Ya no sabemos que misterios nos depara ir a la compra. ¿Habrá leche o aceite? ¿Estará todo vacío? Al desabastecimiento de algunos productos se suma el aumento de sus precios, y ahora la compra de la semana sale más cara que hace un par de semanas. Llegar a fin de mes se está complicando por varias razones: el precio de la luz, el del combustible, y, ahora, el de los alimentos. Este último puede que lo hayas notado en el ticket de la compra, y si no lo has notado -todavía- puede ser que tu súper de confianza lo esté haciendo de una forma imperceptible.
El Índice de Precios de Consumo (IPC) ha alcanzado este mes de febrero la tasa más alta en 26 años. Los precios han aumentado un 5,6% respecto al año pasado. La mayoría de empresas justifica esta subida de precios con el ascenso de los costes de materias primas utilizados en el proceso productivo. Esto hace que el consumidor tenga que pagar más por lo mismo, aunque la diferencia no siempre se nota en el precio.
Existe una práctica poco conocida que utilizan los supermercados para que por el mismo dinero, compres menos: la reduflación. Esta práctica no es nueva, y juega un factor importante en la decisión de compra, no se modifica el precio pero sí la cantidad del producto vendido. Esto se basa en que los compradores perciben de forma negativa la subida de precios, pero poca gente se cuestiona los cambios en el producto.
Este cambio en la cantidad se realiza de forma progresiva, para que no nos demos cuenta, y aunque que no sepamos de memoria los mililítros del champú que entran en el bote o cuántas galletas entran por paquete, siempre se ha tenido la sospecha de que "cada vez viene menos". Con la reduflación, o inflación encubierta, las marcas reducen las cantidades sin alterar el tamaño del envase.
Esta táctica engañosa de empequeñecimiento es legal, porque el peso que indica el envase es el que realmente es. Los supermercados juegan al despiste porque por norma general el consumidor no suele fijarse en la cantidad de producto, ni en el precio por kilo a la hora de comprar.
Así que, si no quieres ser engañado, o quieres serlo pero a conciencia, mira bien los precios y las cantidades de los productos que compras de forma habitual para no tener que comprar el doble y ahorrarte viajes innecesaros al súper.
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