Antonio, al otro lado del teléfono, no da más de sí. “Estoy cansado y anímicamente destrozado”, reconoce en conversación con EL ESPAÑOL. Se le nota en la voz. Y no es para menos. Él y todo su equipo directivo llevan trabajando un mes para adecuar el protocolo del Instituto Juan D’Opazo de Daimiel (Ciudad Real) a la nueva realidad para combatir el coronavirus: han reorganizado los espacios, colocado los geles y las señales correspondientes… Y, como contraprestación, razonablemente, han pedido un profesor y medio para reducir los ratios en segundo de la ESO. Sin embargo, desde la delegación provincial, se lo han negado. ¿Y qué han hecho? Dimitir en bloque.
El viernes, a las 16:00 horas, Antonio y su equipo directivo (cinco, en total) recibieron la instrucción de abrir el centro el 14 de septiembre con todos los alumnos (505, en total). A las 19:00, todos ellos presentaron su dimisión en bloque al considerar que el curso no se podía empezar de esa manera, que no se cumplían ni garantizaban las medidas de seguridad para prevenir contagios por coronavirus. Y así se lo comunicaron, ese mismo día, en una carta, a las familias, a los alumnos y a los profesores.
En esa misma carta, Antonio explica los motivos por los que han decidido poner su cargo a disposición de la delegación de Ciudad Real. “Después de haber intentado llevar a cabo una organización del centro a través del Plan de Inicio de curso y durante los meses de verano y septiembre para garantizar las medias de seguridad y de protección educativo-sanitarias, no hemos conseguido los recursos materiales y humanos que necesitábamos para esta acción”, explican.
— ¿Cuál ha sido el problema concreto?
— Motivos de seguridad educativo-sanitaria. Llevábamos negociando desde agosto para tratar de guardar la distancia entre los alumnos de segundo y de cuarto de la ESO. No lo conseguimos y nos dijeron que teníamos que abrir con todos los alumnos. Fue el detonante.
Antonio y su equipo, durante este verano, han intentado que todos los grupos tuviesen suficiente espacio como para poder preservar el metro y medio de distancia dentro de las aulas. Por eso, en Primero de la ESO, este año, hay cinco grupos; en Segundo, cuatro; en Tercero, otros cuatro; y en cuarto, otros tres.
Hay, en definitiva, más grupos. ¿El problema? En cuarto y segundo de la ESO, sin ese profesor y medio que pedían, no se podía garantizar la distancia entre alumnos. Por eso, Antono y su equipo han presentado la dimisión al empezar el curso de este modo. “No nos hacemos responsables de lo que pase”, sentencia.
Comienzo de curso
Este mismo lunes, a pesar de la dimisión del equipo directivo, Antonio tuvo que abrir el centro para que comenzasen las clases y ejercer como tal. “Han entrado a las 10:20 horas y desde entonces las clases han transcurrido con total normalidad. El problema es que en segundo no se puede garantizar la distancia de 1,5”, explica, al tiempo que comprueba cuántos alumnos han faltado en su primer día de clase.
“Las familias están preocupadas. ¡Cómo no! Yo las he tratado de tranquilizar diciéndoles que vamos a hacer lo posible para que se cumplan las medidas”, esgrime. Sin embargo, los ratios de algunos cursos siguen siendo demasiado altos: “En Primero tenemos 20 por clase, en Segundo –ahí está el problema–, 25 –lo habitual sin protocolos Covid–; en Tercero, 22; y en cuarto, depende del grupo, pero rondaremos los 24”.
Desde el Gobierno regional, este lunes, han provisto con mamparas al colegio para las clases de cuarto de la ESO. “Pero falta el profesor y medio que necesitamos para segundo. Si lo tuviéramos, se solucionaría todo”, confiesa Antonio. Pero, de momento, no hay noticias de que vaya a llegar. Tienen, eso sí, la esperanza de que así sea.
Tras el comienzo del curso, un inspector de la delegación de Ciudad Real hizo un informe que remitirá a las autoridades competentes. “Él ha comunicado que hay que atender a todos los alumnos de Segundo de la ESO, no que se los sacara fuera del aula –como se ha publicado en algún medio–. Esa idea, la de sacarlos, era de la dirección, aunque finalmente no ha sido necesario”, explica Antonio. A partir de ahí, al director le han prometido que, en 48 horas como máximo, les darán una respuesta. “Es lamentable y triste estar así, pero...”, esgrime, decepcionado. Sabe que, de esta forma, es posible que se garanticen las medidas sanitarias en su centro –aunque le cueste el puesto–.
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