Es posible que su hijo tenga seis años y que no sepa leer ni escribir. Pues bien, “no pasa nada; no tiene de qué preocuparse”. Es lo que opina uno de cada cuatro profesores, según un informe de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles AMEI-WAECE. “Esa etapa se está convirtiendo en una preparatoria para Primaria, algo que puede afectar al desarrollo cognitivo y socio-emocional del niño”, denuncian los docentes.
Juan Hortal (Santiago de Chile, 1973) es uno de los muchos maestros de Educación Infantil que abandera esta tesis. Lleva más de 20 años dando clase en diferentes colegios y lo tiene claro: no sólo no debe ser obligatorio que los niños aprendan a leer y escribir a esa edad, sino que puede resultar perjudicial. “Los centros quieren que adquieran esos conocimientos antes de entrar en Primaría y no debería ser así”, reconoce en conversación con EL ESPAÑOL.
“No quiero decir que no aprendan nada. Lo que sí creo es que los niños no tienen que estar obligados a saber leer y escribir a los seis años”, prosigue. Juan Hortal es partidario de que la enseñanza se centre en otros aspectos a edades tan tempranas. ¿Por qué? A eso vamos…
Antes, eso sí, es conveniente recordar cómo se enseñan esos conocimientos. En Infantil, los niños de tres años “aprenden las vocales”; a los cuatro, “las consonantes”; y a los cinco “se tiende a la lectura más fluida”. Es decir, la idea es que los pequeños lleguen al primer curso de Primaria pudiendo entender los libros de texto.
Esto, sin embargo, no es necesario. “La ley no dice que el niño tenga que aprender a escribir y leer antes de los seis años. Sólo habla de que se tienen que iniciar en la lectoescritura en función de su inteligencia y de sus posibilidades”. Es decir, los profesores no están obligados por las Comunidades Autónomas a que los pequeños lleguen a Primaria con esos conocimientos. De hecho, hay alumnos –cada vez menos– que se incorporan a la escuela sin haber pasado por Infantil.
¿Entonces, por qué se exige si no es obligatorio enseñarlo por ley? “Porque los centros presionan a los docentes”, repite Juan, sentado en una de las mesas de Mundo Estudiante -el lugar donde aprendió, precisamente, que hay que enseñar a cada alumno según su ritmo. De hecho, el 83% de los profesores confiesa que dedica más tiempo a lectoescritura, la lógico-matemática y el aprendizaje de un segundo idioma en perjuicio de, por ejemplo, aspectos emocionales o de otro tipo, constata el informe de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles.
¿Por qué los niños no deben estar obligados a aprenderlo?
Juan es partidario de “respetar los ritmos” de los alumnos. De hecho, tratarlos como “un pack” puede resultar perjudicial. O lo que es lo mismo: el niño que no alcance el nivel de sus compañeros puede verse “frustrado” o, incluso, ante la obligatoriedad puede “cogerle manía a las letras”. Incluso, según Ampsico Psicólogos y pedagogos, “esa obligación de aprender a leer y escribir puede acarrear problemas posteriores como la baja autoestima. El niño puede creer que no tiene la misma capacidad que sus compañeros y eso le puede perjudicar en el futuro”, reconocen.
El método de aprendizaje, a esas edades, debería ser otro. El informe hace hincapié en trabajar las emociones. “Es mucho más importante que el niño aprenda qué tiene que hacer con su rabia, que canalice los sentimientos, que sepa cómo tiene que comunicarse con sus compañeros, que aprenda a aceptar las normas...”, explica el profesor.
Una teoría nada descabellada mirando a otros países: “En Dinamarca o Finlandia, los niños no aprenden a leer hasta los siete años obligatoriamente. Eso no quiere decir que no vayan iniciándose, pero no están obligados”, finiquita Juan.