencia. Suena mejor y me llama la atención, pero haciendo un ejercicio de racionalidad sé que da lo mismo.
— Hay mermeladas que incluyen fructosa. ¿Es mejor?
— En este caso la metabolización es distinta. Hay fructosa que es buena, la que viene en la fruta. Pero cuando se incluye como azúcar añadido, entonces no es mejor. Se pensaba que era así porque no subía la glucemia porque no va a la sangre. Pero va al hígado y puede crear problemas metabólicos, como el hígado graso. Se ha visto que no es mejor.
— ¿Y qué hay del esteviol, que se vende como sano y está presente en algunas mermeladas?
— El esteviol procede de una planta, la estevia. Hay muchas leyendas a raíz de ella. Pero en España no está permitida su utilización. Entonces, lo que se hace es extraer esos componentes de la estevia. Y eso se hace por un proceso químico. No tiene ninguna ventaja frente a otros edulcorantes como el maltiltol, el aspartamo, la sacarina….
— Lo que ocurre es que a cambio de estos reclamos saludables te suben el precio. ¿Justificadamente?
— Sí, así es. No, nutricionalmente, no.
La más cara
La mermelada más cara, sin embargo, no nos la encontramos en el supermercado, sino en una panadería ‘gourmet’: Levadura Madre. Allí, en un estante, ofrecen también la posibilidad de comprar mermeladas con apariencia artesanal y de diferentes sabores: fresa, melocotón.. y naranja con chocolate. Elegimos esta última por lo diferente del producto. Nos cobran 4,95 euros. Es decir, como si fuera un producto único, singular y, sin duda, sano. Sin embargo, al mirar la etiqueta, nos encontramos con una sorpresa del todo inesperada: entre sus ingredientes contiene grasa vegetal hidrogenada (palma). Es decir, aceite de palma. ¿Está justificado en este caso la subida de precio? Desde luego, no.
Frente a esta mermelada, la más barata que compramos es la de marca blanca de Alcampo (0,97 euros). Esta incluye dos reclamos en el frontal. Por un lado, especifica que es extra; y por otro, que contiene un 55% de fruta. Detrás, añade la cantidad de azúcar del tarro (48 gramos de cada 100 gramos, lo estipulado por la ley) y los ingredientes, bastante básicos: albaricoque, azúcar, espesante (pectina) y acidulante (ácido cítrico).
Le siguen, por orden, el preparado de fresa Morango con el 75% de fruta de Lidl (0,99 euros) y la mermelada de fresa boulé 0% azúcares añadidos con 50% de fruta. Esta última, con apariencia de ser más sana que las anteriores, pero con una gran cantidad de ingredientes en su parte trasera: fresa, agua, edulcorantes (maltiltol, sucralosa y glucósidos de esteviol), espesante (pectinas), concentrados de aronia y saúco, acidulante (ácido cítrico), conservador (sorbato potásico), y aroma.
A partir de ahí, los precios varían en función del prestigio de la marca o de los reclamos que cada productor haga de sus diferentes mermeladas o confituras. Sin que, en lo básico, sean diferentes.
Mermelada, confitura o preparado | Precio (de más a menos) | Reclamo |
Naranja y chocolate (Levadura Madre) | 4,95€ | Marca propia y aspecto artesanal |
Preparado de fruta La Artesana | 4,55€ | Sin azúcar añadido |
Cómpota de Arándanos Vivibio | 4,25€ | Gluten Free y ecológico |
Bonne Mamam | 2,30€ | Apariencia artesanal |
Hero 1886 fresa | 2,19€ | Receta tradicional |
Hero de temporada | 2,19€ | De la última campaña |
Confitura Helios | 2,10€ | Caña de azúcar, natural y fruta troceada |
Helios ecológica | 2,05€ | Sin gluten y azúcar de caña |
La Vieja fábrica Diet | 1,91€ | Desde 1834 |
Carrefour Bio | 1,78€ | Bio |
Carrefour | 1,68€ | 55% de fruta |
Ligeresa | 1,51€ | Frutas de agricultura ecológica |
Hero todo natural | 1,47€ | Sin conservantes sin colorantes |
Maribel Lidl | 1,39€ | 50% de fresa |
Boulé Lidl | 1,19€ | 50% de fresa |
Preparado de fresa morango | 0,99€ | 0% azúcares añadidos |
Auchan | 0,97€ | Ninguno |
¿Existen las artesanas?
Haberlas haylas, como las meigas. La encontramos en un herbolario de Madrid. ¿El problema? Nos equivocamos al mirar sólo el frontal: escogemos un preparado de fruta (4,40 euros) y no una mermelada. Pero no importa. La Artesana está inscrita en el registro artesano de Cantabria y tiene todo tipo de confituras en su oferta. “Nosotros utilizamos un método tradicional por el uso que hacemos de las frutas y de las recetas en sí”, explica Pedro Fernández, gerente y dueño de la marca.
La diferencia de su mermelada radica, según Pedro, en que utilizan “las mejores materias primas”. “Las frutas rojas, por ejemplo, son congeladas y así mantienen todas las vitaminas. Utilizamos pulpas y no purés criogenizados. No echamos agua, sino la fruta con el edulcorante. Y tampoco echamos antioxidantes, conservantes ni colorantes”, argumenta.
— ¿Inflan los precios las marcas en los supermercados dando apariencia de que las suyas son las más naturales?
— Puede pasar. Pero los aditivos son más caros y eso se tiene que pagar. Nosotros usamos tres ingredientes: fruta, edulcorante y pectina. Más el ácido cítrico para bajar el pH pero en su justa medida, no para aportar sabor.
Esos son las armas con las que pelea la mermelada artesanal, más cara que el resto. ¿Justificadamente? “Nutricionalmente, no”, repite por última vez Beatriz Robles. “Pero sí en cuanto a que sabemos de dónde procede el producto, quién vive de eso, que cuesta más la mano de obra, que ayudamos a desarrollar la economía local...”, añade.
A partir de ahí, les toca a ustedes decidir. ¿La más barata o la más cara?
*Los reclamos de la tabla son verdaderos, pero las diferencias nutricionales son mínimas.